Miles. Millones. Si intento aproximar la cantidad de imágenes diarias que visualizo, no puedo si quiera aproximar una cifra, pero supongo que será desorbitada. Pienso en mi día a día. Noticias digitales, tweets, instastories. Sobrepoblación de publicidad en el metro de Madrid. Carteles de conciertos por las calles. Películas, series.

«La imagen y la noticia lo han inundado todo. Esta piscina informativa se ha convertido en el nicho ecológico que habitamos y en él buceamos día a día, cuidando de no ahogarnos»

La imagen y la noticia lo han inundado todo. Esta piscina informativa se ha convertido en el nicho ecológico que habitamos y en él buceamos día a día, cuidando de no ahogarnos. La sobreinformación nos llena los pulmones y nos cala hasta los huesos. Configura nuestro sistema de creencias, ese prisma a través del cual vemos y juzgamos nuestra realidad.

Sobre los hombros de los creadores, pues, ya sean periodistas, músicos, guionistas, diseñadores o dibujantes; autónomos o trabajadores de grandes empresas, reposa, o mejor dicho cae a plomo, una gran responsabilidad: la de la representación.

Porque no pasan desapercibidas las elecciones que estos hacen de sus personajes creados. Su género, sus características físicas y mentales. Lo que piensan, lo que sienten y aquello con lo que sueñan. En este nuevo mundo de las ideas, en el cual estamos inmersos lo queramos o no, lo que se ve y lo que se dice es profundamente relevante.

Estos productos culturales que consumimos a diario vehiculan la socialización, promueven y legitiman modelos de conducta que interiorizamos con el fin de adaptarnos a nuestro entorno sociocultural. El “Yo soy yo y mis circunstancias” en estado puro. Por eso, los personajes que ocupan nuestras pantallas, todas ellas, y las páginas de nuestros libros y revistas tienen que ser abanderados de la realidad que esperamos vivir el día de mañana.

«Y el día de mañana, como no puede ser de otro modo, estará lleno de mujeres. De mujeres con todo tipo de oficios, con todo tipo de cuerpos, con todo tipo de actitudes»

Y el día de mañana, como no puede ser de otro modo, estará lleno de mujeres. De mujeres con todo tipo de oficios, con todo tipo de cuerpos, con todo tipo de actitudes. En ese mundo, habrá mujeres brillantes. En ese mundo, también habrá mujeres normales y corrientes.  

Porque pese a que los avances del feminismo hayan conseguido teñir, puntualmente, la piscina de morado, cosa que es de agradecer, los nuevos personajes femeninos que nos encontramos en papeles hasta ahora inusuales, como en posiciones de poder o en áreas técnico-científicas, no han conseguido escapar de una gran e histórica lacra para la mujer: la proyección sobre ella de imágenes irreales.

Pese a los referentes en que se han convertido, el mundo ni está, ni puede estar, lleno de “Marie Curie”s o “Beth Harmon”s. Y eso está bien. Derribado el muro que parecía encerrar a los personajes femeninos, aislados del reconocimiento y representación que siempre merecieron, no premiemos solo la genialidad. No dejemos a nadie atrás. Representemos la diversidad de la mujer en todo su esplendor.