En 1951 Czesław Miłosz, el futuro Premio Nobel en literatura, entonces agregado cultural en la embajada polaca en París, pidió asilo político. Dos años después publicó en el Instituto Literario polaco en exilio su ensayo – una análisis de la condición de intelectuales y artistas bajo el comunismo, titulada Zniewolony umysł, instantaneamente traducida al francés en Gallimard como La pensée captive. Essai sur les logocraties populaires (1953) y al inglés en Londres, Nueva York y Toronto como The Captive Mind (1953). Había también varias ediciones en castellano, la primera publicada por la Universidad de Puerto Rico en 1954 como El pensamiento cautivo; la versión más reciente, traducción de Xavier Farré del 2016, recupera el título original: La mente cautiva. La versión francesa contenía una introducción de Karl Jaspers y la inglesa de Bertrand Russell. Éste ensayo fue – y sigue – considerado como uno de los primeros, si no el primero, testimonios desde la parte este de la así llamada Cortina de Hierro. Sigue siendo un análisis del comunismo y de la condición de intelectuales bajo dictaduras imprescindible. Aquí quiero enfocar el uso del concepto “Ketman” y después ofrecer mi lectura de una respuesta literaria que usa otros contextos musulmanes y mozárabes, es decir – los contextos hispanicos.

Miłosz intenta describir la condición de los intelectuales y artistas bajo el comunismo, pero tiene que problematizar el concepto del comunismo: hay un comunismo del Estado Soviético y la fascinación comunista en el oeste (como era caso de Sartre), pero la condición comunista en países de la Europa central, como Polonia, conquistada, o cautivada por Rusia Soviética que empujó el comunismo, es muy diferente. Con ésta conclusión empieza el capítulo tercero llamado Ketman, pero el capítulo precedente, segundo, es titulado Oeste. Miłosz antes de la corriente llamada “poscolonialismo” describe Polonia como una cultura que se considera ella misma parte de la cultura occidental, mientras la cultura rusa no se la considera, pero nota Miłosz una paradoja: El polaco, el checo o el húngaro de cultura media saben bastante sobre Francia, Bélgica u Holanda. El francés, el belga o el holandés de cultura media saben poco sobre Polonia, Checoslovaquia o Hungría. Hemos aquí otra dimensión de la mente “cautiva”: ¿quién colonizó más? ¿El oeste o el este? ¿O tal vez se podría describir la cultura polaca (checa, eslovaca, húngara…) como una narrativa diferente y propia en lugar de verla como un territorio pasivo donde sólo pueden imponerse ideas?

La estructura epistemológica que Miłosz describe bajo el nombre de Ketman podría llevar otro nombre. El uso del concepto persa parece muy extraño y muy exótico en el ensayo polaco dedicado a Polonia y a sabiendas que el conocimiento del mundo musulmán en la cultura polaca era muy limitado. Sin embargo ese exotismo y la imagen del “este” mítica, “este” que es Rusia, pero también Irán, puede servirle a Miłosz para señalar una diferencia cultural entre el oeste, cuyo parte se sentía Polonia, y el este. Antes de explicar la palabra Ketman, Miłosz emplea la metáfora bastante conocida en la cultura europea – es la metáfora del mundo como teatro, aquí limitada al mundo de interaciones sociales. El teatro pues y la máscara. Tres años más tarde Erving Goffman ofreció su análisis de la vida cotidiana social en terminos de dramaturgía, teatro, escena, bastidores, en su famoso The Presentation of Self in Everyday Life. No quiero decir que Miłosz adelantó al gran sociologo. Además Miłosz no invento la idea de Ketman. Aún si queremos enorgullecer la cultura polaca, podríamos decir que la literatura de Witold Gombrowicz y su filosofía de forma y cara, mas su idea de teatro social, adelantaron a Goffman, pues hay más en común entre Gombrowicz y Goffman (a pesar de todas las diferencias) que entre Miłosz y Goffman o Miłosz y Gombrowicz. Si menciono aquí a Goffman es porque la comparación de la idea de teatro social en Miłosz y en Goffman comprueba que la posición de Polonia (y posiblemente Checoslovaquia, Alemania del Este etc.) era diferente, era local, era única. Si, según Goffman, quien describe un país capitalista, digamos, un hombre entra la tienda y se compra una corbata roja, la análisis de lo teatral consiste en precisar lo que es escena (la habitación en la tienda), lo que son bastidores (almacén, baño) y cual es el escenario más típico de la conversación. Miłosz dice que en el comunismo todos son actores en la escena política y por eso viven una tensión insoportable:

