¿Superación? ¿Integración? ¿Diversidad funcional? Habrás escuchado estos conceptos y crees conocerlos. Pues siento decirte que, hasta que no hayas terminado de leer este artículo no podrás presumir de comprender el significado real de estos términos. Para explicártelos, lo haré en torno a un aniversario, pues en este mes de enero se cumplen 25 años de la llegada de tres hombres a la cima del Aconcagua. Ellos definen el espíritu de la superación en toda su magnitud.

Te presento a Alfonso Fidalgo López, un deportista de alta Competición (lanzamiento de disco y peso) quien, durante la década de los 90 cosecha éxitos importantes, pero que además esto no le parece suficiente y decide coronar la cima del Aconcagua, sí, esa que para llegar a la cumbre debes subir hasta los 6962 m. Supongo que hasta el momento pensarás que numerosos deportistas han conseguido logros semejantes. Sin embargo, ¿sigues pensando lo mismo si te digo que Alfonso es ciego total?

Él es un leonés nacido en Cembranos, un pequeño pueblo de apenas 300 habitantes en el año 1969, donde con apenas 17 años comienza a perder la vista, hasta que en pocos meses esta desaparece por completo.

Como él mismo dice «la ceguera es una línea muy fina donde unas veces estás a un lado y otras veces al otro. Tan fina es que yo fui primero vidente y después ciego».

En medio de esa situación, nuestro protagonista comienza a ser consciente de todo lo que le está pasando y decide mirar de frente a la vida y retarla al máximo. Esto le impulsa a marcharse a Madrid, donde aparecen quienes le marcarán su destino a partir de ese momento: ONCE y Sinesio Garrachón Burgos, su entrenador deportivo. La primera le da la oportunidad de aprender a desenvolverse en la vida que le ha tocado vivir y el segundo le abre el camino a la gloria a través del deporte, actividad que a partir de ese momento se convierte en el motor de su vida.

No obstante el triunfo es un camino difícil de recorrer. Son necesarios voluntad, perseverancia, sacrificio, durante años. Pero Alfonso tenía y tiene estas cualidades en cantidades industriales. Durante esta época alterna la venta del cupón y masaje deportivo para «ir tirando» como él dice, con entrenamientos que le permiten superar dificultades y traumas secundarios a la aparición de la discapacidad. Y así van llegando los reconocimientos. En diez años consigue 23 medallas en competiciones internacionales: 17 medallas de oro, 4 de plata y 2 de bronce. Su valía queda patente en Campeonatos de Europa, Berlín, Madrid, Paraolimpiadas de Barcelona, Atlanta, Sidney, etc.

«He conseguido todo lo que me he propuesto a base de esfuerzo y en materia deportiva he alcanzado todo aquello a lo que se puede aspirar», nos confiesa Fidalgo.

 

Alfonso, háblame del Aconcagua.

Quiero hacer una mención especial a Claudio y Santiago que me ayudaron a prepararme.

Hicimos toda la preparación en Pirineos bajo las condiciones que esperábamos encontrarnos allí y un mes después nos marchamos a vallecitos (Argentina). Allí continuamos la preparación en los Andes buscando la aclimatación necesaria a nivel temperatura y oxigenación. Cuando llegamos al campo base terminamos el entrenamiento y así coronamos la cumbre con todas las dificultades que supone la falta de visión a la hora de caminar por terrenos dificultosos.

Algo que parecía un sueño imposible dio luz a muchas otras personas que tienen por barrera el «yo no puedo«, es decir fuimos capaces de iluminar esa parte donde el humano se retrae, y mas con una discapacidad, lo que le anima a decidir no llevar a cabo algo simplemente por una decisión personal.

 

Volviendo al deporte, ¿por qué lanzamiento de disco?

Fue Sinesio, mi entrenador, que se dedicaba a ello y quizá por mis condiciones físicas en cuanto a fuerza y rapidez se refiere, resultaron ser muy adecuadas para esta disciplina. Derivé después a lanzamiento de peso donde llegue a tener 2 record del mundo.

 

Tus apoyos fueron ONCE, amigos, familia, entrenador… en qué modo lo hacen cada uno?

Es un compendio de todos. Nadie es más o menos importante. Cada uno aporta el beneficio necesario para desarrollar en el campo deportivo y en este caso con una discapacidad que complica un poco el trabajo. Es una cadena, con diferentes eslabones, que ayuda para que el objetivo final se cumpla.

 

¿Crees en la integración verdadera del discapacitado?

Yo creo en la normalización porque pueden integrarme pero igual hay cosas que a mi no me interesan o no me atraen en absoluto. Quiero que las cosas sean normales y hacer todo aquello que me apetece para sentirme normal. En un principio la integración estuvo bien para que la sociedad no mirara de forma diferente al discapacitado, ahora creo que es el momento de la normalización.

«Normal» es que cuando te dirijas a un discapacitado lo hagas con toda la normalidad que supone dirigirte a cualquier persona.

 

Ahora, a tus 49 años, estas en ese momento en el que se supone que es el mejor de la vida, ese en el que has hecho muchas cosas y aun quedan muchas otras por hacer, ¿tú qué crees que falta?

Cada etapa es un escalón por recorrer, aunque ahora ya hay descansillos donde plantearte ¿ahora qué? Mi ilusión son mis hijos, Omar y Luis, que son mi vida. El deporte a otro nivel por supuesto. Estoy cumpliendo un sueño que es tocar el saxofón.

Me gusta leer, viajar… nunca me canso de vivir ni de existir.

 

Para terminar, dime lo primero que te sugieren estas palabras.

 

Sueño cumplido:    Saxofón.

Sueño no cumplido: Aventura.

Ceguera:   No me importa.

Discapacidad:    Convivimos.

Integración:    Normalización.

Deporte:   Lo mejor que me ha pasado en la vida.

Música:     Me apasiona.

Amigos:    Lo mejor del día a día.

Montaña:   Buena vía de escape

Un plato:    Cordero asado

Un libro:     Cualquiera me sirve

Una canción y un músico:    Me gusta un poco todo; Serrat, Sabína no sabría separarlos.

Que aprecias de un amigo:   La compañía.