El año 2014 el jurado del Premio Planeta seleccionó la obra ganadora entre un total de diez finalistas donde se encontraba 44 de la calle Armonía.
Esta rara avis aborda el género negro en clave de humor y relata cómo la aparición de un cadáver en una finca del ensanche barcelonés afecta a su comunidad de vecinos. Contra lo que pueda parecer, el inicio de las investigaciones acabará teniendo —tanto para los inquilinos como para los agentes de los Mossos d’Esquadra— algo más de oportunidad que de crisis.
44 de la calle Armonía despliega una atmósfera costumbrista repleta de elementos y situaciones que a todos nos resultan familiares, pero bajo ese manto de cotidianidad discurre un susurro irónico.
«La mancha dejada por la sangre (…) seguía allí, sobre la silueta del cadáver. Nadie la había limpiado y el olor era insoportable, nauseabundo. Abrieron las ventanas para que el aire disipara el tufo que les impedía respirar con normalidad. El sonido de unas coplas de Juanito Valderrama subió desde uno de los pisos inferiores mezclándose con un trueno que retumbó a lo lejos».
La novela tiene una estructura coral, despliega una gran cantidad de personajes dispares con el objetivo de indagar en las nuevas interacciones que se van a producir entre ellos y en cómo van a posicionarse frente al conflicto común que se les presenta. De todo menos «armonía».
Lo más mejor: arranque y desenlace impactantes, estilo fluido que facilita la lectura y, sobretodo, retranca y desenfado: descubrimos que el famoso urbanista Ildefons Cerdà se inspiró en un postre para proyectar el ensanche barcelonés (teoría no apta para puristas o eruditos) o aprendemos por qué un disfraz de drag queen debería considerarse un must have.
Lo menos mejor: conversaciones o situaciones puntuales entre vecinos que se acercan peligrosamente al cliché. Alguna escena que resulta demasiado previsible al explotar lugares comunes para ganarse la complicidad del lector.
En general, se trata de una novela bien calibrada que sabe hacia dónde se dirige. Plantea un conflicto y a partir de éste indaga, más allá de su resolución, en cómo la codicia y la falta de escrúpulos vive latente incluso en los seres aparentemente más ingenuos o vulnerables. Al final, una historia entretenida y bien contada con el objetivo de dejar al lector con una sonrisa.

Una sonrisa comedida es la que me lanza C.D. Casino mientras me acerco a la puerta de la cafetería. La he hecho esperar y además llovizna. Pero una vez dentro, acomodadas y servidas, se muestra como la mujer espontánea y vital que es.
C.D. Casino es una mujer polifacética en toda la amplitud de la palabra —canta en un coro, por poner un ejemplo de sus muchas actividades—, estudió en el Institut del Teatre, después estudió fotografía, dibujo, pintura al óleo, cine, idiomas y, en lo que a escritura se refiere, estuvo siete años en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès. ¿Siete años?, exclamo sorprendida. Pero ¿Cuántos cursos hiciste?. Ella ríe abiertamente y me contesta: ¡Creo que los hice todos!
Y, entre tantos conocimientos artísticos, resulta que también tienes la carrera de Derecho.
Eso fue por motivos profesionales. Trabajé muchos años como funcionaria de la Administración de Justicia, era secretaria judicial.
Eso explica los detalles y la terminología que aparecen en tu novela. Tus conocimientos y tu experiencia profesional te habrán servido a la hora de escribir.
Todo ayuda y, bueno, la primera escena de la novela está basada en un caso real en el que tuve que intervenir. Pero solo el arranque, que conste, lo demás es todo inventado.
¿Cómo y cuándo empezó tu interés por la escritura?
