Negacionistas son muchas más personas de las vistas el pasado domingo en la plaza Colón de Madrid. Aquellas que se reunieron a celebrar sus verdades mentirosas y fraudulentas, sin guardar la distancia mínima de seguridad y alegando que la mascarilla, al igual que nuestro gobierno, asesina, fueron la punta del iceberg. Independientemente de la lamentable y bochornosa imagen que dieron esa caterva de eruditos en incoherencia y seguidores de un «bandido» ídolo pop, y de los abrazos a desconocidos que entre ellos se dieron, me gustaría señalar a la otra parte de negacionistas en esta pandemia. Hemos conocido a los que dan la cara, a los que se reconocen negacionistas. Los más peligrosos incluso son aquellos que creen tener miedo a esta situación pero se juntan con quince amigos en una casa a beber, emborracharse, compartir cigarrillos y apretarse para demostrar el amor y cariño que se profesan en las fotografías, aquellos que emprenden rumbo a la casita de la playa o montaña, o los que rompen la burbuja social y se juntan con los amigos del pueblo, con las amigas de la facultad, con los amigos de los amigos de uno y con el novio o la novia o con el amor pasajero de un verano raro. Estos son negacionistas encubierto, traidores de la seguridad y defensores, aunque no se den cuenta, de «si no veo la tele, el virus no existe». Por esa regla de tres, una persona que no ve las noticias, que no se documenta y vive al margen de la realidad, aislado en su burbuja de ignorancia impenetrable, aseguraría que las torres gemelas siguen en pie. Lo peor de estos últimos es que se indignan cuando ven fotografías de discotecas o plazas de toros llenas, como si sólo en esos dos escenarios se pudiese uno contagiar. La gente se lamenta quejosa por este año perdido, por este año enjaulados en casa, pero sus lamentos duran poco, pues son los mismos que contribuyen a la propagación del virus. Voy a proponer un dicho que se ajusta a la perfección a esta situación: más vale un año perdido que un lustro en bucle, ¿no?.
«Otros propagandistas del virus y la insensatez son aquellos que no aguantan un instante más sin pisar el ruedo y ver morir a un toro. La vergüenza la dejaron en consigna»
Otros propagandistas del virus y la insensatez son aquellos que no aguantan un instante más sin pisar el ruedo y ver morir a un toro. La vergüenza la dejaron en consigna. Mientras tanto, en la realidad, los conciertos, los cines, los teatros, los espectáculos, el arte intenta volver a una normalidad que no pretende aparentar, pues se es plenamente consciente de la situación en la que se vive y hacer oídos sordos y caso omiso, como el que escupe bebida en una fiesta o los que vitorean a un hombre con un traje de luces cada vez más apagado, no es más que otra forma de negar el presente. Es indecente que la incultura siga relegada a la última posición del ranking. Es indecente la gente incapaz de renunciar a un verano. Son indecentes aquellos que se escudan en la barrera de la libertad de expresión para cometer atrocidades contra la salud pública mientras los hospitales están llenos, y con alas militares habilitadas por si llega el tsunami de contagios. Los que de verdad tenemos miedo y precaución y miramos por nuestras familias y amigos antes que por nosotros mismos, coseremos vuestra estrella, negacionistas, en la bandera de la indecencia.