.……………………………. Ayer
Jaén. España. Otoño de 1971
Instituto Virgen del Carmen.
En el único instituto público y masculino de la capital toca clase de educación física. Antes de entrar en el gimnasio hay que ponerse la equipación oficial del centro. Camiseta blanca, pantalón corto azul y zapatillas y calcetines blancos.
Las conversaciones se cortan cuando el chavea entra en el vestuario. Siente sobre él todas las miradas. Alto y claro se escucha decir: ¡Atención! Acaba de entrar el mariquita. ¡Todos con el culo contra la pared!
El niño -13 años, flaco, desgarbado, con gruesas gafas de miope- avanza entre risas y guiños hasta encontrar un hueco donde sentarse, solo, para cambiarse de ropa.
No habla. Ni siquiera se atreve a levantar la vista. Si lo hiciese, alguien podría gritarle ¡Tú qué miras?
.……………………………. 49 años después
Twitter. España. Otoño de 2020
Un chico publica en su cuenta una foto de la puerta de Orienta, Oficina integral LGTBI de la Generalitat Valenciana.
En el tuit se lee: «¿Qué cojones es esto? [sic]».
En poco tiempo recibe el aplauso de cientos de personas y se llena de respuestas ingeniosas.
«es para hacerte gei oficialmente [sic]»
«Parece ser que ahí es donde emiten licencias de enculado y permisos de enculador [sic]»
Uno en especial resume la creatividad de casi todos ellos:
«La oficina de un chiringuito globalista de promoción del odio a la heterosexualidad».
………………………………………… Octubre
Leganés, Madrid. España. 2020
Domingo 18 de octubre. Sobre las diez y media de la noche, en un autobús de la línea 487, de Aluche al barrio de San Nicasio, tres chavales de 17, 16 y 17 años comienzan a insultar a un chico. «Vas vestido como un maricón», «maricón te vamos a coger», le gritan. Lo acorralan e intentan humillarlo riéndose de él. El chico baja del bus y sale corriendo. Los acosadores gritan al conductor que no cierre las puertas y bajan tras él.
Lo persiguen por la avenida del Pueblo Saharaui, lo alcanzan y le dan una paliza. Golpean hasta que dos transeúntes avisan a la policía. El joven es trasladado al Hospital Severo Ochoa por sus lesiones.
Cartagena, Murcia. España. 2020
Acabando octubre, Diego y su chico salen a desayunar. Se sientan en una terraza. Piden tostada, zumo… Hablan… Momentos después el dueño se acerca a llamarles la atención por su comportamiento inadecuado. «Hay niños delante y os habéis besado y me parece una falta de respeto así que… que paréis. No podéis besaros en público, estáis en una terraza, hay gente y no es apropiado».
Gijón, Asturias. España. 2020
Acabando octubre, Román sale de trabajar. Ha quedado con su novio. Se encuentran y se dan un beso. «En ese momento pasaba por nuestro lado un camión de reparto (eran las 11 de la mañana y había bastante movimiento en el centro de Gijón). Al vernos el conductor bajó la ventanilla y nos gritó «maricones» extendiendo bien todas las vocales para que la gente lo escuchara».
………………………………………… Noviembre
Cartagena, Murcia. España. 2020
Lunes 2 de noviembre. Diego -12 años- acaba de empezar en el instituto. Al tercer día ya no quiere volver a clase.
Tras el puente de Todos los Santos, a la salida del centro, otro chico lo agarra y empieza a pegarle. Pega hasta romperle los huesos de la nariz. Diego termina siendo intervenido en el Hospital General Universitario Santa Lucía.
«Hay un niño que pertenece a otra clase y habitualmente se acerca a la mía y me insulta llamándome maricón», contó después.
Palma, Mallorca. España. 2020
Sábado, 7 de noviembre. Una pareja gay está tapeando, junto con una amiga, en un bar de la calle Médico José Darder. Un joven se les acerca por la espalda. «Os habéis dado un beso de manera homosexual. En el nombre de Dios, yo os castigo», exclama, empezando a dar puñetazos y empujones.
………………………………………… Rutinas
Todas son historias reales. Vivencias que poco tienen de singular, que son lo normal en la vida de mucha gente.
Ser el marica de la clase, del barrio, del pueblo o del trabajo continúa siendo una deshonra y es razón suficiente para justificar todo el daño que se haga. La sociedad, el enfoque de las noticias, las leyes han cambiado. Pero, para demasiadas personas, la vida sigue igual.
Podemos denunciar las agresiones. Debemos hacerlo, qué duda cabe. Pero al odio le resulta indiferente cómo actuemos. Él gana siempre que consigue colocar su mensaje y dejar claro -a nosotros, a nuestro entorno, al mundo entero- que vivir no es algo que nos vaya a salir gratis.
Para lo que se sirve de una de las emociones más primarias y universales: el miedo. Aplicado a rajatabla desde la lógica más elemental. Si quieres problemas, muéstrate y habla. Si no los quieres, cállate y disimula.
Si sales al mundo como gay asume el riesgo de ser humillado, insultado, apaleado. Si quieres vivir en paz, ya sabes lo que has de hacer. Portarte como un hombre.
Los argumentos de la homofobia son rutinarios e inmutables. Sus justificaciones, la forma en que golpea y su oratoria se repiten sin cambios a través del tiempo. Por eso, el corto que propongo ver no tiene nada de original y, a la vez, lo tiene todo. Podría tener 50 años o apenas 5 minutos. Y podría ser ficción. Podría.
La historia nos trasladará a Sitges. Hasta un fotógrafo y un joven modelo. Nos hablará de inicio. De amor. De dolor. De saña.
Tenemos derecho a amar sin miedo. Lo sabemos. Pero ¿nos dejarán?
Luchar contra las rutinas de la homofobia es difícil. El miedo es un paralizante poderoso. Así y todo, por duro que resulte, no es posible flaquear. No podemos dejarnos amordazar. Aunque nos partan la cara, callar es un lujo que no nos podemos permitir.
En este siglo XXI, contradictorio y populista, urge recordar que todo silencio implica un paso atrás. Una pérdida. Tanto para quienes ya no estamos en el armario, como para los muchos más que siguen viviendo, segundo a segundo, con el terror de ser sacados de él.
- S.-
Madrid. España. Noviembre de 2020
Congreso de los Diputados, miércoles día 18.
La diputada Macarena Olona, de Vox, defiende las terapias de conversión.
«Es un error prohibir que las personas homosexuales acudan a terapia para encontrar su identidad» asegura. Y la homofobia, al escucharla, sonríe feliz mientras prepara su próximo ataque.
_No, no podemos flaquear. Nos va la vida en ello_