Fotografía Iván Casuso
Encerrado en un puñetero cuadrilátero. La mascara aprieta, el florete pesa. Solo, sin ayuda de nadie. Únicamente hay dos formas de salir de allí: derrotado o exhausto. Puede que ambas sean posibles.
Un paso al frente, dos atrás; otra vez en guardia. Flexionas las rodillas, esquivas las embestidas. Piensas en tirar la toalla, abandonar la contienda quizá sería lo más razonable. Pero sigues en pie, aguantando los golpes.
Touché, una vez más.
No hay rival. Nunca lo hay. No existe nadie, excepto tú. La lucha, lo sabes, siempre es contra uno mismo.
El éxito, decía Churchill es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo. Tú ya lo perdiste hace tiempo y, sin embargo, sigues empuñando el arma. Fingiendo que te importan cada uno de los lances.
Hace tiempo que has descubierto que el único éxito es mantenerse en pie y simular que hay una épica detrás de cada una de las acometidas. A fin de cuentas, el espectáculo ha de continuar.