Hoy, mientras EE.UU. elige entre Biden y Trump, nosotros terminaremos nuestro ciclo de elecciones presidenciales polémicas, con la contienda del año 2000.
Nada hacía sospechar que las elecciones entre G. W. Bush y Albert. A. Gore pasarían a la historia como sinónimo de fraude y corrupción política. Iban a ser reñidas, de eso no había dudas. Como suele ocurrir, eso recrudeció un poco la campaña, aunque sin rebasar la agresividad característica de esta carrera presidencial, ni caer aparentemente en prácticas de juego sucio.
«Nada hacía sospechar que las elecciones entre G. W. Bush y Albert. A. Gore pasarían a la historia como sinónimo de fraude y corrupción política»
La noche electoral del 7 al 8 de noviembre, el conteo de votos en Florida empezó a prolongarse. Hasta ahí nada raro en realidad. Se trata de un Estado muy poblado y con notable oscilación de voto entre demócrata y republicano. Ambos factores propician que no se conozca al ganador hasta que el recuento no se encuentre bastante avanzado. En cambio, otros Estados con la misma población o superior tienen su mayoría política más definida, como California, Nueva York, demócratas, o la republicana Texas.
El día 8, por 1784 votos, Florida anunció la victoria de Bush en el Estado y, por ende, en el Colegio Electoral. Sin embargo, al tratarse de menos de un 0’5% de margen, la ley estatal ordenaba un recuento automático a máquina, que redujo a 327 la ventaja de Bush. Téngase en cuenta que el propio Estado admitió que esas máquinas podían presentar errores de hasta un 15% según el estado del aparato. No eran tecnología punta precisamente.
Con ese panorama y tras mucho vacilar, el equipo de Gore dio un paso inédito en la historia: impugnar las elecciones. La candidatura de Nixon en 1960 sopesó esa posibilidad, al sospechar de un recuento fraudulento en Texas, pero no llegaron a dar el paso temerosos de lo que ocurriría si la batalla judicial se prolongaba.
«Por 1784 votos, Florida anunció la victoria de Bush en el Estado […] al tratarse de menos de un 0’5% de margen, la ley estatal ordenaba un recuento automático a máquina, que redujo a 327 la ventaja de Bush»
Ni en 1960, ni en el 2000 ni hoy está muy claro qué pasa si el mandato presidencial expira sin que haya un candidato en condiciones de jurar para los siguientes cuatro años. Se supone que al no haber Presidente si Vicepresidente, pasaríamos al tercero en la línea de sucesión, el Speaker o Presidente de la Cámara de Representantes. Ahora bien, ¿asumiría el cargo provisionalmente hasta que se resolviera la cuestión electoral? ¿o por cuatro años y debería pedir al senado que le nombrara a un Vicepresidente, como ocurriría en caso de muerte o vacancia simultánea de Presidente y Vicepresidente? Os lo aseguro nadie tiene la respuesta. Sencillamente, no está previsto…
Cuando a principios de diciembre Gore solicitó un recuento manual, faltaba menos de un mes para resolver la cuestión. El día 10 de enero de 2001 expiraba el mandato de Bill Clinton.
El Tribunal Supremo de Florida accedió a la petición de Gore de realizar un recuento manual de los votos. Entonces, ocurrió un suceso imprevisto: el Estado no recogía un sus leyes una sistema unificado para decidir que votos se consideraban nulos. Bush apeló entonces al Tribunal Supremo de EE.UU. solicitando la suspensión del recuento, al menos mientras no se estableciera un sistema unificado de reglas. Por 7-2, los jueces del Alto Tribunal decidieron el 11 de diciembre paralizar el recuento. Sin un criterio unificado sobre la validez de los votos, dentro del propio Estado, se violaba la cláusula de igualdad de la 14ªEnmienda Constitucional.
«el equipo de Gore dio un paso inédito en la historia: impugnar las elecciones»
Sobre esa base el Tribunal Supremo debía decidir qué hacer: ¿imponer un criterio unánime de validez en el recuento? ¿ceder esa decisión al TS de Florida o a su Congreso? Y a esto se sumaba otro problema, la Ley electoral de Florida establecía que todo recuento debía hacerse antes del 12 de diciembre. ¿Debía el Tribunal Supremo nacional extender dicho plazo? Su mayoría conservadora, 5-4, decidió que no.
A su entender, eso hubiese vulnerado el Código Electoral de Florida y sentado un precedente de inseguridad para próximas elecciones presidenciales e incluso futuras presidencias. El ideal americano es que el Presidente jure el cargo sin que su elección pueda discutirse durante las semanas previas ni a lo largo de su mandato. Con ello se persiguen la seguridad jurídica y la estabilidad institucional. De ahí que todos los Estados contemplen una fecha límite para los recuentos electorales.
En la práctica, esto suponía validar los primeros resultados dados por el Gobierno de Florida cuyo gobernador era el hermano de Bush. Por segunda vez en la historia, el hijo de un Presidente se convertía en Presidente y, por cuarta vez en la historia, el candidato con más votos no se convertiría en Presidente. Florida le daba a Bush la mayoría en el Colegio Electoral.