Fotos cortesía Fundación Telefónica
La palabra imposible comienza a perder su significado. La sociedad, gracias a la tecnología, avanza a un ritmo desenfrenado. Dentro de poco, el reloj biológico dejará de ser un problema para las mujeres, y quizás estemos rozando el final del envejecimiento del ser humano. La periodista del Independiente Marta García Aller lo cuenta en su libro «El fin del mundo tal y como conocemos».

 

Tu libro se titula “El fin del mundo tal y como lo conocemos”. ¿Deberíamos tenerle respeto al nuevo mundo?

La incertidumbre provoca recelo, al igual que los cambios. Creo que, actualmente, estamos viviendo un momento de gran desasosiego. La mejor manera de combatirlo es haciéndonos preguntas acerca de hacia dónde nos dirigimos. Por eso escribí “El fin del mundo tal y como lo conocemos”.

En el libro mencionas el fin de las cosas que nos rodean. ¿Recuerdas como era la vida antes de Google o de los Smartphones?

Sí, y de hecho, esto mismo forma parte de un apartado muy importante del libro. El mundo tal y como lo conocemos proviene del s.XX. Ahora, en el s.XXI, las cosas están cambiando y el milenio no cambia cuando lo dicta el calendario, sino cuando nuestra mentalidad se modifica. Todos esos recuerdos de cómo era el mundo antes de Google, para mí, son un punto de partida fundamental a la hora de ponerle contexto a los cambios; a cómo eran esas infancias en las que muchos hacíamos los deberes consultando una enciclopedia, o esos momentos tan interesantes y nerviosos para un adolescente: el hecho de volver a casa y preguntar si había llamado alguien. Todos esos cambios son tan profundos en la sociedad que los hemos dado por hecho. Sin embargo, en el mundo actual, la manera en la que vivimos el paso del tiempo es diferente a como era antes.

“Las cosas están cambiando y el milenio no cambia cuando lo dicta el calendario, sino cuando nuestra mentalidad se modifica”

Muchas personas opinan que se vivía mejor antes de Google o los Smartphones.

Creo que el ser humano suele tener nostalgia sobre cómo eran ciertas cosas cuando él era más joven. Todas las épocas sufren un momento de desconcierto, y diría que ahora mismo el teléfono móvil, en concreto el Smartphone, ha provocado cambios muy profundos en nuestra vida social, sentimental o laboral, y eso que solo lleva 10 años con nosotros. El Smartphone lo ha cambiado todo, y quizá echamos de menos ese tiempo en el que todo era mucho más sencillo; y no creo no fuera tan sencillo como pensamos, lo que ocurre es que aquellas reglas del juego sí que las conocemos. Lo que echamos de menos es que antes entendíamos las reglas del juego, porque, por ejemplo, ahora no sabemos que es maleducado o no hacer con un Smartphone.

Muchas veces ves que hay parejas sentadas uno al lado del otro, pero están mirando sus teléfonos y no se prestan atención. ¿Quizá es la empatía lo que echamos de menos? El hablar, el mirarnos a los ojos…

Absolutamente. Si lo permitimos, una de las cosas que más riesgo corre es la empatía. Cosas como mirarnos a los ojos cuando hablamos, tocarnos la piel, en vez tocar solo las pantallas… También es verdad que en el s.XX las terrazas estaban llenas de gente que hacía crucigramas, mirando a los árboles y estaba de forma contemplativa sin hacerse ni caso. Lo que pasa es que no era tan evidente, y el reclamo de atención no se concentraba en un solo objeto, sino en muchos.

Yo recuerdo las sobre mesas de niña, en las que nos niños no parábamos de hacer bolitas con las servilletas, quemar palillos… No sabíamos cómo matar el tiempo, y ahora lo que nos entretiene son las pantallas. El aparcaniños, como lo llaman algunos. Creo que esto es un gran reto del mundo actual, entender que no podemos ser tan dependientes del teléfono. Pasamos demasiadas horas conectados al teléfono. Por ponerte un ejemplo, el WhatsApp. Es maravilloso, porque acerca a los que están lejos, pero debemos tener cuidado de que no aleje a los que están cerca. Es responsabilidad nuestra hacer un buen uso de las tecnologías.

“El mundo al que vamos es más autodidacta y tenemos más información a nuestro alcance de la que hemos tenido jamás y eso permite adaptarse y aprender”

¿Qué crees que es lo más importante para adaptarse al mundo que ya está llegando?

Sobre todo, tenemos que prepararnos para aprender y desaprender de forma más rápida. En un entorno en el que las reglas del juego cambian tan rápidamente es importante tener una mentalidad abierta y aprender muy rápido, y eso es algo que los niños de hoy en día nos están enseñando. Se ponen delante de YouTube y hacen cosas increíbles que nadie les ha enseñado. Creo que el mundo al que vamos es más autodidacta y tenemos más información a nuestro alcance de la que hemos tenido jamás. Eso permite adaptarse y aprender. Tenemos que ser conscientes de que las profesiones del año 2050 no existen todavía, y que ni siquiera los que estamos trabajando vamos a poder dedicarnos a lo mismo en menos de 10 años, por lo menos no de la misma manera. Vamos a tener que seguir aprendiendo de forma constante y eso requiere de mucha curiosidad.

