A Manuel de Lorenzo se le cae el humor por entre las palabras. Un humor agudo, de esos de no tomarse demasiado en serio a uno mismo, de los que te van arrancando sonrisas tímidas hasta que descargas en la carcajada y el camarero te ruega que, por favor, abandones el bar con la bebida a medio consumir. Desde hace unos años este gallego que ejerce de gallego escribe artículos, columnas y otros artefactos de complicada definición en algunas de las cabeceras más prestigiosas de España. Ahora, como es tipo inquieto, se lanza sin red al terreno de la ficción más extensa. El próximo mes de abril la editorial Suma de Letras publica “Todo lo demás era silencio”, su primera novela. Nosotros le preguntamos sobre ella, sobre los límites entre realidad y ficción y sobre periodistas dipsómanos. Él responde cachazudo. Entre unas cosas y otras nos queda algo de lo más curioso. Si logra hacer esto en una entrevista no deberían perderse el libro, amigos…
¿Qué ha significado para ti escribir tu primera novela?
Posiblemente un antes y un después. Yo ya lo había intentado un par de veces en los últimos diez o doce años, pero en ambos casos había conseguido engendrar dos cacharros que difícilmente se podrían considerar novelas y a los que abandoné para siempre en alguna mazmorra. Por su bien. Escribir una novela, lo que yo entiendo que debe ser una novela, una novela de la que además estoy muy satisfecho, es de las cosas más complicadas que he hecho en mi vida. A veces uno cree que a un escritor le basta con sentarse y ponerse a escribir, pero casi podría afirmar que esa es la parte más pequeña de todo el proceso.
En pocas palabras, y sin desvelar más de la cuenta, ¿podrías decirnos de qué trata tu obra?
La historia que se cuenta en la novela es, en concreto, la historia de un viaje. Un viaje que decide hacer una pareja después de que su mundo, la realidad cotidiana en la que viven, se vea sacudido por la tragedia y el dolor. Este viaje es un viaje físico, un trayecto entre dos puntos en el mapa. Pero al mismo tiempo es un viaje interior. Un recorrido vital que realizan ambos, conjuntamente y por separado, que les conduce a través de sus recuerdos y de su propia conciencia hasta otro lugar. En términos abstractos la novela trata sobre el miedo. Sobre el vértigo. Sobre el dolor y la pérdida. Pero creo que todo ello se resume en una idea, y es en lo frágiles que son en realidad nuestras circunstancias. Lo sencillo que resulta que un día tu vida se venga abajo y aquello que creías seguro y duradero, todo aquello con lo que contabas, desaparezca. Creo que en el fondo es una novela sobre el azar. Sobre la naturaleza impredecible e incontrolable del azar. O quizá no tan incontrolable… Hay que leerla para saber a qué me refiero.
Tu estilo es muy característico, perfectamente reconocible… ¿Lo encontrarán tus lectores en la novela o has modificado el tono al cambiar de género?
Me parece que sí, aunque tal vez menos concentrado. En realidad es muy difícil y poco recomendable intentar mantener en una novela de doscientas páginas el estilo de una columna de cuatro párrafos. Una novela tiene que respirar, necesita avanzar a diferentes velocidades, a veces incluso necesita detenerse, estirar un poco los músculos y continuar. La columna es un sprint. Pero sí creo reconocerme en el texto, en cualquier caso. El hecho de que la novela esté en tercera persona me ha permitido ocupar de una forma más personal el lugar del narrador en muchas ocasiones, aunque no estoy seguro de que el narrador sea exactamente yo. Seguramente, de haber decidido narrar la historia desde la perspectiva de alguno de los personajes protagonistas habría adoptado un estilo muy distinto. Habría procurado alejar mi tono habitual del tono de la narración. De hecho, soy un poco maniático con esas cosas.
«Es muy difícil y poco recomendable intentar mantener en una novela de doscientas páginas el estilo de una columna de cuatro párrafos. Una novela tiene que respirar, necesita avanzar a diferentes velocidades, a veces incluso necesita detenerse»
¿Te supone un esfuerzo diferente escribir ficción?
