La periodista cultural y escritora, Inés Martín Rodrigo realizaba una parada en Sevilla para presentar su última novela “Las formas del querer. El libro que cuenta la historia de Noray, ha conquistado el prestigioso Premio Nadal y logra captar las palpitaciones psicológicas más ocultas del lector.  

¿Cómo se encuentra? 

Estoy cansada, porque está siendo una gira de presentación de la novela muy intensa y larga. Pero bueno, muy feliz, el premio Nadal es un sueño. Y tener la oportunidad de compartir esa alegría tan infinita como es “Las formas del querer”, con los lectores. Pues es un completo lujo, está siendo muy bonito. 

Para romper un poco el hielo, ¿qué está leyendo ahora mismo?

Estoy leyendo la nueva novela de Tessa Hadley que es una autora que publica “Clever Girl”, publicó su primera novela a los 43 años. La descubrí con su primera novela que se titulaba “Lo que queda de luz”. Ahora estoy leyendo la siguiente novela que acaban de publicar, “Amor libre”. Es la historia de un adulterio en la Inglaterra de 1967 y me está gustando mucho.

¿Por qué elige el periodismo como profesión?

Porque quería escribir, quería escribir y consideré que era el camino más corto para llegar a escribir. 

¿Qué cambiaría del periodismo de hoy día?

La inmediatez, el vivirlo todo de una manera tan rápida. O sea, hay noticias que se tienen que dar en el momento, lógicamente, pero no se puede estar viviendo en el minuto a minuto constantemente. Hay noticias o reportajes que necesitan reflexión, que necesitan calma y una pausa. Eso es lo que más hecho en falta. 

¿Cómo ha influido su faceta de periodista cultural en este libro?

Nada en realidad, tengo muy clara las fronteras que separan a la Inés periodista de la escritora, la una y la otra se llevan muy bien, no se pelean. Ninguna ocupa el espacio de otra, es una convivencia muy sana y fructífera. 

¿Está satisfecha con el resultado de “Las formas del querer”?

Sí, ya vamos por la tercera edición, el libro lleva en librerías tres semanas y eso es muy buena señal. Los comentarios de los lectores que estoy recibiendo son muy buenos, muy bonitos. Hay gente que me está dando las gracias por haber escrito la novela y eso es lo mejor que le puede pasar a un autor. Y satisfecha desde el punto de vista como autora, no sólo satisfecha sino muy orgullosa. Y ya el premio Nadal ha sido la guinda del pastel. 

¿Qué tres palabras definen a este libro?

Pues las tres palabras que lo definen son amor, bondad y memoria.

¿Cuánto tarda en crearlo hasta que ve la luz?

Tres años, aproximadamente. Le he dedicado tres años de mi vida, convulsos y no son unos años cualquiera, eso dice mucho de cómo ha salido la novela. 

¿Diría que hoy se quiere menos? ¿O más bien, diferente?

Menos no lo sé, pero sí se quiere de una manera distinta. Probablemente se quiera más en la superficie. Precisamente, por esa vorágine que vivimos, no sólo en el periodismo sino en todos los demás ámbitos de la vida profesional y personal, vivimos muy deprisa y eso nos impide detenernos a querer con un poquito de cuidado e intensidad, como verdaderamente se merece querer.

¿Cree que el amor pasará de moda?

No, no lo creo. Lo que creo que convertir el amor como una moda es un error, el amor es un sentimiento universal, atemporal y creo que mientras estemos vivos, estará ahí. Aquel que no sienta amor, que se lo haga mirar. 

¿Desde qué perspectiva ve el amor?

He sido una persona que por suerte he tenido mucho amor en mi vida, amor de mi familia pese que perdí a mi madre cuando era muy joven, a los catorce años. Eso supuso un desgarro muy duro, un sufrimiento terrible. Llegas a pensar que el amor se me ha acabado y que no vas a ser capaz de querer como ella te quiso. Luego te rehaces con mucho esfuerzo. He tenido la suerte de que no sólo emplea un papel importante en mi vida la familia sanguínea sino también mis amigos, la amistad es una de las formas más bonitas que tiene el querer. Entonces, he tenido la suerte de construirme una familia a través de la amistad, incluso más importante que la sanguínea. 

