Saber cuándo uno debe marcharse de algún lugar no es tan fácil como pudiera parecer en el momento de tomar la decisión. La vida son instantes, momentos, pero sobre todo, la vida son las personas que uno se va encontrando por el camino. La vida son los abrazos, las conversaciones, los afectos. Y las convicciones. La vida son sobre todo las convicciones.

«Después de más de una década de militancia en el Partido Socialista Obrero Español he decidido cursar mi baja»

Después de más de una década de militancia en el Partido Socialista Obrero Español he decidido cursar mi baja. Es una decisión serena y consciente, aunque evidentemente precipitada por el reciente argumentario tránsfobo enviado a las distintas federaciones desde la Secretaría de Igualdad liderada por la Vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo.

Mi marcha del PSOE no está motivada por cuestiones orgánicas ni internas. Nunca me interesaron especialmente los cargos ni los puestos de poder: vine al Partido Socialista a transformar la sociedad desde el debate y las ideas, y con eso siempre fue suficiente. Siempre me bastó para sentir que estaba haciendo algo por la sociedad. Por eso nunca guardé silencio: siempre importó más la lealtad con el progreso y con mi propia conciencia que cualquier otra cosa. Nunca pude entender a esos compañeros que callaban lo que pensaban, aún sabiendo que a veces el silencio es cómplice de las injusticias, porque sabían que callando llegarían a algún puesto de responsabilidad interna o pública. Honestamente, lo único importante para mí era aparecer limpio frente a mi conciencia, no frente al líder de turno. De hecho, creo en que la política debe ser para los que se manchan, para los que se mojan, y no para los tibios.

Llevo tiempo alejado ideológicamente del Partido Socialista. No me siento representado con algunas de los planteamientos del PSOE, y tengo la firma convicción de que en estos momentos el Partido Socialista no cuenta con los cauces internos de debate sereno que posibiliten un intercambio de ideas sin agresividad ni violencia:

  1. En materia de trabajo sexual, un partido que tenga a bien llamarse progresista no puede ser abolicionista. No consigo entender cómo se impone el dogma frente a los datos y los hechos: ni la investigación de Amnistía Internacional, ni la posición de la Asociación Pro Derechos Humanos ni ONU SIDA, han sido suficientes para conseguir apostar por la dignidad y el progreso. Por la aseguración de derechos. Hemos elegido el dogma frente a la realidad, el catecismo frente a la libertad.
  1. En materia de Gestación Subrogada, los actuales dirigentes del PSOE jugaron tramposamente en el pasado congreso federal. Más de 15 provincias llevaron enmiendas a favor de la regulación, y se creó una comisión ad hoc en Madrid para que la Gestación Subrogada fuera boicoteada. Yo mismo defendí esa enmienda en el Congreso Regional del PSRM-PSOE y se aprobó por mayoría absoluta, pero luego muchos delegados de mi federación no respetaron esa decisión, obviando así el trabajo de cientos de militantes y quebrando el principio básico de la democracia representativa: el acatamiento de la decisión de la mayoría. He tenido y tengo que soportar más de lo deseable por defender una posición fundamentada y respetuosa con los Derechos Humanos en esta materia: aún a día de hoy muchos de mis compañeros se refieren a mí como “comprabebés”, “explotador” o “proxeneta”. Ante el silencio de direcciones federales, regionales, locales y de distrito. Compañeros que la mayoría de veces me injurian y calumnian por defender una idea. ¿No es terrible que un progresista señale a otro por disentir de su idea? ¿Dirán también de los compañeros socialistas portugueses que son unos comprabebés por haber promovido la regulación de la Gestación Subrogada en Portugal? ¿Dirán lo mismo de Justin Trudeau en Canadá? ¿Dirán lo mismo de los canadienses? ¿Dirán lo mismo del ex Presidente socialista del Senado Javier Rojo?
  1. Lo último ha sido el último episodio con el argumentario tránsfobo de Carmen Calvo. Y el silencio de propios y extraños. Y la justificación posterior por parte del PSOE. Queridos (ex) compañeros: habéis perdido el rumbo, inmersos en un fundamentalismo y en una intolerancia ideológica inconmensurable. Y los que os calláis sois una pieza fundamental en este engranaje perfecto que lleva al PSOE directo a la insustancialidad. El feminismo radical y transexcluyente no puede gobernar siempre en el PSOE, está asesinando la diversidad de pensamiento, la pluralidad; está generando trincheras en vez de ágoras abiertos y plurales. Está generando sufrimiento a seres humanos.

«la intolerancia ideológica es el sello de la casa desde hace un tiempo en este Partido Socialista»

Y lo malo no está en la posición en sí de estas tres cuestiones, la cuestión que me hace abandonar el PSOE es la imposibilidad para el disenso: la intolerancia ideológica es el sello de la casa desde hace un tiempo en este Partido Socialista. No entré en política para ser un mártir ni Juana de Arco; entiendo a los compañeros y compañeras que aún deciden permanecer dentro, aunque mi nivel de exposición pública y la agresividad de numerosos compañeros hacia mi persona por la defensa de unas ideas que no son las suyas, me hacen abandonar el Partido Socialista. No creo que esté en la capacidad de soportar más violencia verbal, ni calumnias de los propios por más tiempo. Ni tampoco deseo escuchar el atronador silencio de buena parte de la militancia ante el linchamiento de otros compañeros. Ojalá el PSOE pueda salir de esta hibernación ideológica en la que ha entrado. Salvo honrosas excepciones, ¿sabemos hace cuánto no se debaten sobre ideas en las agrupaciones? ¿A alguien le interesa el debate sincero sobre el progreso? ¿O seguimos en la instrumentalización del pensamiento para canjearlo más adelante? Me apena esta situación de parálisis, de hiperliderazgos surgidos en el matraz de la telegenia. No me siento cómodo en organizaciones que ponen al líder por delante de las ideas, en los que la crítica se concibe como una amenaza y la sumisión como lealtad y compromiso.

«No me siento cómodo en organizaciones que ponen al líder por delante de las ideas, en los que la crítica se concibe como una amenaza y la sumisión como lealtad y compromiso»

Solo puedo dar las gracias a la mayoría de personas que me he encontrado por el camino en este maravilloso tiempo. Sobre todo, gracias a ti, querida Carme Chacón. Me enseñaste casi todo lo que sé ahora. Y reforzaste algo que entonces solo podía intuir: las convicciones siempre primero, las ideas siempre por delante. Hay muchos lugares en los que poder transformar la sociedad, hay muchos espacios de transformación. Creo que seré mucho más útil a la sociedad en otros espacios, en lugares alejados del estridente ruido que se escucha desde hace ya demasiado tiempo en el Partido Socialista.