Foto: Iván Casuso
Reconstruyo todos los crímenes que nos llevaron hasta aquí. Escudriño todas las pistas en busca de culpables.
Araño en la monotonía de los días. Analizo cada una de las huellas dactilares que olvidaron nuestros cuerpos y todas las palabras que obviamos por el camino.
Como un niño en el patio del colegio, me recreo en el sexo a deshoras, cuando ya de madrugada, justo antes de que sonase el despertador, nos encontrábamos detrás de un roce furtivo.
Nos sitúo a ambos, frente a frente, en un careo interminable de días acumulados tras fracasos laborales, oportunidades perdidas y comidas familiares.
La cena ya está lista, dices con voz pregrabada al otro lado de la cocina americana en la que antes tomábamos cerveza.
Me siento frente al plato, al otro lado de la mesa, y remuevo con pereza las coles de Bruselas.
Creo que fuimos nosotros los culpables, interrumpo el silencio compartido.
¿Qué?, preguntas mientras mutas el sonido en la TV.
De todos esos crímenes, fuimos nosotros los culpables.