En estos días he asistido a numerosos actos feministas y en todos he echado de menos lo mismo. Nadie se acuerda de un tipo de mujer que en su caminar por la vida encuentra un obstáculo, o quizá muchos más que el resto. La mujer con discapacidad. Mujeres que demuestran su valía desde el trabajo diario, desde la lucha continua y desde la superación constante.
Nosotras, antes de intentar equipararnos con el sexo opuesto, que no el contrario tenemos un escalón más a subir. Es un peldaño que necesita de mucho esfuerzo y es el que nos pone la sociedad cuando duda de que ni siquiera podamos ser mujeres auténticas. ¿Sabéis una cosa? Sí lo somos. Sentimos, pensamos, queremos, lloramos como el resto. Estudiamos, nos esforzamos, aprendemos y trabajamos como todas. Y sí, también nos caemos y nos levantamos con ganas de continuar. Detestamos el paternalismo inútil que nada aportan al desarrollo de una niña síndrome de Down, o una joven ciega, la que no puede oír, o a la que convirtió la silla de ruedas en un apéndice más de su cuerpo.
Pero no existe mejor forma de defender posturas que fijarnos en quien predica con el ejemplo. Para ello sigamos la estela de Hellen Keller, una mujer sordo-ciega nacida en 1880 en EE.UU. en el seno de una familia que lejos de compadecerse por la «desdicha de su niña», supo ver la notable inteligencia de su hija y aprovechó sus recursos económicos y excelentes relaciones sociales para proporcionarle una educación. Keller llegó a ser una notable oradora, política y escritora, gran defensora de los derechos y libertades de la mujer a pesar de que la naturaleza no quiso facilitarle el camino. En este logro me gustaría hacer una mención especial a otra mujer, Anne Sullivan su institutriz, un pilar fundamental en su vida puesto que fue quien consiguió sacar del oscuro túnel a una gran mujer.
Sigamos conociendo mujeres de nuestro entorno que han demostrado que su discapacidad no es un límite sino una forma de contribuir a la sociedad.
En el Consejo Territorial de la ONCE en Madrid tenemos varias mujeres ocupando cargos de responsabilidad. Entre ellas figuran la Presidenta Teresa Rodríguez Peco y la Vicepresidenta segunda Paloma Navarro de la Madriz. Ambas han hecho de su discapacidad visual una profesión con la que allanar el camino a muchas otras.
Entre sus competencias están: la representación de todos/as los/as afiliados/as de la Comunidad de Madrid, tanto a nivel interno como externo, velando por sus derechos; la representación de la Organización ante las Administraciones Públicas y las entidades de discapacidad y del Tercer Sector; el contacto y acercamiento a las personas afiliadas a la ONCE pertenecientes a la Comunidad de Madrid.
Teresa nos responde, desde el cargo que ocupa y sus propias vivencias a varias preguntas:
La desigualdad de género es un factor más a sumar en la discriminación por sufrir una discapacidad. Doble barrera para una mujer como tú que desempeña una labor institucional en la que esta cuestión está muy presente. ¿Cómo abordas esta tarea?
Si en el ámbito de la sociedad en general, la desigualdad entre hombres y mujeres es patente, cuando eres mujer con discapacidad esta desigualdad es aún mayor.
El Grupo Social ONCE, desde su origen ha tratado a todos sus trabajadores por igual, sin hacer distinción alguna entre hombres y mujeres. Desde el Consejo Territorial de Madrid tratamos de defender los derechos de la mujer con discapacidad visual, para que exista una igualdad efectiva y real en todos los aspectos de su vida. Nuestra labor es canalizar aquellas situaciones de discriminación que podamos detectar a entidades defensoras de la discapacidad, o elevarlas a órganos pertenecientes al Consejo General de la Once a través de su Observatorio de Igualdad.
Las estadísticas arrojan un 16% de analfebetización entre las mujeres con discapacidad. ¿Cómo contribuye ONCE a paliar estas cifras?
La ONCE pone a disposición de sus afiliadas una oferta de servicios sociales encaminados a mejorar su calidad de vida. Entre ellos, se encuentra el Apoyo Educativo tanto en edad escolar, como en adultos. Otro servicio relevante en esta materia, es la instrucción en tiflotecnología y braille, que otorga las habilidades necesarias para el manejo de la tecnología y/o un código de lectoescritura que permite la igualdad de oportunidades para el acceso a la información.
