A colación de la muerte de su Presidente, Idriss Déby, en los últimos días está apareciendo en prensa y en telediarios un país del que poco se conoce, Chad; y es que, si la compleja realidad africana, principalmente la subsahariana, se tiende a despachar en latitudes más altas en un par de líneas –hecho que ya puso de manifiesto Ryszard Kapucinski con su cita-advertencia “salvo por el nombre geográfico, África no existe”–, ello no encuentra mejor concreción sino en un país sin salida al mar que queda aún más ensombrecido por la vorágine de sucesos de sus seis vecinos, con los que comprarte extensas y porosas fronteras: Libia, Sudán, República Centroafricana, Camerún, Nigeria y Níger. Entonces, ¿qué es de este país?
Reojeando libros de Historia, a causa de la colonización europea, gran parte del siglo XX Chad estuvo bajo dominación francesa –primero como protectorado y, más tarde, como colonia–, para, en 1960, lograr su independencia. Sin embargo, las expectativas que acompañaron las primeras etapas de este nuevo periodo pronto quedaron en un segundo plano, primero con el inicio de una guerra civil entre el norte musulmán y el sur animista y cristiano, y, más tarde, cuando el dictador Hissène Habré alcanzó el poder en 1982 implantando un régimen de terror con el apoyo de Francia y EEUU, quienes veían en Habré una figura capaz de limitar las esferas de influencia de la Libia de Gadafi.
«… cuando Habré alcanzó el poder en 1982 implantó un régimen de terror con el apoyo de Francia y EEUU, quienes veían en él una figura capaz de limitar las esferas de influencia de la Libia de Gadafi»
Ya en la década de los 80 Idriss Déby ocupó cargos destacados en el ejército a las órdenes de Habré, hasta que en 1990 –y al igual que su predecesor– encabezó una rebelión que le llevó al poder e hizó que Déby, no sin antes esquilmar las arcas públicas, se viera obligado a exiliarse a la vecina Senegal, donde vivió con total impunidad hasta el año 2012. No obstante, con los vientos favorables de la llegada al poder de Macky Sall, actual Presidente de Senegal, fue creado en dicho país unas Cámaras Extraordinarias Áfricanas con objeto de juzgar a Habré por los crímenes de guerra, torturas y lesa humanidad cometidos en territorio chadiano; siendo así la primera vez que un exjefe de Estado africano era juzgado en otro Estado africano, por africanos.
Retomando el devenir del régimen de Idriss Déby, si bien ganó las elecciones en 1996, 2001, 2006, 2011, 2016 y, por último, el pasado 11 de abril, el dirigente reformó la Constitución con objeto de suprimir el límite de mandatos y la oposición denunció irregularidades y fraude electoral en las distintas elecciones. Posición que es refrendada por los distintos índices sobre calidad democrática –por ejemplo, The Economist, Democracy Index 2020–, donde lo incluyen como régimen autoritario. De hecho, en las elecciones de abril, una buena parte de la oposición hizo un llamamiento para no participar en las elecciones previstas debido a la eliminación de candidaturas no afines al régimen.
Si bien es cierto que Idriss Déby ha jugado un papel destacado en la lucha contra el terrorismo, principalmente contra Boko Haram, que opera desde el norte de Nigeria, pero también contra otros grupos, como el Estado Islámico en África Occidental (ISWA, por sus siglas en inglés), actualmente aliado de ISIS; no es menos cierto que conforme ha pasado el tiempo en el poder, Déby ha establecido un régimen cada vez con una mayor opresión, con detenciones arbitrarias a activistas de derechos humanos, violaciones a los derechos de libertad de expresión y de acceso a la información, así como torturas y malos tratos cometidos por parte de las autoridades gubernamentales, como denuncia Amnistía Internacional en su Informe anual de 2021. Asimismo, Chad cuenta con uno de los PIB per cápita e índice de desarrollo humano más bajos del mundo, con un porcentaje destacado de su población en situación de inseguridad alimentaria; todo ello a pesar de su rica industria petrolera. Lo que da buena muestra de las desigualdades sociales y de la corrupción existente.
«Chad cuenta con uno de los PIB per cápita e índice de desarrollo humano más bajos del mundo, todo ello a pesar de su rica industria petrolera»
En este contexto, un día después de ser declarado vencedor en las elecciones de abril, Idriss Déby murió a consecuencia de las heridas provocadas en el frente de batalla contra el Frente para el Cambio y la Concordia en Chad (FACT, por sus siglas en francés); grupo político-militar conformado en su mayoría por miembros de la etnia gorane –a la que pertenece el expresidente Hissène Habré– y que, operando desde el sur de Libia con el apoyo de Haftar, perseguía el derrocamiento del régimen de Déby.
Tras su muerte, según la vigente Constitución chadiana, le corresponde de manera transicional al Presidente de la Asamblea Nacional (Parlamento) asumir el poder y convocar elecciones en un plazo de entre 45 y 90 días. Sin embargo, las autoridades militares suspendieron la Constitución, disolvieron el Gobierno y el Parlamento y establecieron un Consejo Militar de Transición dirigido por Mahamat Idriss Déby, hijo de Idriss Déby; lo cual ha sido tachado por la oposición como golpe de Estado encubierto.
Habrá que atender a si, como asevera Mahamat Idriss, serán convocadas elecciones democráticas, o si, por el contrario, se repetirá la pauta seguida en el vecino Sudán, donde tras la salida del dictador Al-Bashir en 2019 las autoridades militares aún detentan el poder, a pesar de las iniciales proclamas.
Mientras tanto, la aviación francesa sobrevuela el territorio chadiano y desde el Elíseo se apoya a Mahamat Idriss. Una de cal y otra de arena; con el apoyo del ejército francés el FACT se ha replegado, pero la oposición ha exigido a Macron que no se inmiscuya en los asuntos internos del país como tradicionalmente lo viene haciendo desde su independencia. En definitiva, mayor inestabilidad si cabe para Chad y para el sahel.