Es diferente, pero no tanto por el género, ya que suelo recurrir a la ficción con frecuencia y algunos artículos son prácticamente relatos, sino por la técnica narrativa. Yo normalmente escribo en primera o en segunda persona. Es donde me siento más cómodo. Sin embargo esta novela no deja de ser la crónica objetiva, aunque ficticia, de lo que le ocurre a esta pareja en un momento dado de su vida. Me ha costado tomar distancia para contar algo desde fuera, desde una perspectiva neutral, sin ninguna clase de implicación. De hecho, el impulso por detener la narración para describir, aunque en ese momento resultase contraproducente para el ritmo, ha sido fuerte. Creo que el resultado final, no obstante, es bastante equilibrado. El trabajo de Mónica, mi editora, ha sido determinante en ese sentido. A veces uno no es capaz de alejarse lo bastante de su propio texto como para verlo imparcialmente desde fuera.
He leído que en el origen de esta novela hay un paso por el hospital. Me imagino que sabes que Agustín Fernández Mallo escribió la primera parte de la Trilogía Nocilla también mientras estaba hospitalizado. La pregunta es clara: ¿hay que estar malito para terminar una ópera prima o es mera casualidad?
Bueno, en mi caso el hospital fue el origen, no el final. Paradójica pero afortunadamente. Yo llevaba algunos meses amasando algo que no se parecía en absoluto a una novela pero que intuía que podría llegar a serlo. Notaba cómo a esta idea inicial y sin forma se iban añadiendo otras accesorias, algunas permanecían y otras terminaban desapareciendo, pero a pesar de que aquello iba creciendo no acababa de encontrar el modo de plantearlo como novela. Era más bien una reflexión central y un montón de digresiones que no conseguía colocar sobre el tablero. Y el motivo es que no había tablero. Había unos personajes y una serie de circunstancias, pero no había escenario. O por lo menos, un escenario de partida. Hasta que, estando hospitalizado, en el verano de 2016, aburrido de mirar al techo de mi habitación desde la cama, encontré ese escenario: un hospital. Era perfecto para lo que quería contar. Lo tenía delante, pero no lo veía.
Practicas un periodismo que podríamos llamar literario… No cuentas noticias (o al menos no es tu primera intención, creo) sino que planteas temas y los tratas con idéntico mimo a como lo harías en un cuento. ¿Lo haces de manera deliberada? ¿O es solamente tu forma de entender la realidad?
Es algo deliberado, pero al mismo tiempo no creo que fuese capaz de hacerlo de otra manera. Admiro mucho a los periodistas que son capaces de publicar dos, tres o cuatro piezas al día. Que se sientan a escribir y, milagrosamente, como por arte de magia, escriben. Tienen oficio y son capaces de contar lo que quieren contar tal y como lo quieren contar y, además, de la forma más ágil posible. Yo me paso la mayor parte del tiempo pensando la frase que viene a continuación y, una vez escrita, es posible que todavía la cambie varias veces. Escribo así porque no sé hacerlo de otra manera. Pero eso al final se ha convertido en la forma en la que quiero escribir.
Sobre el periodismo literario, ¿qué contestarías a quienes dicen que se nos está yendo de las manos, que hay demasiados “escritores” y pocos “periodistas”?
Me parece que hay un espacio para cada cosa. A veces las columnas en las que alguien vierte su opinión directa y desnuda sobre un tema, sin demasiada artesanía, me saben a poco. De algún modo, y salvo que ese ejercicio de opinión sea inteligente, original y contundente, en cuyo caso no hace falta vestirlo con nada más, uno siempre espera hallar algo de literatura. Otras veces, sin embargo, se trata de forma demasiado poética asuntos que a todas luces exigen una prosa más aséptica. Temas en los que no funciona la filigrana, en los que chirría el recurso literario. Supongo que quienes dicen que se nos está yendo de las manos se refieren a eso. Hay que saber encontrar la forma adecuada para cada fondo. Y en la medida precisa. El preciosismo es más o menos como las virutas de trufa: si te pasas, jodes el plato.
Tu opinión personal: ¿ves diferencias entre periodismo y literatura?
Si hablamos de no ficción, no veo demasiadas. Nos moveríamos entre dos ejes, el reporterismo más neutro y el periodismo literario al que te referías antes. Pero si hablamos de ficción, la diferencia es absoluta. El periodismo consiste en contar la verdad, en describir la realidad. La literatura consiste exactamente en lo contrario. En la creación de una historia. En la invención de una realidad que no existe. Es ese aspecto creativo, del que no participa el periodismo, el que convierte la literatura en arte. A partir de ahí ya entraríamos a valorar hasta qué punto le otorga importancia el escritor a la construcción de esa historia. Para algunos autores el argumento está al servicio del estilo. Para otros es al revés. Esa balanza, en mi opinión, debe estar siempre equilibrada. Eso de “la vida no tiene trama” que decía Cela para justificar que una novela prácticamente no tenga argumento me parece una forma ingeniosa de intentar disculpar una carencia. Nada más.
