Todos conocemos a Santiago Ramón y Cajal por sus grandes hallazgos científicos, y el lograrlos quizás fuese consecuencia de las características especiales de su carácter. La intelectualidad fue desde luego algo que siempre acompañó a Cajal, pero sus extraordinarios hallazgos en el estudio de la histología están relacionados muy estrechamente con una curiosidad que siempre sintió por todo y que nunca perdió. Esta curiosidad y quizás también ese tesón que va tan fuertemente unido al carácter aragonés y que le acompaño durante toda su vida, fue lo que hizo de él, el extraordinario científico en que se convirtió.
Porque “ la duda “ y el “por qué “ esas dos premisas que están tan ligadas al pensamiento científico fueron a las que Cajal intentó contestar siempre desde su curiosidad siguiendo el método cartesiano de Descartes, no admitiendo jamás como verdadero cosa alguna, utilizando muchas veces tan solo la intuición basada en la evidencia, en un acto el que la mente capta de un modo inmediato y simple una idea utilizando la máxima tan conocida de Platón de: “ Si buscas, encontrarás” .
Y en esta búsqueda para encontrar que fue tan bien empleada por Cajal en su trabajo, podría tener un papel muy importante algo que Lain Entralgo ha destacado en sus interesantes estudios sobre el carácter de don Santiago, que son sus manías.
Porque según Lain Entralgo, Cajal era una persona con “manías”,el propio Don Santiago reconocía que las había padecido ya desde su juventud, por ejemplo la “manía literaria”, esta manía fue algo que él cultivó de por vida, tanto en su juventud como en sus épocas de mayor actividad científica y también en su senectud, así en su obra “ El mundo a los ochenta años” el mismo nos dice :
“Caí en la tentación de hacer versos, componer leyendas y hasta novelas“
y así escribía versos sentimentales inspirados en los de Espronceda, Bécquer o Zorrilla a los que tenia gran admiración, o novelas que emulaban las de Julio Verne, que han sido muy comentadas por Baroja o Marañón.
Y otra de sus manias era “la razonadora“ que le llevaba a escribir:
“En mi afán de saber acerca de Dios, del alma, de la sustancia y del conocimiento, leí todas las obras de metafísica de la biblioteca de la Universidad y hasta algunas más proporcionadas por mis amigos“.
Y podemos preguntarnos: ¿que sentido podrían tener esas “manías razonadoras” en un hombre que no fue y que además nunca quiso ser ni filósofo ni literato, sino que dedicó esforzadamente a la ciencia lo mejor de su vida?. Y quizás contestando a estas preguntas podríamos llegar a comprender las relaciones tan cercanas que existen entre los conocimientos humanísticos y la Medicina, porque probablemente fueran “estas extrañas manías que padecía“ unidas a su gran paciencia, de la que socarronamente también se jacta en sus escritos, las que le hicieron perseguir micra a micra el trayecto de los cilindroejes neuronales buscando y demostrando su terminación independiente bajo el objetivo de su microscopio.
Porque sus extraordinarios resultados del estudio histólogico del tejido cerebral no fueron tan solo la consecuencia afortunada de haber topado con una buena técnica de tinción, sino que quizás fuera “su manía razonadora” esa que le llevaba a intentar captar ”la realidad del propio yo“ la que le hizo conocer exactamente la textura del cerebro, no solo desde un punto de vista puramente científico, sino también de una manera humanística, y esto realmente no nos debe extrañar en alguien como él, que el que había sido un niño curioso en su infancia, un joven soñador a sus veinte años y hasta un hipnotista aficionado por curiosidad científica a los treinta y tres.
Por todo eso no debemos tampoco asombrarnos cuando habla en sus escritos científicos del “culto al cerebro” y describe a las neuronas como “las misteriosas mariposas del alma“ utilizando esas palabras tan poéticas para describir los trayectos de las células nerviosas que observaba bajo su microscopio.
También los nombres dados a sus hallazgos histológicos parecen estar inspirados en sus lecturas adolescentes de las aventuras de Robinson Crusoe, al utilizar términos como: “nidos pericelulares“, “fibras musgosas» o «eflorescencias rosáceas”, diciendo también que las células de Purkinje “superan en belleza al árbol mas elegante y frondoso” , o que las células del asta de Ammón “son comparables a plantas de jardín, algo así como a series de jacintos“.
