Pilar Fraile (Salamanca, 1975) escribe. Sobre todo eso. Escribe. No es poca cosa, vaya. Estuvo unos años trenzando versos luminosos (y con su punto exacto de densidad) y ahora se dedica a la narrativa, porque las palabras, al final, son siempre las mismas y solo cambia la forma en que vayamos colocándolas. Ah, también hace artículos de opinión de esos que al día siguiente le mandan a usted por redes sociales. Merecen la pena, porque Pilar es profesora de Filosofía, y esa gente está especializada en plantear preguntas interesantes (lo de las respuestas, veremos, se lo dejan a otros).
Ahora Pilar presenta Días de euforia (Alianza Editorial, 2020), novela que nació ubicada en un futuro presente y se lee como si estuvieras viviendo en él, una reflexión sobre la soledad y los sopapos de la vida que, contra todo pronóstico (admitámoslo, esos temas no son propios de Fofó y Miliki) se lee con una sonrisa en el rostro.
Hablamos con Pilar sobre Días de euforia, sobre gusanos, sobre elipsis y Cortázar. Ella reflexiona un poco antes de cada respuesta (no vean cómo se agradece eliminar la perorata superflua que precede a lo mollar) y tiende a las risas tímidas. Entre medias nos deja frases que dan para pensar…
Empecemos abruptamente. Uno de los elementos principales del libro es la soledad… ¿por qué?
Yo creo que es uno de los temas que nos afectan de lleno en sociedades contemporáneas. Hemos ido construyendo la soledad, y ahora mismo estamos encarcelados en ella. De hecho esa tendencia de volver a otros entornos tiene mucho que ver con huir de la sociedad, pero es muy difícil, porque la sociedad es estructural, y el sistema te organiza para que estés solo, creo que está muy pensado para que solo puedas refugiarte en lo que el sistema te ofrece. Y sufres, creo además que es una cosa que va in crescendo… nosotros lo sufrimos pero creo que las generaciones que vienen detrás lo sufrirán aun más… salvo que haya un giro en la sociedad y vayamos a otro sitio. Ojalá.
Una de las imágenes más potentes del libro es el sueño de los gusanos… ¿me puedes explicar su origen?
Recuerdo con bastante nitidez cómo surge ese párrafo, esa imagen, esa idea. Yo soy una escritora muy intuitiva, hay mucha parte de intuición cuando trabajo. Ese párrafo apareció una vez comenzada la novela, no era el inicial. Pero una mañana apareció esa imagen, me vino a la cabeza, y lo vi claro. Temía empezar de nuevo una novela con un párrafo sobre animales (me ha pasado antes), pero parece que para mí tiene mucha importancia la relación con lo físico, con lo orgánico. ¿El significado? Está muy abierto a interpretación… podría ser el cómo uno de los personajes confronta su cuerpo, su verdad orgánica y no es capaz de afrontar esa realidad. Curiosamente mucha gente me pregunta por eso, quizá porque se sienten identificados, o interpelados. Creo que demuestra que funciona como símbolo…
«Yo tengo mucha empatía con los personajes, incluso con aquellos que son deleznables… creo que los entiendo»
Me llama la atención que has huido del cinismo a la hora de abordar tramas que se podían prestar perfectamente a esa visión… ¿es algo deliberado?
Hay varios matices. Como sabes el estilo se va construyendo, y no esta petrificado, sino que tiene evoluciona en relación a cómo te comunicas con el mundo. Yo tengo mucha empatía con los personajes, incluso con aquellos que son deleznables… creo que los entiendo. Creo que entiendo sus pesares, que son los de todos, que entiendo sus locuras, sus rarezas. Sobre lo que decías en la pregunta… he reflexionado mucho sobre ello, y siempre recuerdo unos ensayos de David Foster Wallace donde hablaba de este asunto. Su generación estaba bañada en cinismo, claro, y él lo señalaba como algo negativo, como algo que les alejaba de los lectores. Te ríes mucho pero te coloca en un plano de observador ajeno. Y creo que ese no es mi estilo… mi propuesta ética es otra.