Galicia es algo omnipresente en tus artículos más extensos. Sin caer en el tipismo, pero mostrando el pasado y el presente de un lugar distinto, en ocasiones demasiado desconocido. ¿Tienes conciencia de estar trabajando con una suerte de realismo mágico a la gallega como materia prima?
Sería imposible no hacerlo, teniendo en cuenta que el realismo mágico nació en Galicia de la mano de Torrente Ballester y Álvaro Cunqueiro, que ya lo denominaba “realismo fantástico”, quizá precedidos ambos por Valle-Inclán. Galicia, al fin y al cabo, es el lugar donde lo ordinario convive de forma pacífica con lo sobrenatural. Donde el tiempo sigue un curso distinto. Donde lo real se confunde a menudo con lo irreal y donde los muertos visitan con naturalidad a los vivos. El propio Gabriel García Márquez reconocía haber escrito Cien años de soledad imitando el modo en que su abuela gallega, Tranquilina Iguarán, conversaba de forma normal con sus antepasados o describía situaciones fantásticas e imposibles con absoluta tranquilidad, como quien explica un acto cotidiano. El realismo mágico es Galicia. Igual que Gabriel García Márquez era gallego. Lo que pasa es que, haciendo gala de una gran retranca, solía afirmar que había nacido en Colombia. Como si eso tuviese algo que ver. Hay un momento en Todo lo demás era silencio, de hecho, en el que no sabemos exactamente si la protagonista interactúa con unos niños que hace décadas que ya no están allí o solamente se trata de recuerdos muy vivos. El narrador, desde luego, no creo que lo sepa. Igual que tampoco lo sé yo.
«Galicia es el lugar donde lo ordinario convive de forma pacífica con lo sobrenatural. Donde el tiempo sigue un curso distinto. Donde lo real se confunde a menudo con lo irreal y donde los muertos visitan con naturalidad a los vivos. El realismo mágico es Galicia»
Tú trabajas mucho en prensa local. A mí ese concepto siempre me ha fascinado, el periódico donde se mezclan las noticias del presidente de Estados Unidos con el precio récord que ha alcanzado una vaca en cierta Feria…además son lugares poblados de entes muy interesantes, periodistas de vuelta de todo que escriben como los ángeles y viven como les da la gana…¿has conocido a alguno de estos? ¿Sientes esa diferencia, también en el tono, entre prensa local y nacional?
Un excelente periodista que trabaja en la prensa local y un excelente periodista que trabaja en la prensa nacional son la misma cosa. La única diferencia es que la carrera de uno pasa actualmente por Madrid y la del otro no. Porque no ha coincidido así, porque no le da la gana o porque en Madrid no saben ni que ese excelente periodista existe. He conocido y conozco a periodistas así, claro. No estoy tan seguro de que vivan como les da la gana, pero estoy de acuerdo en que suelen proyectar esa imagen. Los clichés están para ser respetados. Suelen dominar su territorio y no es posible que alguien mueva un dedo sin que ellos se enteren. En el fondo todos están rodeados por cierto halo de bohemia y de ilusión, como Navajita Plateá.
El humor está muy presente en todo lo que escribes, tanto en el fondo como en la forma…¿eres consciente de ello o sencillamente reflejas una parte de tu personalidad?
El humor es posiblemente la forma más elevada de ingenio que existe. Dudo mucho que yo tenga algo de eso. Si alguna vez he escrito en clave de humor habrá sido sin querer.
Curiosamente (y digo curiosamente porque tus textos suelen ser irónicos pero muy optimistas) la muerte también aparece con fuerza en muchos de ellos…¿a qué crees que es debido? ¿Piensas que en Galicia hay una tendencia hacia lo trascendente que es casi cultural?
Un buen amigo y excelente escritor me dijo una vez que al final uno siempre escribe sobre aquello que le obsesiona. Eso no sólo me sirvió para entender algunas cosas sobre mis propias obsesiones, sino también para tener una referencia, una guía sobre los temas acerca de los que posiblemente debía escribir y los que no. Escribo sobre la muerte porque me obsesiona. Pero no el hecho de morir, de dejar de existir, sino la forma en que vivimos un poco de espaldas a uno de los momentos más relevantes de nuestra vida, que es su final. Aunque imagino que es inevitable.