            Este género de representación constituye una técnica sumamente desarrollada
            que galardona la vigilidad intelectual. Antes de que una palabra salga de la
            boca deben calcularse sus consequencias. Una sonrisa que despunta en
            un momento inoportuno, una mirada que no corresponde a lo que se
            espera, pueden dar origen a graves sospechas y acusaciones. Hasta
            los gestos, el tono de la voz y la preferencia por ciertos tipos de corbata
            son interpretados como signos de las tendencias políticas de cada uno.

 

Miłosz distingue “adaptación” del “actorismo conciente” y aquí va la línea demarcativa entre el oeste y comunismo de la Europa central, como también entre Miłosz y Goffman. El dicho “actorismo conciente” es precisamente Ketman.

El concepto de Ketman Miłosz lo usa no después de su conocimiento de la cultura persa, sino después del diplomata y teórico francés del siglo XIX, Arthur de Gobineau, y su obra Les religions et les philosophies dans l’Asie central (1865). De Gobineau gracias a su tratado Essai sur l’inégalité des races humaines en dos volumenes (1853), escrito antes de su misión diplomática en Persia, es precursor del racismo filosófico europeo. Miłosz pudo saber que el tratado que acabo de mencionar fue estudiado por los nazis en Alemania. De todas formas, aunque si de Gobineau encapsule varias culturas en el concepto “Asia central”, en el tratado donde habla de Persia y Ketman, no parece racista, al contrario, habla mucho del “genio asiático” y obviamente admira esas culturas. Al introducir el concepto de Ketman Miłosz ofrece algunas citaciones en su traducción, pero omite un contexto que para de Gobineau parece clave. El filósofo francés formula la opinión que en Asia (con lo cual entendemos Persia) varias religiones coexisten. Como, podría añadir yo, en Al-Andalus. La tolerancia de ideas nos deja de actuar según entendemos esas ideas cada uno a su manera si las condiciones sociales no oponen. (La traducción del francés es mía). Por eso las ideas se influyen entre sí de cierta manera. Pero de Gobineau ofrece una comparación con el estilo de pensamiento europeo (más favorable para el estilo asiático): los europeos aman confrontar sus divergencias en voz alta y defender lo que creen es imponer a los otros la verdad suya; mientras en Asia uno protege lo que es la verdad propia y entra en cierto juego de media comunicación, siendo orgulloso que sabe ocultar el misterio. El sabio calla su verdad (mientras en Europa el sabio la proclama). Si hay que confesar algo, en Asia, según la práctica de Ketman, no se dice la verdad exacta o entera, o se dice algo contrario de lo que se cree, pero no se lo considera “mentira” (aquí las categorizaciones europea y asiáticas de lo que es “mentira” difieren).  Ahora bien: en Asia tenemos una polifonía de religiones y opiniones o ideas religiosas y tolerancia; Miłosz describe monocultura donde hay una sola fe absolutizada (aunque se trata de política, Miłosz sugiere que en efecto el comunismo utiliza estructura religiosa y viene en lugar de la religión). Simplificando se podría decir que hemos aquí la diferencia entre politeísmo y monoteísmo y entre poder elegir (en que creer y como lo exprimir) y una obligación. Así tenemos un Ketman muy diferente en el plan psicológico. El Ketman persa da orgullo, placer personal y protege la verdad, pero no se lo ejecuta por peligro mortal; el Ketman comunista preserva el yo como tal, aunque lo divide y si eso se acerca a la esquizofrenia, la persona inteligente juega con la dobledad sin caer en paranoia. Es decir, quasi-esquizofrenia controlada sirve como protección contra paranoia. “Quasi-esquizofrenia controlada” podría ser el nombre siquiátrico del Ketman éste.

