Asisto como observadora al proceso electoral del pasado martes 31 de mayo con la intención de elaborar la crónica de una jornada diferente, de contar como ha trascurrido el día y ¿sabéis qué? Pues que en el Ateneo de Madrid, templo del debate templado en la forma y apasionado en el fondo siempre triunfa el talante renovador y dialogante. Os invito al recorrido por un día más en la Historia de Madrid.
Primera parada, mesa electoral.
En el Salón de Retratos del Ateneo no se habla de otra cosa. Las ciento ochenta y ocho ilustres imágenes que presiden la estancia aprovechan el preponderante lugar ocupado para supervisar el movimiento de asociados que, entre saludos fraternales, ilusionante expectación y urnas democráticas deciden entre dos candidaturas: Grupo 1820 y En defensa del Reglamento. Aunque sé que no descubro nada con esto, si querría contaros algo, bueno mejor dicho varias cosas que solo pueden suceder en el espacio donde la creatividad adquiere tintes superlativos.
Trasiego de papeletas en una mano y el bolígrafo en la otra buscan donde apoyarse para unirse en la decisión final. … todo normal, incluso las ciento ochenta y ocho miradas silenciosas vigilando el legado que un día dejaron. Sin querer fijo la atención en los óleos suspendidos en paredes, tan serenos y serios en un primer vistazo y entonces, se obra la paradoja. Retratos inertes han iniciado un debate desde la realidad paralela donde ahora habitan, pues parece que no han perdido la sana costumbre de intercambiar opinión y por supuesto, este día no iba a ser menos. Una figura rígida cruza los dedos mientras otro frota las manos impaciente y un tercero parece inclinarse hacia delante, apoyado en el marco inferior del cuadro interesado por las decisiones de su querido templo. Aquel del fondo se acaricia la barbilla complacido al intuir la inminente renovación del Ateneo y Clara Campoamor sonríe al ver cada vez más cerca la llegada de antiguas compañeras como Carmen de Burgos a quien no ha dejado de echar de menos. Finjo despreocupación cuando encuentro a uno con el ceño fruncido al verse descubierto, pero no por ello dejo de prestarles atención, pues en mi descargo diré que siempre me gustó su charla. Entre sus comentarios escucho hablar del Grupo 1820, de innovación, de impulso, de ilusión y por encima de todos una frase sobrevuela la sala: «La luz que nos une»
Mientras los términos luz, unión y nosotros resuenan en mi cabeza me cruzo con Carlos Mendoza Bullón. Él participa activamente en la candidatura del Grupo 1820 y lo hace con la actitud y el espíritu animoso que le caracteriza. Me presenta a Marta Sanz Justel, aspirante a vicepresidenta del mismo grupo. Así en una charla informal nos encaminamos hasta el lugar donde tendrá lugar la espera.
Segunda parada, la cafetería.
Charlamos y de inmediato me doy cuenta que Marta es una mujer con el don de la escucha, que es lo suficientemente joven como para aportar progreso y lo suficientemente madura como para saber la forma de hacerlo. Ella habla de entendimiento, deber y razón, Marta dice «deseo facilitar que el Ateneo entre en la era difital, que cuente con el interés de las generaciones más jóvenes, que vuelva a ser lo que fue, que vuelva a aportar ideas para que futuro y progreso lleguen a ser sinónimos, que salga de una vida de viejas rutinas para mostrarnos una actividad acorde con los tiempos, en definitiva, que vuelva a ocupar el lugar que tuvo en la vida cultural y social de Madrid… para todo esto podeis contar conmigo.»
La escucho con atención y descubro varias cosas que tenemos en común, pero he de confesar algo: no es el discurso ni las coincidencias quienes me convencen sino la luz desprendida en sus palabras, el brillo de su sonrisa al exponerlas y la ilusión que sus manos son incapaces de ocultar. En definitiva, signos inequívocos de objetivos por cumplir y sobre todo, ganas de hacerlo.
En las mesas de alrededor mi copa de vino contempla políticos, personajes mediáticos, artistas, escritores, periodistas, científicos, filósofos…la vida social madrileña en estado puro.
Tercera parada, el resultado.
A las 21,30 horas cierran las urnas e inician la recta final. Seiscientos tres socios han ejercido su derecho al voto, una acción tan fácil de llevar a cabo y sin embargo, generadora de tantos sentimientos. Nervios que incitan sonrisas tímidas se entrecruzan con miradas emocionadas ante las marcas de las papeletas decisorias. Poco tiempo después hacen públicos los resultados: Grupo 1820 ha ganado las elecciones. ¡Enhorabuena! Parafraseando su discurso querida Marta y Carlos «podéis contar conmigo»