Leo sorprendido y resignado, porque así es como debe leerse la prensa en España, que lo que impide aprobar las oposiciones a muchos aspirantes a docentes es la ortografía. Varios periódicos nacionales señalan que en una oposición reciente las faltas de ortografía y los errores gramaticales menguaron en gran medida la nota de los aspirantes. A muchos de estos medios se les ha olvidado decir que en los enunciados de la oposición también había alguna falta. Uno de los exámenes decía “comente el tratamiento de la plasticidad a lo largo de el poema”. No me negarán que un enunciado con faltas para unos opositores sin ortografía es uno de esos bucles de ineptitud que tan bien se nos dan.

De lo anterior se desprende que España, en pleno siglo XXI, está en el ser o no ser de la h muda, en la duda hamletiana de la b o la v. Para que después nos acusen de superficiales y fiesteros. La primera medida que debería tomar una de esas personas que un buen día se encuentra un despacho en ministerio es que este tipo de informaciones se publicaran de tapadillo, en algún medio al que solamente tuviéramos acceso los españoles, porque poniéndolo en El País o el ABC al final nos acaba leyendo Europa y así es imposible que nos tomen en serio. 

Que nuestros maestros (de magister, el que más) escriban tb en lugar de también, whatsappeando en plena oposición, que descuiden sus tildes o se atranquen en el la y el lo, esos laísmos que traían por la calle de la amargura hasta a mi inolvidado Francisco Umbral, es una vergüenza nacional que revela que nuestro sistema escolar falla. Qué clase de conocimientos de lengua va a ofrecer a los alumnos quien no conoce sus reglas mínimas. Si quien debe enseñar  a nuestros hijos no sabe, y no lee, y no tiene más cultura que la que despachan por Internet en unos pocos caracteres, solamente queda calcular cuánto tiempo falta para que nadie sepa nada.

«Los problemas, cuando se agigantan hasta lo incontrolable, siempre tienen una explicación social. Nuestros jóvenes no aprenden más ortografía porque no respetan el idioma»

Tanta conferencia universitaria sesuda, tanto rector y tantas consejerías de trapío, para que después nadie se dé cuenta de la sencilla evidencia de que en el cuerpo de Educación, especialmente magisterio, están entrando algunas de las notas más bajas de nuestro sistema universitario. No todo se resuelve con dinero, pero no hay que ser premio Nobel en nada para adivinar que la educación atraerá a los mejores expedientes cuando esté pagado como corresponde. Si quien tiene que enseñar a las generaciones venideras es la parte más débil de esa cadena trófica que es el mundo de la formación y lo laboral, y si además las leyes educativas cambian según sople el viento (político), seguiremos teniendo un sistema escolar que no sabe muy bien qué hacer con una esdrújula. 

De todas formas, no creo que la mala ortografía de nuestras oposiciones a docente sea un problema exclusivamente escolar. Los problemas, cuando se agigantan hasta lo incontrolable, siempre tienen una explicación social. Nuestros jóvenes no aprenden más ortografía porque no respetan el idioma. No sienten vergüenza de no tener un buen español, en suma. Cada uno de los hablantes es responsable proporcional de la salud de nuestro idioma, y en nuestro país el español está enfermo porque no lo respetamos. No lo respetan los políticos, utilizándolo como un tirachinas en el que solamente se cargan proyectiles de lugares comunes y frases vacías. No lo respetan los profesionales del habla, locutores de distinto pelaje que ensucian televisiones y radio con una dicción tropezona y un vocabulario de andar por casa. Hagan la prueba de buscar en Internet un programa de radio de hace veinte años y después enciendan cualquier cadena, a cualquier hora, en 2018. El horror. Iba a escribir que no la respeta ni la RAE, pues cada tanto ofrecen una rebaja del canon ortográfico (todo se puede escribir de cualquier forma) que ya las quisiera El Corte Inglés. Si siguen simplificando las reglas para que nadie falle (aquello de bajar el listón si nadie lo salta ya) habrá que cambiar su lema por “Limpia, simplifica y da lo mismo”

Alguien escribió una vez que los niños siempre son hijos de su contexto, así que la culpa de que las haches caigan y las bes vacilen es nuestro fracaso como país. Nuestros jóvenes cambiarán su actitud hacia el idioma cuando vean que hay una preocupación real en la sociedad por ello. Cuando les hagamos sentir que es importante. La mitad de nuestros universitarios están luchando contra un B1 de inglés como Sísifos que suben y bajan la roca, y lo hacen porque lo necesitan. Pero les importa un comino (a ellos y al sistema) hablar un español regulero y escribir aún peor. En este siglo nos comunicamos tanto, con tantos medios, que no le damos importancia a la calidad del mensaje. El cumplimiento de la profecía de McLuhan. Al final, la pensadora española del siglo XX que más influye en nuestra sociedad no es María Zambrano sino Lola Flores. Aquella que cuando le preguntaban si hablaba inglés decía con gesto de preocupación: “No, hijo, ni Dios lo premita”.