Sinopsis

La memoria del aire comienza con un sueño. La narradora, la propia Caroline Lamarche, ve a una mujer muerta: es ella misma pero hace más de veinte años, «como si hubiese estado todo este tiempo muriendo». Este sueño abre una brecha hacia el pasado: desde entonces, cada día la narradora va a visitar a la muerta y conversa con ella. Los recuerdos afloran en forma de monólogo: su relación durante siete años con un hombre depresivo e iracundo, la crueldad de los juegos amorosos que vivió con él y, finalmente, la historia de cuando escuchó de otro hombre: «si lloras, te mato».

En este relato autobiográfico, tan rotundo y estremecedor como onírico y poético, Lamarche ahonda en la vulnerabilidad de la infancia, en las relaciones de poder que forman la dependencia afectiva y, sobre todo, en esa violencia que nunca debería de ser consustancial al amor y que, sin embargo, tan a menudo lo es.

Reseña

Recibo el texto de Lamarche en mi correo electrónico -gentileza de la editorial- en formato digital y lo devoro en dos sentadas. Como digo al terminarlo en mi cuenta del pajarillo azul, es un “texto breve e intenso”, las dos cosas. Sin embargo la reseña se me resistía. He querido dejarlo reposar unos días, no releerlo y hablaros del poso que ha dejado en mí. Allá vamos:

El planteamiento es sencillo. Tal y como nos dice la sinopsis, todo arranca con un sueño, con la visión de una mujer muerta pero a poco que avanzas la lectura vas notando ese aire enrarecido en la narración que indica que hay algo más que eso. Es un alter ego, un desdoblamiento de ella misma. Este juego literario le permite contarnos cómo eran los entresijos de la relación con un señor del que no quiere ni mencionar ni su nombre, Deantes le llama.

Pero Lamarche va más allá. Lo veréis desde el principio. La autora desgrana todas esas pequeñas intimidades de pareja, los desprecios, reproches, el carácter iracundo de Deantes, su frustración ante la imposibilidad de cumplir sus deseos y sus nulos reparos de contagiar ese ambiente a quien está a su lado.

 “La tristeza de los hombres es una enfermedad que me contamina con bastante facilidad, no estoy hecha de mármol ni de goma ni de jabón ni de nube, su desaliento no me resbala, penetra, mi piel es una esponja”.

El texto a medida que va avanzando es un juego de espejos, la protagonista en primera persona, su alter ego y el recuerdo del aire “opresivo” en las habitaciones donde se han vivido tensiones de pareja.

La protagonista vive desbordada intentando adaptarse a las vidas de los demás, con el consiguiente vacío propio. Construye un monólogo austero y directo propio del dietario o las memorias y consigue sin recurrir a barroquismos un texto pulcro y revelador

Podemos hacer diversas lecturas de la obra pero la primera y más importante es que a mí el protagonista me parece el perfecto “capullo” de una relación tóxica. Los silencios a los que se ve obligada la protagonista, el sufrimiento psicológico y físico, la imposibilidad de verbalizarlo hacen al lector empatizar con la protagonista desde la primera página. Leyendo a Lamarche he tenido la sensación de estar leyendo a Hélène Cixous, tal vez por su origen francófono común o por la temática que abordan. En estos tiempos que corren un libro como este deviene un texto que os invito a no dejar pasar desapercibido.

Tránsito Editorial es una reciente editorial capitaneada por Sol Salama, entrevistada no hace mucho en esta casa y cuya línea editorial se propone publicar libros salvajes de autoras con mucha garra. Permaneceremos atentos a las novedades que nos va deparando su catálogo editorial. Desde esta humilde reseña deseamos larga vida a este proyecto que esperamos no sea nada transitorio.

VALORACIÓN GLOBAL 4/5

 

  • Editado por: Tránsito Editorial
  • Fecha publicación: octubre de 2018
  • 108 páginas
  • PVP: 15’90 €