Aunque se la conoce como Ley Trans, la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI ha abordado diversas cuestiones distintas de la reasignación de género. La norma prohíbe las llamadas terapias de conversión, con multas de entre 10.001 y 150.000 euros.
Con la denominación «terapia de conversión» se hace referencia a cualquier práctica encaminada a curar la homosexualidad, convirtiendo en heterosexual a la persona atraída por su propio sexo. Su prohibición en España añade nuestro país a la corta lista de Estados que han prohibido explícitamente las terapias de conversión, en la decimocuarta posición.
“La Ley trans también prohíbe las terapias de conversión en España”
Los defensores de las terapias de conversión argumentan que su prohibición constituye una intromisión ilícita del poder pública en la libertad personal. Además, atenta contra el ejercicio profesional de la libertad científica. En mi opinión, ninguno de estos argumentos se sostiene.
Como testimonian ex pacientes e infiltrados, estas pseudoterapias a menudo se alejan de cualquier metodología psicológica o psiquiátrica. En una misma entrevista, se formulan preguntas tan dispares como si ves mucha pornografía -no importa su modalidad- o si has jugado a ouija. Muchos de estos terapeutas admiten sin rodeos que carecen de titulación oficial para ejercer como profesionales de la salud mental.
Tales casos constituyen un delito de intrusismo profesional. Por tanto, su ilegalidad es incluso anterior a la ley recientemente aprobada.
“Los defensores de las terapias de conversión ven su prohibición como una intromisión ilícita del poder pública en la libertad personal y libertad científica”
Ahora examinemos los casos de psicólogos o psiquiatras que se ofrecen a tratar la homosexualidad. Hoy por hoy, la ciencia médica carece de métodos fiables que permitan alterar la sexualidad de una persona. No me refiero sólo a las tendencias no patológicas, como la homosexualidad o la heterosexualidad. Tampoco disponemos de un tratamiento efectivo -farmacológico o terapéutico- contra la pederastia, la zoofilia, la psicopatía sexual…
Cualquier terapeuta que cobre unos servicios a cambio de un método supuestamente efectivo para despertar en una persona homosexual la atracción por el sexo opuesto, como mínimo, incurre en estafa. Esto también es ilegal desde hace mucho tiempo.
“Hoy por hoy, la ciencia médica carece de métodos fiables que permitan alterar la sexualidad de una persona”
Lo que sí somos capaces de hacer es dar técnicas a un homosexual para que se comporte como heterosexual. Dicho sea de paso, somos igualmente capaces de hacer lo mismo a la inversa: enseñar a una heterosexual a fingirse homosexual. Tales técnicas de terapia conductual se hicieron populares durante las primeras décadas de la Guerra Fría, la era dorada del espionaje. Se basan en el dominio del asco y el control del lenguaje corporal, así como en provocarse la excitación sexual de modo disciplinado, es decir, con independencia de la persona con quien se interactúe en la intimidad.
Si un terapeuta no prometiera curar la homosexualidad, sino disfrazarla, no incurriría en estafa. Ahora bien, si algo está científicamente demostrado es que la represión de la propia sexualidad y más aún, el forzarse a vida sexual fingida, provocan, como poco, ansiedad y depresión. De prolongarse en el tiempo, esta situación conduce a adicciones, tendencias suicidas, a alteraciones en la percepción de la realidad de distinta naturaleza, como la manía persecutoria.
“Si un terapeuta no prometiera curar la homosexualidad, sino disfrazarla, no incurriría en estafa”
Aunque una persona aceptara someterse a terapia conductual para fingirse heterosexual, a sabiendas de los riesgos, un psiquiatra o psicólogo nunca debería prestarse a colaborar. Porque una situación así no se reduce a la libertad del paciente, sino al deber del profesional médico y psicológico de cumplir con las normas deontológicas, es decir, con la ética de su profesión. Una de las más importantes es abstenerse de cualquier práctica que sólo sirva para dañar al paciente.
Como ocurre en la mayoría de las profesiones colegiadas, quebrantar las reglas éticas no da lugar a un mero debate filosófico sobre el buen hacer en tu trabajo. Implica sanciones que ejecuta el propio colegio que pueden llegar a la inhabilitación para el ejercicio de la profesión.
“la represión de la propia sexualidad y más aún, el forzarse a vida sexual fingida, provocan, como poco, ansiedad y depresión… adicciones, tendencias suicidas”
La nueva ley en definitiva más que introducir una prohibición nueva, clarifica y sistematiza prohibiciones antiguas de distinta naturaleza -penal y administrativa- que ya estaban vigentes.
Nos queda una última reflexión: ¿por qué se ha despatologizado la homosexualidad? Más de uno asegura que estos y otros cambios en la psicopatología obedecen a motivos políticos. Sus argumentos se resumen, principalmente, a dos: la sexualidad tiene como fin la reproducción de la especie y no hay casos de homosexualidad en reino animal.
En términos de psicología comparada entre la nuestra y otras especies, hay que darles la razón. En el reino animal no encontramos casos de homosexualidad. Por cierto, tampoco de heterosexualidad.
“¿Por qué se ha despatologizado la homosexualidad?”
Entre los animales, el deseo sexual emana por completo de unos ciclos hormonales periódicos. Su propósito es, en efecto, garantizar la descendencia de la especie. No obstante, la búsqueda de alivio ante el efecto de las hormonas puede llevar, en ocasiones, a que dos individuos del mismo sexo mantengan relaciones. Fuera de estos ciclos, los animales carecen de inclinaciones sexuales, con la excepción de algunas tendencias onanistas, que advertimos en algunos primates y otros animales masturbándose de manera espontánea.
El ser humano funciona en una lógica completamente distinta. Sin duda, la atracción sexual guarda cierta relación con el proceso reproductivo, pero atiende sobre todo a una meta distinta: la búsqueda de placer. El placer sexual y la autorrealización en esta faceta juega un papel importante en la salud psíquica del individuo.
“Entre los animales, el deseo sexual emana por completo de unos ciclos hormonales periódicos”
Nos resulta imposible determinar qué factores son decisivos en la construcción de la sexualidad. Se da por sentado que no es pura genética ni puro condicionamiento social. Tampoco es sin más el resultado de determinadas experiencias. Más bien es una compleja mezcla de todo eso.
Cuando hablamos de sexualidad, no sólo hacemos referencia a qué género nos atrae, sino del tipo de cuerpo, modalidad de relaciones o incluso preferencias horarias… Una distinción coherente entre variaciones patológicas de las no patológicas no puede basarse tan sólo en la normalidad estadística. De ser así, en culturas como la hindú habríamos de asumir la pederastia como tendencia no patológica.
“Una distinción coherente entre variaciones patológicas de las no patológicas no puede basarse tan sólo en la normalidad estadística”
La patología sexual ha de fundamentarse siempre en el daño para el propio sujeto o el daño que ocasiona a otros, como ocurre con la pedofilia o cualquier otra modalidad de violación. Considerar patológica una tendencia sexual basada en el libre consentimiento entre adultos porque nunca permitiría la reproducción únicamente sería coherente si entendiéramos que también son patológicos el sexo oral, la masturbación mutua y cualquier práctica sexual no conducente a la reproducción. Es más, habríamos de considerar también patológicas las relaciones heterosexuales consistentes en el coito vaginal si la pareja supiera que uno de ellos o ambos es estéril, o si emplearan anticonceptivos para evitar la fecundación. Precisamente porque semejante razonamiento es insostenible la psicopatología ha buscado la coherencia de sus teorías despatologizando la homosexualidad.