Nadie puede culpar al vendedor ambulante de cantar muy alto las ofertas de su puesto. Nadie puede culpar al dueño del tenderete del mercadillo de vender muy baratos los pares de calcetines. Nadie puede culpar a la empresa más rentable del IBEX-35 de estar generando beneficio a diestro y siniestro gracias a su campaña de publicidad.
Y por ende, nadie puede culpar a VOX de haber convencido a miles de desencantados con la nouvelle politique. El partido de Santi Abascal ronda entre lo cómico -con sus spots- y lo preocupante -por alguna de sus declaraciones-. No se sabe si van de frente, si van enserio, si son una realidad per sé o una simple consecuencia de la comunicación de masas. Pero, al fin y al cabo, son algo.
«Nadie puede culpar al dueño del tenderete del mercadillo de vender muy baratos los pares de calcetines… Y por ende, nadie puede culpar a VOX de haber convencido a miles de desencantados con la nouvelle politique»
Su potencial de convencimiento procede del enfado de la gente. La de verdad, no la de la marca registrada por Podemos para llegar al Congreso de los Diputados. Porque en España ya no se confía ni en la Justicia, por no hablar de lo que transmite la política. Los partidos emergentes de las últimas elecciones no terminan de cerrar el círculo y la situación se ha convertido en una especie de Los Juegos del hambre donde tus propios compañeros de partido pueden darte la patadita de la dimisión. Y en ese escenario son los nuevos los que sacan rédito político. VOX ya aparece en las encuestas y llena pabellones. VOX ya tiene en su mano la posibilidad de organizar manifestaciones con éxito. VOX ya tiene un hueco en las redes sociales y también en el debate político entre las grandes fuerzas elegidas en las elecciones. Y todo por culpa del resto.
Es el claro ejemplo de cómo dar vida al contrincante. De cómo la podredumbre política y periodística pierde el respaldo de la ciudadanía y se la pone en contra. Porque VOX ya existía y nadie se acordaba. Hasta que los emergentes mienten y fracasan y los tradicionales se moderan y lucen una corrección que ni ellos mismos se creen. Igual que el buenismo de PSOE benefició a Podemos, hoy el cinismo del PP hace lo propio con VOX. Y, encima, se les coloca como extrema derecha y periodistas de referencia se preguntan cómo deben tratar la información del partido. Un periodista preguntando cómo hacer su trabajo. Pues oiga, cuente la realidad y que la gente saque sus propias conclusiones. Pero nada: manipulación y, de nuevo, la podredumbre dando vida.
«Es el claro ejemplo de cómo dar vida al contrincante. De cómo la podredumbre política y periodística pierde el respaldo de la ciudadanía y se la pone en contra. Porque VOX ya existía y nadie se acordaba»
De todas formas, en el caso de que VOX fuera extrema derecha, la izquierda española lo tendría merecido. Porque las llamadas constantes hacia Franco y el fascismo han sido hasta agotadoras. Si una persona como Serrat ha sido calificada como facha, era cuestión de tiempo que los de verdad salieran a escena. Y claro, cuando acuden a la llamada, la culpa es de otros. Porque si VOX es extrema derecha, ¿qué dirán desde Podemos ahora sobre Ciudadanos?. Porque si VOX es extrema derecha, ¿qué dirá el PSOE sobre Pablo Casado ahora? Porque si todos son extrema derecha, ¿qué hacen que no han ganado las elecciones?
Si todos los caminos llevan a Roma, todas las ideas llevan a que la culpa no es de VOX. El impulso de despreciar lo patriótico, el de blanquear la extrema izquierda hasta modificar el significado del antifascismo que todos defendemos. El haber cedido de tal manera ante radicalismo cotidiano, diario, que copa España desde el 15-M, ha desencadenado en el crecimiento de la oposición radical al radicalismo, que es VOX.