“He entrevistado a diferentes expertos de distintos ámbitos y me han enseñado que ahora mismo, los científicos no utilizan la palabra imposible”

¿Qué es lo más revelador que has aprendido de toda la gente a la que has entrevistado para el libro?

He entrevistado a diferentes expertos de distintos ámbitos, entre ellos la psicología, la ingeniería o la biotecnología. Me han enseñado que ahora mismo, los científicos no utilizan la palabra imposible. Hay cantidad de asuntos que creían imposibles hace 15 o 20 años, y de repente, se han convertido en una realidad. Es extraordinario. El futuro no está escrito, pero sabemos lo que estamos dejando atrás. Llega el fin de los coches que se conducen, llega el fin de la privacidad. Es el fin del petróleo y de los combustibles fósiles. Hablo también del fin del trabajo y de cómo la robotización nos va a cambiar lo que entendemos como empleo. También llega el fin del reloj biológico, y gracias a la ciencia, las mujeres podremos elegir la edad a la que queremos ser madres. Nos cambia el mundo tal y cómo lo conocemos, y creo que no hay que mirarlo con miedo. El mundo al que nos dirigimos puede ser mejor si utilizamos estas tecnologías de manera responsable.

Tú eres periodista. ¿Qué futuro le esperan a los medios de comunicación?

Lo estamos viendo ya. Lo que entendíamos por periódico en el s.XX tiene poco que ver con lo que es ahora, y en el Periodismo hemos perdido mucho tiempo discutiendo sobre el soporte, y me parece que el lector lo que quiere es que le contemos buenas historias. En eso deberíamos centrarnos los periodistas, porque hay muchas nuevas maneras de contar historias. También existe un reto enorme, las fake news, o noticias falsas, que pueden ser, paradójicamente, de ayuda para el futuro, porque cuando los lectores comienzan a ser conscientes de que las redes están llenas de bulos, valorarán más las cabeceras de referencia y a los periodistas de los que sí se pueden fiar. Los medios tenemos que trabajar en recuperar la confianza de los lectores.

Con la cantidad de información que ahora disponemos al alcance de todos, ¿existe un mayor riesgo de manipulación?

Hay riesgos que ya se están demostrando. Lo que llamábamos la aldea global en los años 90, ese Internet que se suponía que iba a derribar muros y fronteras, lo que está creando son nuevos muros, esos filtros burbuja, en el que el algoritmo nos enseña la información que coincide con nuestros propios prejuicios. Cada vez toleramos menos que nos lleven la contraria, y eso puede fomentar el fanatismo. Tenemos unas miras cada vez más pequeñas en un mundo que se suponía que iba a ser cada vez más global. Es uno de los retos que tenemos por delante, y sobre todo, no se trata de que cada vez sea más fácil manipular, se trata de que cada vez es más fácil estar mejor informado, lo que tenemos es que tener un poco de educación y formación en medios para poder separar la paja del grano. La gran diferencia con respecto a épocas anteriores es que la gente que hace 20 años no se informaba, era consciente de que no lo hacía. Ahora nos encontramos una situación nueva en la que hay una gran parte de la población que cree estar bien informada y que, en realidad, está consumiendo una información de una calidad muy mejorable. Esto es lo nuevo y es mucho más peligroso que estar desinformado. Hay bulos que crecen por WhatsApp y hay personas que confían en esa fake new y se preocupan, pero no se informan de si es verdad o no, solo se lo creen.

“El fin de la paciencia es otra realidad, porque tenemos necesidad de que alguien nos responda al momento, y esto no es tan peligroso como el hecho de que estemos perdiendo empatía”

En el libro hablas de “El fin de las cosas que nos rodean” a nivel tecnológico, o los modelos de negocio… Pero, ¿y si hablamos del ser humano? ¿Qué dirías que se está perdiendo o acabando?

Estamos perdiendo algunas capacidades, como por ejemplo, la memoria. Existen estudios que demuestran que cada vez tenemos menos memoria y que disponemos de menos paciencia. Vivir conectados nos convierte en esclavos de la inmediatez. Recordar cosas cada vez es menos relevante porque podemos echar mano de la pantalla para comprobar cualquier cosa en Google en cualquier momento. También es cierto que, en la sociedad actual, la memoria es menos relevante para desenvolvernos en nuestra vida cotidiana, porque teniendo un Smartphome a mano podemos resolver muchas dudas que antes debíamos llevar en la cabeza. Lo más importante es seleccionar información y diferenciar, y para eso hay que entrenar el cerebro. El fin de la paciencia es otra realidad, porque tenemos necesidad de que alguien nos responda al momento, y esto no es tan peligroso como el hecho de que estemos perdiendo empatía. En el libro tengo un capítulo dedicado al fin de la conversación, en el que relato lo que sucede cuando dejamos de hablarnos en persona. Ahora tenemos más contacto con las personas a través de una pantalla que en la vida real, y esto hace que tengamos una pérdida de la empatía. La memoria la podemos resolver con la tecnología, pero la empatía no, y es importante, dado que está relacionada con la felicidad y la esencia de por qué estamos aquí. La empatía es la capacidad humana que más nos diferencia de las máquinas.