Hace un tiempo escuché decir a alguien despectivamente que todos los jóvenes escritores gallegos sois, en realidad, heterónimos de Manuel Rivas. A mí me parece un halago maravilloso. ¿Sientes esa especie de deuda con Rivas? Sobre todo con el Rivas reportero, el que no tenía miedo de hacer periodismo literario.
Yo también escuché decir una vez a un escritor castellano que todos los escritores gallegos somos el mismo escritor gallego. Creo que lo decía en sentido positivo, así que, quién sabe, a lo mejor se refería a Rivas. Honestamente, me parece imposible ser gallego, dedicarse a escribir y no haber contraído alguna deuda literaria con Rivas. Consciente o inconscientemente. Yo mismo le debo un poco el título de mi novela.
«Escribo sobre la muerte porque me obsesiona. Pero no el hecho de morir, de dejar de existir, sino la forma en que vivimos un poco de espaldas a uno de los momentos más relevantes de nuestra vida, que es su final»
Los periodistas literarios gallegos parece que estáis de moda. Jabois, Cabaleira, Tallón, Carretero, tú mismo (perdón por las omisiones, que son solo debidas a mi memoria). ¿Crees que hay alguna razón para esto? El especial ambiente de los ochenta y noventa en Galicia, la mezcla de realidades tan diferentes que hay allí, la propia tradición del lugar…
Creo que en Galicia hay un sentido del humor especial. Y estoy convencido de que eso, inevitablemente, te aporta un especial sentido de la realidad. Se puede apreciar en el análisis que cualquiera de los que has mencionado realiza de su alrededor en sus artículos y columnas. Son enfoques muy particulares, puntos de vista distintos a los que uno se encuentra habitualmente. En mi caso, creo que esa circunstancia no se da en absoluto, pero es que mi padre era de Badajoz y mi madre siempre ha viajado mucho, la pobre.
En ocasiones se os ha agrupado a todos bajo el nombre, un poco malpensado (por lo de la dipsomanía) de ratpack gallego…no sé qué opinas sobre esta forma de meter a personas, estilos y objetivos muy diferentes en el mismo saco…yo creo que en realidad se pierden un poco las particularidades de cada cual de cara al gran público, que a veces solo espera leer “otro escritor gallego”…¿estás de acuerdo?
Yo suelo tomarme estas cosas un poco a broma, que es la mejor forma de tomarse estas cosas en serio. Lo que te he dicho sobre esa manera particular de enfocar y entender el mundo lo mantengo, pero en ningún caso creo que el modo en que eso se traslada al papel siga una misma pauta. No creo que Jabois tenga nada que ver con Tallón, ni éste con Carretero, ni éste con Cabeleira, ni ninguno de ellos entre sí. Salvo lo de la dipsomanía, por supuesto. En realidad, creo que la única razón por la que existe esa etiqueta del “rat pack” gallego es porque es más fácil pensar que debe de haber alguna coincidencia más aparte de la puramente geográfica. Al fin y al cabo, encontrar un motivo para algo que aparentemente no lo tiene siempre tranquiliza un poco. Pero no. No hay tal coincidencia.
Una duda personal…¿cómo se ha visto en Galicia el casi “revival pop” del narcotráfico ochentero a raíz de la serie Fariña?
Supongo que habrá de todo y alguno hasta estará orgulloso. Yo reconozco que me molesta un poco ver en las Rías Baixas a turistas que posan en según qué sitios como si se tratase de un parque temático. Pero vamos, tampoco me quita el sueño. Es evidente que Carretero, además de realizar un trabajo periodístico sensacional, supo ver que sobre todo aquello todavía se podía arrojar mucha luz y que, si lo lograba, despertaría el interés de la sociedad. Y así ha sido. No obstante, y por desgracia, de revival tiene poco. Las cosas están más o menos igual, sólo que ahora quizá son menos evidentes.
