Siempre resulta difícil reflexionar sobre Leni Riefenstahl, una de las cineastas más controvertidas de la historia del cine, que, no obstante, dejó asentadas una serie de pautas audiovisuales que muchos directores actuales, del cine estadounidense comercial sobre todo, recrean continuamente en la gran pantalla. Alrededor de su figura se han construido multitud de mitos y levantado cuantiosas polémicas, que giran en torno a su colaboración artística con el nazismo y con Hitler.
Comenzó su carrera en la danza, pero Riefenstahl pronto se une al mundo del cine, protagonizando varias películas de alpinismo y dirigiendo algunas otras. Sin embargo, el rechazo que parece causar en el presente no se debe, precisamente, a sus bailes o interpretaciones en escenarios o en montañas, sino a la dirección de las películas-documentales nacionalsocialistas, que conformaron una parte importante de la propaganda nazi, con una calidad artística excepcional. Sirvan como ejemplos La victoria de la fe 1933), Día de la libertad: Nuestro ejército (1935) o El Triunfo de la Voluntad (1935), además de las dos partes de Olimpiada (1938), que son el único testimonio fílmico de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.
«De todos los títulos citados, El Triunfo de la Voluntad es el más notable debido a su meticulosa elaboración técnica y estilística y a su valor como documento audiovisual»
De todos los títulos citados, El Triunfo de la Voluntad es el más notable debido a su meticulosa elaboración técnica y estilística y a su valor como documento audiovisual. Se trata de una película que suscita un problema ético y estético, basado en la concepción ambigua de Riefenstahl y de sus películas propagandísticas. Por un lado, el film se concibe como un documento artísticamente cuidado y con una calidad excepcional, sirviendo de ejemplo para documentales venideros y para el cine en general, y por otro, es un documento propagandístico, un panfleto nazi que ensalza las ideas totalitarias de Hitler y del nacionalsocialismo. La misma escisión puede aplicarse a la directora: magnifica cineasta por un lado, amiga de los nazis por otro. Dicha desavenencia es objeto de reflexiones y debates acerca de la autonomía del arte, del valor independiente de las obras y de la separación o unión del artista respecto a ellas; sin embargo, hoy no vamos a centrarnos ni en este ni en otros de los muchos conflictos relacionados con el arte y la política que Riefenstahl motiva. Atenderemos al problema de si se puede entender El triunfo de la voluntad como un documental o si, por el contrario, debe concebirse como una película, separándola del género y posicionándola junto a los documentos de ficción y todo lo que ellos conllevan: interpretación, montaje, edición, etc.
Resulta evidente que ningún documental va a narrar los hechos tal y como son, ya que existen muchos factores que interrumpen la relación directa entre ellos y lo que aparece en la pantalla: filmar un objeto determinado y no el que se sitúa un metro más allá, por ejemplo, es uno de ellos. Pero no, tampoco vamos a llegar a estos límites, donde si nos ponemos estupendos el género documental no existiría. Nos centraremos en el ejemplo particular de Leni Riefenstahl y en la realización de El triunfo de la voluntad que, según la cineasta, es un documental que narra fielmente los hechos sucedidos en el Congreso del Partido de Nuremberg, en 1934, pero que, realmente, posee un proceso de edición y de montaje exhaustivo y excepcional, a la altura de las grandes producciones hollywoodienses actuales.
«La película es una maravilla en lo referente al montaje; imágenes y música van acordes, siendo un elemento muy atractivo estéticamente, que produce fascinación en aquel que la visualiza»
La película es una maravilla en lo referente al montaje; imágenes y música van acordes, siendo un elemento muy atractivo estéticamente, que produce fascinación en aquel que la visualiza. En el documental El poder de las imágenes: Leni Riefenstahl (1993), la directora narra, paso a paso, el proceso de montaje del film, explicando la concordancia entre las marchas militares y la música. A ella se le debe, además, el reconocimiento por la popularización del uso del plano contrapicado y del general picado, con los que ensalzó la figura del Führer, situando a las masas por debajo, tanto visual como moralmente.
Los planos y perspectivas utilizados en El triunfo de la Voluntad no son casuales. Si Godard sostuvo que “el travelling era una cuestión moral”, con Riefenstahl descubrimos que el contrapicado también lo es. Ningún plano es gratuito, todos expresan una idea.
«Ningún plano es gratuito, todos expresan una idea»
Por otro lado, se debe tener en cuenta que muchas escenas están preparadas y premeditadas antes de rodarse. Cabe destacar una, perteneciente a la primera media hora del metraje, en la que distintos miembros del partido aparecen, uno a uno, dando discursos. Al principio, dicha escena no iba a realizarse, pero la vanidad de los líderes se vio herida cuando se dieron cuenta de que no aparecían en la cinta y Riefenstahl tuvo que filmarla. Lo mismo ocurrió en Olimpiada, cuando tuvo que volver a filmar a algunos deportistas repitiendo el ejercicio que ya habían realizado durante la competición. Además, los escenarios y espacios estaban colocados y preparados a propósito para una perfecta puesta en escena, lo que le resta todavía más veracidad al trabajo, si se le quiere presentar como documental.
Estos datos dan a entender que los documentos audiovisuales existentes del Congreso del Partido en Nuremberg están filmados en formato película. Poseen un proceso de edición y de montaje, además de uno de preparación; en ningún caso Riefenstahl filmó lo que iba a ocurrir si nadie hubiera sabido que iba a haber cámaras delante, que es, en definitiva, lo que otorga a un documento fílmico la categoría de documental. ¿Es, entonces, El triunfo de la voluntad un documental? La respuesta es un sí a regañadientes, porque muestra hechos que iban a suceder de todas formas, pero lo hace de una manera estilizada y embellecida, dando lugar a la mejor película de propaganda de todos los tiempos.
«Sin embargo, como labor documental, El triunfo de la voluntad es un fracaso, pues no responde fielmente a los hechos, sino que, mediante las técnicas de edición mencionadas, los manipula para generar determinadas sensaciones en el espectador»
No cabe duda de que es un trabajo esencial en la historia del cine, ya que los medios técnicos de los que la directora dispuso le permitieron realizar una película fascinante, cuya estructura visual y montaje se siguen observando en las grandes superproducciones actuales. Sin embargo, como labor documental, El triunfo de la voluntad es un fracaso, pues no responde fielmente a los hechos, sino que, mediante las técnicas de edición mencionadas, los manipula para generar determinadas sensaciones en el espectador. Las imágenes filmadas por Eva Braum en el Berghof, la casa de Hitler en los Alpes, mismamente, poseen una veracidad y un realismo mucho más directo que todas las películas-documentales de Riefenstahl juntas.