Esta claro que el talante poético llena toda la obra de nuestro gran científico y esto es lo que hace de él un personaje tan especial para las humanidades médicas. Y para poder comprender todavía mejor la faceta biográfica dentro de la personalidad poliédrica de Cajal podríamos referirnos a una de las frases mas conocidas de Ortega “yo soy yo y mis circunstancias” que en opinión del profesor Rodriguez Adrados, gran helenista y filólogo, pudiera recordar en algo a otra de Arquíloco, desde luego mucho mas antigua, que dice: “Pienso según en las circunstancias en que me encuentro”, no sabemos si Ortega conocía o no esta frase, pero de una manera o de otra estas reflexiones ya desde la antigüedad nos muestran las relaciones existentes entre el hombre y el mundo exterior, el hombre limitado por el mundo, un mundo que es realmente diferente para cada hombre.
Y podemos preguntarnos a la luz de su faceta biográfica: ¿como pudieron influir las circunstancias del mundo de Cajal en las distintas etapas de su vida?. Pues sus circunstancias serían como las de todos los grandes creadores, aquellos que rompen moldes, que son los que hacen triunfar el yo sobre las circunstancias.
El creador, el investigador, el hombre de pensamiento y hasta el artista que encerraba don Santiago en su persona, habitó sin lugar a dudas en esos pequeños círculos, esos espacios de soledad, que el mismo refiriéndose a ellos en sus memorias describe como:“hábitos que hacían de mi un ser huraño que tanto disgustaba a mis padres”. Pero era en estos hábitos, en esos pequeños espacios de soledad, donde intentaba asimilar y comprender “las enseñanzas que la propia naturaleza muestra a quien sabe entenderlas“.
Como cuando por ejemplo le sorprendió la caída de un rayo en su escuela de Valpalmas que definió como una “fuerza ciega de la naturaleza” o como cuando castigado por su maestro a permanecer en un cuarto oscuro iluminado solo por un débil rayo de sol descubrió las imágenes invertidas de la cámara oscura, o su asombro por la matemática de la naturaleza y la sabiduría de los griegos al describir los mecanismos implicados en los eclipses solares como el que él mismo vivió en 1860 y que definió como “una luminosa revelación“
También tendríamos que citar aquí su temprana afición en la adolescencia por la Física que denomina la ciencia de los milagros, el magnetismo, la óptica o la electricidad que como el mismo dice que “le tenían embobado” o hasta su interés por las posibilidades astronómicas del cálculo trigonométrico de Hiparco de Samos, que le llenaban de admiración.
Y quizás fueran todas estas circunstancias que vivió Cajal las que marcaron de alguna manera su vida y su carácter, porque lo que en principio podría ser para el la extrañeza de ver algo por primera vez se acabará convirtiendo en una cuestión intelectual a la que siempre intentará encontrar una respuesta, siendo esto la base del pensamiento científico que le acompaño durante toda su vida.
Y este ejercicio mental, este “hábito de ver las cosas por primera vez “ fue realmente lo que llevo a Cajal a hacer sus grandes descubrimientos científicos porque, y citando de nuevo a Ortega “Sorprenderse y extrañarse es la primera forma de comprender” y esto fue realmente el eje sustentador del pensamiento de Cajal durante toda su vida. Y ya para terminar me gustaría citar unas palabras con las que Cajal da consejos a los jóvenes que quieren dedicarse a la investigación y la ciencia, mostrándoles con ellas la especial conexión de la medicina con las Humanidades Medicas, diciéndoles:
“A los que os digan que la ciencia apaga toda la poesía secando las fuentes del sentimiento y el ansia de misterio que late en el fondo del alma humana, contestadles diciendo que la poesía que se esconde dentro de la ciencia es mucho mas grandiosa y sublime que la vana poesía, porque es la poesía de la verdad, la que la naturaleza ha escondido dentro de sí, y que el descubrirla y lograr progreso el científico a través de ella es un acto único y es lo que mas dignifica el espíritu humano».
Y estas palabras de Cajal que unen de una manera tan poética la literatura y la investigación científica, desvelan que quizás fuese ese gran médico humanista que escondía don Santiago en su interior, quien que le ayudó a convertirse en el gran científico que todos conocemos.