Después del capítulo Ketman Miłosz ofrece cuatro capítulos dedicados a cuatro escritores polacos llamados Alfa, Beta, Gamma, Delta, pero la clave personal era obvia desde el principio. Yo me voy a referir sólo al capítulo Alfa, el primer de ellos. El texto de Miłosz no se refiere allí al Ketman más. Alfa es un retrato bastante claro del escritor polaco Jerzy Andrzejewski, el mayor amigo de Miłosz, ambos sobrevivieron la segunda guerra mundial como amigos más íntimos (aunque no como novios). Andrzejewski declaró que no era ofendido por el capítulo. Sin embargo encuentro ecos de La Mente cautiva en la novela Ciemności kryją ziemię [Tinieblas cubren la tierra] escrita por Andrzejewski entre 1955 y 1957 y publicada en 1957, o sea, poco después. Como lo veo, Andrzejewski no se refiere al capítulo dedicado a él mismo, sino al capítulo Ketman, y además introduce el tema de moriscos, construyendo una metapolémica grande.

Aunque el público polaco ha considerado la novela de Andrzejewski una alegoría del comunismo, o estalinismo más precisamente, o como una parábola histórica de los tiempos contemporáneos, yo propongo leer esta novela como una novela gótica, inspirada por la literatura inglesa clásica, especialmente por la ola de textos escritos por protestantes ingleses, pero situados en el sur católico medieval, como p.e.: Castillo de Otranto de Horace Walpole (situado en Italia), El monje de Matthew Gregory Lewis (situado en España), A Sicilian romance de Ann Radcliffe y El Italiano o el Confesario de los Penitentes Negros de Ann Radcliffe (situados, como los títulos mismos indican, en Italia), Zofloya, o el Moro de Charlotte Dacre (situado en italia), o Melmoth el errabundo de Charles Maturin (cuyo parte más importante está situada en España); se podría añadir aquí también la novela escrita en francés por un polaco, Jan PotockiManuscrito encontrado en Zaragoza (situada, como el título mismo indica, en España). La novela de Andrzejewski está situada en España medieval, empieza en 1485 y trata de la Inquisición y sobre todo de Tomás de Torquemada y su ayudante joven llamado Fray Diego. Por eso se acerca más a las novelas de Lewis y Maturin cuales también están situadas en conventos católicos y calabozos de Inquisición. Aquí me limitaré al estudio del tema de los moriscos y la alusión al Ketman. Andrzejewski dice que la ley de “limpieza de sangre” toca a judíos y a moros, sin embargo en lo largo de la novela se habla solo de los primeros. En Polonia del 1957, 12 años después de la guerra, eso era entendido como una alusión clara al Holocausto; y no sin razón. Pero en una escena el cortejo de la Inquisición y de los caballeros que la acompañan se encuentra en el desfiladero Santa Ana por la noche, Torquemada se siente débil o enfermo, así pues deciden pasar la noche en el castillo de señores de Lara. Miguel de Lara es hijo de un cristiano viejo y una mujer de la familia Abencerraga, una mora conversa. Andrzejewski describe el castillo exactamente como Miłosz indicó en el párrafo sobre el Ketman estético: desde el exterior el castillo parece crudo y católico. Como Dios manda en las novelas góticas. Sin embargo Miguel de Lara lleva una chupa roja holgada con un corte grande en torno al cuello, pantalones de azul claro cortados según la moda árabe. Por esta ropa y por su cara achinada y ojos negros y calientes se parecía más al moro infiel que al caballero castellano. (Todas las citaciones de Andrzejewski en mi traducción, porque la novela no ha sido traducida al castellano; aunque se puede recomendar al lector hispano algunas traducciones de Andrzejewski, incluso su obra maestra Las puertas al paraíso). Las cámaras son exquisitas y contradecían la seriedad y austeridad de caballería. Alfombras preciosas cubrían el suelo, los muros antiguos lucían con mosaicos en color, una cama baja y ancha ocupaba demasiado espacio contra costumbres buenas, y enfrente de la chimenea un sofá cubierto con capa estmpado y almohadas blandas rodeaba una mesa redonda muy incrustada. Uno sentía el Este aún en el aire lleno de aroma de rosa. Rojo en España medieval tenía asociación con la cultura árabe y el estilo mudejar. Notemos que Lara no invitó la Inquisición, así que ésta invade su piso Ketman cual revela su apego a la cultura mozárabe. En una conversación larga don Lorenzo, el caballero de la Inquisición, dice a Miguel de Lara que éste “vive aquí como en un cuento” y luego discuten los límites de la libertad. A Lorenzo le gustaría vivir así, seguir su gusto y sus deseos, pero siente la obligación de ser rígido y católico.