Fue en el colegio de monjas de Barcelona en el que estudiaba, escribí una novela por capítulos y cada día les pasaba uno a mis compañeras; las malas eran las monjas y nosotras nos rebelábamos y nos encerraban en unas mazmorras que había en el subsuelo del colegio. Mis compañeras esperaban ansiosas cada entrega, supongo que tuvo tanto éxito porque reflejaba el sentir general. Luego me cansé y la acabé. Me dije que cuando fuera mayor y tuviera más experiencia, escribiría. Pero de niña me centré sobretodo en leer, empecé a los ocho años y me leía hasta la editorial y el copyright (risas). Era como una obsesión, si no me lo leía todo, no valía.
¿Y qué lecturas le interesan a C.D. Casino?
Me interesa fundamentalmente que haya una intriga: Agatha Christie, Lovecraft, Allan Poe… Ahora estoy leyendo a Cristina Fernández Cubas, reconozco que cuando me la recomendaron no me atrajo demasiado pero la vi en una presentación en el Ateneu Barcelonès y me encantó; me lancé a leerla y me está sorprendiendo muy positivamente. Cuando acabo sus relatos me quedo un poco descolocada y eso me gusta. Es lo que me pasa con Eduardo Mendoza. Recuerdo cuando leí La ciudad de los prodigios y de pronto di con una frase que me hizo darme cuenta de que el autor me estaba tomando el pelo ¡y me empecé a reír! y desde entonces me parece un escritor maravilloso; hasta cuando busco los nombres de los personajes pienso en Mendoza que tiene algunos ingeniosísimos como en La verdad sobre el caso Savolta.
En la edición del 2014 del Premio Planeta se presentaron un total de 453 obras. ¿Qué crees que llamó la atención al jurado de 44 de la calle Armonía?
Si te soy sincera, yo pensé: las han cogido todas, las han tirado al aire y las primeras que han caído son las que han elegido (risas). La verdad es que del resto de finalistas solo he leído la de otra compañera y ¡madre mía, era una novela buenísima!. ¿Cómo puede ser que me hayan elegido?, me dije.
¿Y cómo te enteras de que eres finalista del Premio Planeta?
Dos semanas antes de la entrega del premio me llamaron por teléfono: Tengo una duda, me dijeron desde el otro lado del teléfono, ¿usted cómo se llama? Porque ha firmado la novela como C.D.Casino. ¿Es un seudónimo?. Yo dije que sí, que quería firmar con seudónimo y entonces me dijeron: Ah, es que ha resultado finalista. Me quedé helada. Cuando colgué me puse a correr pasillo arriba, pasillo abajo.
Y a llamar a todo el mundo, supongo.
No, no lo hice hasta esa tarde o hasta el día siguiente porque quería disfrutarlo un rato yo sola.
La mayoría de gente ignora que tras el ganador y el primer finalista del Premio Planeta hay ocho finalistas más con sus respectivas obras. ¿Qué futuro les depara a esas obras?
En las bases del concurso ya te explican que la editorial se reserva tres meses para hacerte algún tipo de oferta. A mí me ofrecieron publicar en su momento con el sello en digital de Planeta.
¿Todos publicaron?
No, de los ocho finalistas solo nos publicaron a cuatro.
¿Y a qué se debe que ahora te hayas lanzado a auto publicar en papel?
Porque me di cuenta de que había muchos lectores potenciales a los que no estaba llegando.
Ya para acabar, ¿cómo animarías a alguien a leer tu novela?
Le diría: «Vas a pasar un buen rato y no vas a descansar hasta que llegues al final».
Nos despedimos y cuando salgo de la cafetería me doy cuenta de que he olvidado preguntarle sobre la ilustración que aparece al principio de la novela: la fachada de un edificio en cuyas ventanas puede leerse el nombre de todos los vecinos de la finca. Tengo presente el guiño a Agatha Christie pero hay algo en esa ilustración que me perturba por lo excesivamente familiar y cercana que me resulta. Camino unos metros más y entonces dejo ir una carcajada: 13 RUE DEL PERCEBE. Enigma resuelto.
44 de la calle Armonía
C.D. Casino
Universo de Letras (Planeta), 2017
300 páginas