Me imagino que conoces a los clásicos del periodismo literario gallego, a los Cunqueiro o Julio Camba…¿manejas habitualmente su obra? Yo pienso que algunas de sus formas y modos son rabiosamente actuales, mucho más modernas que las de otros contemporáneos…
En lo que se refiere al periodismo literario es imposible no ser deudor de Rivas, pero todavía lo es más no serlo de Cunqueiro o Camba. Y en el caso de este último especialmente. Ese estilo suyo, poético pero liviano, no tan ceremonioso como el de Umbral, por ejemplo, es un poco el que se ha vuelto a imponer hoy en día, en efecto. Aunque, por mirar también al presente y al futuro, permíteme decir que da gusto ver el talento que de nuevo hay ahora mismo en el columnismo gallego.
Has colaborado también en otros medios audiovisuales…¿te encuentras cómodo allí? ¿Qué diferencias hay entre contar una historia en la radio, por ejemplo, y hacerlo sobre un papel? Estas colaboraciones, ¿nacen de una inquietud por probar otras cosas, o son capítulos independientes entre sí?
Sí, por lo general me he encontrado cómodo siempre en todo lo que he hecho. De lo contrario, habría rechazado hacerlo. Y creo que son facetas que siempre han nacido de la curiosidad. De todo ello, lo que quizá me ha costado más es dirigir un programa de televisión. No tanto porque nunca lo había hecho antes, que también, sino porque supone tener que coordinar a distintos profesionales y estar pendiente de que todos los procesos se desarrollen más o menos en paralelo, lo que difiere mucho de la escritura, que sucede en la soledad de tu despacho, a veces en la soledad de tu cabeza, y el único destino de tu esfuerzo es tu propio texto. Pero bueno, tuve la suerte de contar con un equipo fantástico que me enseñó y me ayudó mucho.
«En lo que se refiere al periodismo literario es imposible no ser deudor de Rivas, pero todavía lo es más no serlo de Cunqueiro o Camba»
En algunas de estas colaboraciones ha ejercido la tan denostada labor (hablo aquí desde la experiencia) de divulgación histórica. Yo soy un rendido admirador de quien es capaz de contarme cosas históricas, científicas o lingüísticas, por poner tres ejemplos, de forma clara y amena, porque es realmente difícil. ¿Cómo afrontas tú ese desafío?
Intentando explicarme siempre lo más clara y sencillamente que puedo, creo. A mí me gustan mucho la historia y la ciencia. Especialmente la física. Y disfruto mucho cuando veo que consigo despertar cierto interés en alguien que hasta ese momento no había prestado mucha atención a esos asuntos. A veces basta con ponerse a hablar del tema, plantear alguna duda y luego resolverla. Algo que explica por qué mis amigos me evitan y generalmente no atienden mis llamadas.
La música está asimismo muy presente en todas tus obras. Has ejercido de periodista musical y además haces tus pinitos con un grupo. ¿Cómo ves el género hoy en día en España? Me refiero a ambos…periodismo musical y la propia industria…
La industria está en pleno proceso de adaptación a un nuevo modelo de mercado que ha costado aceptar a casi todo el mundo. Tradicionalmente los músicos siempre han volcado su trabajo en un disco. Pero ahora la industria del disco es cualquier cosa menos la industria del disco y eso ha costado mucho entenderlo. Sobre todo por quienes primero lo tenían que haber entendido. Respecto al periodismo musical, como he militado en diferentes grupos de música desde que tengo memoria me cuesta mucho ser parte y juez, pero me considero objetivo. Es algo que echo un poco de menos.
Dos últimas preguntas…véndete, ¿por qué deberíamos comprar “Todo lo demás era silencio”?
Como escritor es difícil contestar a esa pregunta. Como lector diré que la de Julián y Lucía, los protagonistas, me parece una historia con la que resulta muy sencillo sentirse identificado. Y puede que esa sea una de las cosas más satisfactorias que uno se puede encontrar en una novela. Especialmente si se trata de la mía, claro.
Y la última…¿cómo llega un jurista a hacerse escritor? Es algo que también tengo que explicar yo a veces, jejeje
En realidad yo ya era escritor antes que jurista, aunque todavía no lo sabía. Lo que debió de suceder es que, durante un tiempo, seguro que me pareció romántica la idea de vivir una vida que no era mía. Las aguas, sin embargo, siempre vuelven a su cauce.
- «Todo lo demás era silencio» (Manuel de Lorenzo)
- Tapa blanda: 200 páginas
- Editor: SUMA (25 de abril de 2019)
- Colección: SUMA
- Idioma: Español
- ISBN-10: 8491293426
- ISBN-13: 978-8491293422