De hecho cuando señalas que un personaje es cínico o sarcástico siempre lo pones en boca de otro personaje, haciendo referencia a hechos que han ocurrido “fuera de plano”
Claro, el foco está en el interior de los personajes, en entender sus razones. Los otros lo ven de forma cínica porque estamos acostumbrados (y esto también tiene relación con la soledad) a vernos los unos a los otros de esa manera, y no a buscar la empatía. Ese es el juego que yo quería poner sobre la mesa
Aun con todo sí he detectado dos o tres momentos de ironía subterránea (más allá de la subyacente a toda la novela)… los anglicismos, la performance artística… ¿pretendías dejar gotitas de crítica aquí y allá?
Sí, en el fondo es la tragicomedia que vivimos a diario, y no podía faltar eso. También forma parte del estilo que el lector pueda reconocer esas situaciones tan locas que hay en el día a día y puedan disfrutarlas con una cierta ironía sin maldad. De hecho hay algunos lectores que, me dicen, ríen a carcajadas con la novela.
Me gustaría poder llamar a tu novela distopía, pero la veo tan realista, tan cercana, que me cuesta… ¿te animas a desanimarme en esto?
Sí y no, me pasa lo mismo que a ti. Los ingleses tienen una expresión que es near near future narrative, y hay bastantes ejemplos literarios y hasta, últimamente, series. Sin encajar propiamente en la ciencia ficción sí que veríamos una prospectiva muy cercana. Adicionalmente hay una elemento curioso, y es que con este año tan delirante que hemos vivido algunas de las cosas que se planteaban como un futuro cercano, a cinco o diez años, se han hecho realidad rápidamente. Todo el tema de las relaciones virtuales, la importancia del Big Data… eso ha sido una bomba en este año de pandemia. De alguna forma ese near near future se ha convertido en near near near… es algo extraño.
En el fondo cuando vives en una distopía todas las distopías son realistas.
Por supuesto, y las cosas que aparecen exageradas en la novela sobre cosas que pudieran suceder en el futuro en realidad están anunciadas en el presente.
¿Quizá hemos olvidado los problemas de verdad para centrarnos en problemas artificiales, sobrevenidos?
Yo creo que una de las temáticas de la novela es la idea de que nos imponen la sentimentalidad y el modo de vida, y eso implica también una serie de problemas. Por eso a veces no vemos las cosas gordas que realmente nos están pasando. De ahí esa ceguera de los personajes, que aparece muy exagerada (la novela tiene algo de esperpéntica, los personajes son bromas de sí mismos), esa obsesión permanente con cosas que no deberían obsesionarnos pero de las que es muy complicado huir, porque te lo imponen así. En ese difícil juego estamos y por eso nuestras vidas tienen esa sensación, tan posmoderna, de paradoja permanente.
Una sensación de paradoja que tú intentas cambiar, creo, en base a una serie de huidas hacia delante… volcarse en el trabajo, cambiar de vida, tener un hijo para salvar una relación afectiva… ¿qué te interesaba de esta idea?
Es central. De hecho hay una especie de trilogías de novelas, que empezó con la anterior mía y sigue con esta (terminará con otra en la que estoy trabajando) que es prácticamente un análisis de la huida. Si tuviera que resumir un tema general en la primera parte de mi obra narrativa ese sería la huida. Por qué queremos huir, si es algo innato, si es la sociedad quien nos impone el huir… porque es permanente, una especie de enfermedad que tenemos todos, especialmente la generación que hemos nacido entre los 70 y los 80 (creo que los que nacieron después tienen otro tipo de problemas laborales), pero nosotros tenemos esa especie de enfermedad crónica de la que no parece que sepamos curarnos. Y es muy duro, porque la gente sigue haciendo huidas hacia delante sin encontrar nunca el objetivo. Evidentemente tiene que ver con la estructura capitalista, que te pone una zanahoria y un palo para que sigas siempre corriendo. Pero también se internaliza, y eso a mí me preocupa, me parece muy grave.