¿Qué tiene de especial Noray?

Noray desde su nombre, que es muy especial porque creo que poca gente se llama así. Yo desde luego, conozco a muy poca gente que se llame así. Es una palabra muy bonita con un significado muy especial y bueno, es una chica aparentemente fuerte, pero muy frágil que tiene muchas heridas, algunas cicatrices superficiales. Sobre todo, se pasa toda la novela intentando aprender a quererse a sí misma, eso es lo más difícil. Ella lo intenta y ya veremos cómo lo hace a lo largo de la novela. 

¿Cree que la literatura en papel está al borde de la extinción?

No, para nada en absoluto. La literatura está más sana que nunca y tan sana como siempre. Creo que esto de la muerte de la novela o la muerte del papel, es una falacia enorme. Los índices de lectura, son cada vez mejores, la única cosa buena que nos dejará la pandemia es precisamente el haber demostrado que la cultura y sobre todo la literatura, es un refugio para el dolor, la tristeza y la oscuridad. Para nada, no desaparecerá, nunca lo hará.

¿Diría que se debe dar más importancia a los personajes femeninos en la literatura y demás ámbitos?

La palabra “deber”, implica muchas cosas y acarrea incluso rechazo. Creo que cada uno debe contar la historia que quiera, en el caso de mi novela es cierto que hay personajes femeninos muy importantes y yo quería que así fuera. Quería darles ese protagonismo que no han tenido en nuestra historia reciente. Respecto a la igualdad entre hombres y mujeres o el papel que las mujeres desempeñan en los ámbitos de nuestra sociedad, lógicamente estamos mucho mejor que hace cincuenta años pero todavía nos queda camino que recorrer. La imagen que vimos hace una semana, en la cumbre entre la Unión Europea y África, en la que un ministro africano ignoró a Ursula Von der Leyen es muy significativa. Si en esas altas esferas públicas sucede eso, pues qué no sucederá en la intimidad. 

¿Cómo está viviendo el reconocimiento que está teniendo las formas del querer?

Pues muy feliz, la verdad que desde que se supo la noticia del premio empecé a recibir cariño, amor, felicitaciones y apoyo. No he parado de recibirlo, tanto de compañeros de profesión como escritores. Es la experiencia más bonita de mi vida. 

¿Qué cualidades debe tener un buen escritor? ¿Y un periodista?

Pues un buen escritor, lo único que te puedo decir es como lectora, creo que hay dos cosas que son básicas, una es la sensibilidad. Es fundamental, es una de las cualidades básicas en un escritor, sino tienes sensibilidad va a ser imposible que cuentes ciertas cosas como deben ser contadas. Para ser buen periodista, ser observador, es algo que comparte un buen escritor también, los dos observan su realidad, el escritor para representarla desdibujada y el periodista para describirla y contársela a la sociedad. 

¿A quién le gustaría parecerse como escritora?

Mis referentes son muy claros, no sé si parecerme a ellas porque sería mucho decir. Están en mi columna vertebral literaria, desde Carmen Laforet, Matute… luego escritoras más contemporáneas. Creo que cada uno debe tener una personalidad muy propia y definida, sabiendo qué quiere escribir. Si tratas de fijarte en ese reflejo va a ser muy contradictorio y te va a condicionar mucho.

Para terminar, ¿qué proyectos tiene a corto plazo para estos meses?

Disfrutar del premio, pasarlo bien y a mi la lección más importante que me deja la pandemia es disfrutar de las cosas más importantes que te pasan en la vida. A mi el premio Nadal, es lo más bonito que me ha pasado nunca y quiero disfrutarlo. Quiero disfrutar del trato con los lectores, conocerles y saber su opinión. Y bueno, ya veremos qué pasa a continuación.