En ONCE encontramos otras mujeres que también demuestran ser un ejemplo de superación y lucha contra las barreras. Este es el caso de María del Carmen Ballesteros Polo. Nace en Puebla del Príncipe (Ciudad Real), un entorno rural donde la discapacidad visual no encuentra acceso a los mismos recursos que una gran ciudad. El primer freno aparece cuando una de sus grandes aficiones, los libros, sufre un grave parón desde los 18 años (edad a la que piérdela vista), hasta los 31 que se afilia a ONCE. Solicita rehabilitación y de nuevo aprende a leer, solo que esta vez en Braille. Ahora vive en Madrid, disfruta de numerosas actividades: canto, baile, libros, senderismo… y un sinfín de ilusiones cumplidas.
¿Qué mensaje enviarías a una mujer que se encuentre en una situación parecida a la que viviste en tu juventud?
El de la lucha contínua y el asociacionismo. Cualquier persona tiene que luchar por conseguir lo que quiere, pero nosotras aún más porque la discapacidad necesita mayor esfuerzo. Les diría que la limitación afecta a un aspecto en concreto por lo que debemos sacar el máximo partido al resto. Se pueden hacer muchas más cosas de lo que podemos imaginar. Por ej. en mi vida, a pesar de ser ciega he trabajado en una tienda sin poder ver las etiquetas pero he conseguido hacer mi trabajo. Una de las herramientas que utilicé fue la de acostumbrar a los demás a ayudarme.
En cuanto al tema de las asociaciones, creo que juegan un papel fundamental, pues relacionarte y conocer otras personas con la misma problemática contribuye de manera notable a la superación.
Otras mujeres nos dan su testimonio desde otras discapacidades como en el caso de Raquel Suarez. Es una joven graduada en Comunicación audiovisual y un Máster en Realización y Diseño de programas de Televisión, con las mismas inquietudes y anhelos que cualquier otro de su edad. Pero Raquel cada día tiene una barrera que saltar, ella tiene una discapacidad auditiva. A lo largo de su vida se ha encontrado con diversas situaciones que intentaban frenarla. Ha trabajado en TVE en el programa En lengua de signos.
¿Cuánto de complicado tiene el mundo de los medios de comunicación para una mujer sorda?
Las limitaciones las encuentras por ser sorda e incluso por ser mujer. La primera apareció a la hora de matricularme en la Universidad donde una de las personas encargadas de ese trámite me preguntó: «¿Qué hace una chica sorda estudiando algo que tiene que ver con el audio?…».lo que no sabe él es que su objeción me sirvió como impulso para seguir en mi idea.
Después llegó el Máster. En la entrevista de acceso hubo preguntas muy duras como por ej. si me veía capaz de poder desarrollar este trabajo. Y aún así demostré que si podía hacerlo. En televisión también me encontrado con barreras, algunas de las cuales me impidieron formar parte de programas para los que estaba sobradamente preparada.
Aún con todo esto yo sigo hacia adelante con ganas de hacer, contribuir y demostrar muchas cosas.
Virginia Gil Gutiérrez, presidenta de la asociación AFANYA (Asociación de familias de niños y adultos con Autismo). El caso de esta gran mujer es muy significativo pues ella no tiene discapacidad sin embargo, dedica su vida a una labor que ella considera vocacional. La relación con el mundo del autismo llega de la mano de su hijo, un eslabón que la unió definitivamente a lo que siempre quiso hacer desde niña: ayudar a los demás.
¿Cuál es la labor que desempeña AFANYA en la inclusión de las niñas con autismo?
Nosotros en la Asociación no diferenciamos por género. El tratamiento a un niño, adolescente, hombre, mujer… es igual para cada uno de ellos, sin diferenciación de ningún tipo. Las únicas diferencias radican en las necesidades que demanden en cuanto a su discapacidad, adaptación al entorno…
Ellas y otras muchas, incluida quien firma este artículo, continuamos la andadura por la estela que Hellen Keller nos dejó. Sabemos que el sendero es duro, pero da igual. Tenemos fuerza y ganas.