Nietzsche dijo que deberíamos dejar de pensar si nos negamos a hacerlo en la cárcel del lenguaje. Nos limita, coarta y define. Ésta cárcel representa nuestra única posibilidad de vida, de pensamiento. La teoría de Sapir Whorf se mostró crítica contra el enfoque de la lógica natural. Consideraron que existía cierta relación entre las categorías gramaticales de una lengua y el modo de entender y conceptualizar que tenían los hablantes de esa lengua, es decir, hablantes de lenguas diferentes entienden el mundo de forma distinta, por eso la representación gráfica del ladrido de un perro en español es «GUAU-GUAU» y en inglés «WOF-WOF». Los perros ladran igual en España, que en Inglaterra que en la China. Esta teoría desarrolló dos hipótesis: la primera decía que el lenguaje no condiciona el pensamiento, sólo lo conduce, mientras que la segunda afirmaba que ya no sólo el lenguaje es una prisión, sino cada lengua es una cárcel y que uno jamás podrá entender el mundo de forma diferente porque la conciencia de cada persona se forma con su lengua materna. No conozco prisión tan confortable y con los barrotes tan abiertos como la del lenguaje. El lenguaje no es una divinidad, de hecho no es nada por sí mismo, pues necesita un sujeto que juegue con él al juego de las palabras. Sin embargo, el lenguaje va más allá de lo meramente articulado, pronunciado y gesticulado. El propio pensar es un lenguaje. El lenguaje es mucho más que una simple alineación de palabras, posee una estructura jerárquica. Esta estructura jerárquica no aparece explícita en ningún lado pero los niños y niñas la utilizan correctamente, ¿por qué? Porque la sensibilidad no es aprendida, es natural. Las palabras son variables y limitadas, como también es limitado nuestro conocimiento de ellas. La literatura es una corona de rosas y espinas, de amantes y detractores, de apasionados y desapasionados. Se trata de un terreno fértil muchas veces pisoteado y vilipendiado por contrarios al libro, ese invento inmejorable. Hay quienes exigen a la literatura que enseñe ciertos conocimientos, alguna enseñanza, también hay quienes le piden a la literatura disfrute, gozo, deleite, pues al fin y al cabo recurrir a ella es abandonar momentáneamente la realidad para adentrarse en el mundo callado que esconden las palabras impresas. Cada letra impresa, como decía Pedro Salinas, es una eterna ninfa contra el gran mundo vacío.
El gran Antonio Machado dijo aquello de «la verdadera libertad no es poder decir lo que se piensa sino poder pensar lo que se dice». La literatura es uno de los pocos terrenos donde el ser humano, consciente de las fronteras carcelarias, ha sentido y siente un grado mayor de libertad.