Un país no es rico por el petróleo que tiene en su territorio ni por el número de empresas. Un país es rico cuando tiene educación. Tener educación no significa leer diez libros mensuales. Tener educación significa decir «disculpa» cuando nos chocamos con alguien desconocido al torcer una esquina. Tener educación implica ir a un restaurante y decir «gracias» al camarero. Tener educación supone decir cinco veces «gracias» en un restaurante si el camarero va a tu mesa cinco veces. Tener educación es no hacer leña del árbol caído, cortar el fuego, no tirar la cerilla. Tener educación es ceder el asiento en bus o en el metro a personas mayores o que lo necesiten. Tener educación es no creerse superior, creer y defender y luchar por la igualdad y la libertad. Tener educación quiere decir ser diplomático, decir la verdad pero no hacer sangre con ella. A tener educación no se aprende en la escuela, ni en casi ningún libro, a la escuela se va a aprender, a la escuela se va educado. Tener educación significa ser un renacuajo de cinco años y saber agradecer y disculparse, porque quien a los cinco años sabe agradecer, sabe disculparse y sabe que nadie es más importante que nadie y que nadie es menos que nadie, seguirá agradeciendo y disculpándose y arraigándose en sus valores a los quince y a los treinta y a los setenta y una vez muerto. Tener educación implica no recurrir al insulto, renegar de la violencia. Tener educación es saber ignorar, porque de palabras necias está llena la vida. Tener educación es saber labrarse el camino propio sin ser piedra, muro o dique en camino ajeno. Tener educación es detestar las despedidas y entonar un «adiós» calmado y sereno. Tener educación es mostrar los sentimientos, seas hombre o mujer. Tener educación no debe confundirse jamás con realizar una buena acción al día: quien sea agradecido en función de su ánimo no es agradecido sino necio. Tener educación implica no etiquetar. Una persona, un país que etiqueta es un país inculto, es un país limitado, que divide y hace dividir la memoria y el entendimiento de sus ciudadanos en compartimentos estanco, impide que las personas que tienen las características A compartan alguna de las características de B. Debemos dejar de ver a las personas por colores políticos y aceptar que un republicano puede ser taurino y romper la idea atávica de etiqueta; que un votante de derechas puede disfrutar los conciertos de Sabina; que un ateo a veces dice «dios mío»; y que ciertos días un devoto antepone la cerveza al rezo. Rompamos las etiquetas. Puedes votar a quien quieras, no es de mi incumbencia, lo que realmente me gustaría es saber si todos estaríamos dispuestos a ceder el asiento del tranvía conociendo lo que cada cerebro encierra. A pesar de ser gratis, hay quienes temen a la educación. A personas necias, educación.