«Creo que la potencia de la literatura es permitirnos crecer a cada uno, poner de nosotros en la obra, que nos sirva para reflexionar sobre nosotros mismos… «
La tuya es una puesta decidida por eso que Cortázar llamaba (qué expresión más desafortunada) “lector macho”… ¿es algo buscado? ¿Te gusta también esa idea cuando estás al otro lado del libro, leyendo?
Tanto cuando me dedicaba a la escritura poética (han sido muchos años) como en la narrativa a mí me gusta pensar que el lector tiene capacidades, y me gusta que el lector pueda entrar en la obra, hacerla suya, interpretarla… me parece una falta de respeto explicarle las cosas como si fuera un niño… eso me molesta como lectora y no se me ocurriría hacerlo como escritora. Creo, además, que la potencia de la literatura es permitirnos crecer a cada uno, poner de nosotros en la obra, que nos sirva para reflexionar sobre nosotros mismos… Pienso que el lector lo agradece. Igual dentro de diez años ha cambiado mi propuesta, pero no lo creo…
Me llama la atención el uso brutal de las elipsis en la novela. Es algo que ya casi no se ve en narrativa actual, quizá porque exige mucho del lector… ¿eras consciente de eso, de estar pidiendo un esfuerzo adicional a quien leyera la novela?
A mí el recurso a la elipsis me fascina…
Es muy elegante, muy poco invasivo…
Claro, y dejar espacio para la imaginación y para que se desarrollen los símbolos… los símbolos necesitan algo de silencio para reflexionarlos…
Otro elemento arriesgado es la narración transversal… como un personaje completa la historia que otro ha dejado a medias en su monólogo… nuevamente ¿juego deliberado con el constructivismo filosófico o mero fluir?
En la novela se ve como cada personaje va construyendo la historia del otro, y eso me servía para apuntalar precisamente eso, que no hay una sola forma de ver lo que sucede, cada uno estamos en una posición y la posición del otro, si la escuchas, siempre sorprende. Y luego pensé que eso le daba mucho dinamismo a la trama y hacía que el lector enarcase las cejas al reconocer a este o aquel personaje en boca de otros… Había, por decirlo de esta manera, una parte de propuesta poética y una parte de estilo para que fuese más amena la lectura.
Me llama la atención que has logrado hablar de temas muy profundos sin recurrir al artificio verbal o gramatical… “Días de euforia” se lee de forma muy agradable, es directa, incluso te diría que amable con el lector en ese sentido.
Lo que acabas de comentar es uno de mis caballos de batalla… yo estoy convencida de que se puede hacer literatura que trate temas profundos… literatura política, literatura de calidad… pero que sea accesible a los lectores… No me atraen los juegos de artificio en la narración, porque, creo, dejan fuera a una enorme parte del público potencial, y muchas veces solo buscan demostrar la brillantez del autor. Y a mí eso no me interesa. Yo no quiero demostrar a nadie si soy muy lista, si soy muy tonta, yo quiero hablar de cosas y quiero que lleguen a la gente. Y ahí está mi gran caballo de batalla. Y eso aparece en los escritores que a mí me han hecho estar aquí. Mira, por ejemplo, a Coetzee. Tiene una propuesta profunda, éticamente comprometida, pero sus libros son muy accesibles, no hace falta ser erudito. Así que por ahí va mi intención.
Preguntas, preguntas… eso planteas en la obra. Pero huyes de las respuestas (y mira que los escritores somos de plantear la respuesta facilona para parecer listos). Considero a eso una muestra de respeto para con el lector… ¿tú también lo ves así o te sale de forma natural?
Ambas cosas… es lo que decíamos antes, hay un respeto enorme por el lector y un deseo de que haga suya la obra y le sirva, que saque sus propias conclusiones. Y luego una parte mía de personalidad, no me gusta imponer respuestas.
Y vamos terminando… ¿qué nos queda cuando se acaba la euforia?
Esa es la pregunta… ¿sabremos salir de eso? ¿O seguiremos en el círculo vicioso de euforia-decepción? ¿Seremos capaces de mirar a los gusanos a los ojos para averiguar qué son?
Nos queda leer la novela y reflexionar, ¿no?… porque tú no vas a dar las respuestas.
(Ríe) No, no, eso no…