Antes hablabas del fin del petróleo, uno de los grandes intereses de nuestra era. ¿Qué será el nuevo petróleo?

El petróleo de nuestra era son los datos. El mundo se está datificando como hace un siglo se electrificó. Ahora mismo la economía de los datos va a dar forma al poder. Se tiene una mayor preocupación por la privacidad de nuestros datos. Además, los humanos nos estamos empezando a preguntar qué se hace con ellos. Esto será una gran cuestión que le dará forma al poder. Quien tenga los datos tendrá el poder económico y político. Hemos visto que puede influir en elecciones.

Cómo periodista de economía y política, ¿cómo ves la situación política actual?

Me parece realmente fascinante el cambio tan vertiginoso que hemos visto en las últimas semanas. Es un giro de guión que no esperábamos. Estamos viendo en El independiente, el diario en el que trabajo que, de repente, ha aumentado mucho el interés de la ciudadanía en temas relacionados con la política y también en economía, a fin de poder entender bien lo que está ocurriendo. Creo que la trama anterior se había agotado, y por eso ha cambiado radicalmente. Todo lo que atraiga novedades, atrae el interés de la gente, que lo quiere, enterarse y entender lo que está pasando para configurarse una opinión.

“Pedro Sánchez estaba muy desdibujado y haber accedido al gobierno le pone en una relevancia y le da un escaparate que ha sabido aprovechar”

¿Qué te parece el nuevo ejecutivo? Pedro Duque, Grande-Marlaska… Son nombres potentes y personas muy cualificadas, pero hay quien tilda a Pedro Sánchez de haber formado un consejo de ministros digamos de escaparate.

Una cosa no quita la otra. Ambas pueden ser ciertas. Hay personas muy preparadas y a la vez puede ser un escaparate, una campaña electoral andante para ir preparando las nuevas elecciones cuando se convoquen. Lo cierto es que ha sido un cambio que ha permitido al PSOE ponerse de nuevo en el mapa. Pedro Sánchez estaba muy desdibujado y haber accedido al Gobierno lo coloca en una relevancia y le da un escaparate que ha sabido aprovechar. Efectivamente, creo que tiene que ver con las luchas internas que ha vivido el presidente en su partido, y de haber vuelto, contra todo pronóstico, como secretario general del PSOE. Eso ha hecho que dentro del partido tuviera pocos favores debidos, de tal manera que hemos salido de la endogamia a la que estamos acostumbrados en los gobiernos, a partidos que reparten cargos con su gente, y hemos visto más técnicos y más perfiles de fuera de la política. Es algo que la ciudadanía ha valorado, al margen de nombres concretos que nos puedan gustar más o menos. El hecho de que sea gente que tiene una profesión  fuera de política ha sido una novedad muy valorada por los españoles.

En las últimas encuestas, tanto el PP como el PSOE, tenían datos muy bajos. ¿Opinas que en las próximas elecciones podría haber sorpresas?

En las últimas encuestas, el PSOE ya estaba remontando, pero no me aventuraría a hacer previsiones porque sé lo fácil que es equivocarse haciendo pronósticos, sobre todo, teniendo en cuenta la cantidad de giros de guión que están sobre la mesa. De aquí a que se convoquen elecciones pueden pasar muchas cosas.

“Creo que hay que poner fin a esta emergencia humanitaria con políticas que ayuden a resolver el problema en el origen”

¿Qué noticia te encantaría dar?

Muchas, la verdad. Ahora mismo estamos viviendo el gran drama de los inmigrantes con el Aquarius y viendo la cantidad de situaciones dramáticas que viven estos refugiados en busca de asilo que se cuentan por miles. Creo que hay que poner fin a esta emergencia humanitaria con políticas que ayuden a resolver el problema en el origen y que evite que haya pasajeros menores no acompañados, mujeres embarazadas…Entender la desesperación que lleva a estas personas a embarcarse en lanchas que le pueden llevar a la muerte es algo a lo que no puede vivir ajena la Unión Europea. Deberíamos ponernos a trabajar para resolverlo.

¿Y la que preferirías no dar jamás?

No me gusta ponerme trascendente. Hay muchas noticias nefastas que damos los periodistas a diario: atentados, violaciones, muertes, injusticias… Lamentablemente, los periodistas estamos acostumbrados a dar más malas noticias que buenas, pero por la esencia misma de la información. Que demos más malas noticias que buenas significa que lo malo no deja de ser la excepción, por eso es noticiable, porque no pasa tan a menudo como lo bueno.