Toda la situación toca un problema más, un problema apenas proclamado, aunque leíble. Miguel de Lara vive con un chico. Ahora bien: ¿cuál es la función de la asociación de Ketman con homosexualidad? Andrzejewski era homosexual, casi «abiertamente», aunque casado, y Miłosz lo sabía perfectamente (no obstante, no lo menciona en el capítulo Alfa, sólo en otro capítulo dice que bajo el comunismo “perversiones eróticas” están muy mal vistas, porque el ideal de los comunistas es ascetico; vaya Tinieblas cubren la tierra). En su ensayo Miłosz le acusa a Andrzejewski que se dejó seducir por el comunismoimo. En Tinieblas… Andrzejewski muestra en el caracter de Diego como ese tipo de seducciones funciona. Sin embargo podemos decir también que Andrzejewski quiere sugerir que de alguna manera su aceso al comunismo servía como protección de su deseo desaprobado; más aún, Andrzejewski le indica a Miłosz que gracias a su amistad – y gracias a otras amistades de Miłosz con modernistas homosexuales, como Jarosław Iwaszkiewicz, Józef Czechowicz, o Stefan NapierskiMiłosz conocía Ketman perfectamente, porque cualquier persona gay lo conocía: Ketman es armario. ¿Porqué Andrzejewski relaciona la homosexualidad con los mozarabes y no con los judíos? En el discurso polaco sobre la homosexualidad funciona la metáfora “el homosexual es el judío de antes”. Sin embargo la cultura judía era conocida como bastante rigurosa acerca del tema de homosexualidad, mientras la cultura árabe, también gracias al estereotipo occidental, parecía más sensual y erótica. Además las investigaciones demostraron que mucha parte de la poesía mozárabe (p.e. Ibn Amar, ar-Ramādī) y de la cultura erótica como tal en Al-Andalus era homoerótica.

No es cierto si Andrzejewski en su retrato alude a sus conocimientos o de la poesía mozárabe, o de la historia de Al-Andalus (es buena pregunta dónde pudo conocerla), o sólo a sus lecturas de las novelas, sobre todo góticas. Sin embargo construye un estereotipo racial (breve: muchos moriscos tenían relaciones homosexuales, así pues representan el homoeroticismo como tal). Pero gracias a Andrzejewski podemos volver a de Gobineau y preguntarle sobre algo que tal vez sabía, pero por las limitaciones de su propia cultura europea, tuvo que callar. La pregunta es: ¿en algunos casos el Ketman en “Asia”, siendo religioso, era también el misterio de sexualidad?

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Piotr Sobolczyk es escritor, cantautor, traductor y profesor de Humanidades de la Academia Polaca de las Ciencias. Actualmente está acabando la primera edición en polaco del Arte de ingenio, tratado de la Agudeza de Baltasar Gracian en su traducción y con su introducción, el cual incluye la primera antología de poesía del Siglo de Oro español publicada en Polonia. Su musica se puede escuchar aquí: https://soundcloud.com/user-658856125.