La derrota de Macron en las elecciones legislativas abre un escenario atípico en la historia del republicanismo francés. En realidad, no ha perdido las elecciones, pero no ha conseguido la mayoría absoluta del parlamento. Cómo se resuelve esta situación, dependerá en gran medida de la habilidad negociadora del inquilino del Eliseo.

En 1958, Francia transformó su régimen constitucional parlamentario en la vigente V República de corte presidencialista. A menudo, nos referimos al gobierno francés como semipresidencialista, pues a diferencia del modelo estadounidense o presidencialista puro, se mantiene la separación entre Jefe de Estado, el Presidente y el jefe del gobierno, el Primer Ministro.

“La derrota de Macron en las elecciones legislativas abre un escenario atípico en la historia del republicanismo francés”

En comparación con el republicanismo parlamentario, como el alemán, la presidencia no es una figura simbólica y de arbitraje, sino la cabeza natural del poder ejecutivo. Nombra a discreción al Primer Ministro y puede destituirle en cualquier momento. Su autoridad en materia de política exterior, seguridad nacional y defensa es absoluta.

A diferencia del Presidente de EE.UU., no disfruta de poder de veto sobre las leyes que aprueban las cámaras parlamentarias. Aunque dispone de otras potestades que le facultan a controlar el parlamento, mucho más que su homólogo de Washington. La Constitución de 1958 faculta al Presidente para disolver la Asamblea Nacional y también para someter una propuesta de ley a referéndum, sorteando así al parlamento.

“En 1958, Francia transformó su régimen constitucional parlamentario en la vigente V República de corte presidencialista”

Como sabemos, al Presidente lo eligen directamente los franceses. Si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta de los votos, se celebra una segunda vuelta electoral entre los dos candidatos más votados. Aunque teóricamente, la Asamblea y el Senado puede destituirle, en la práctica, resulta casi imposible, ya que se exige de un manifiesto incumplimiento, un incumplimiento criminal, de sus deberes.

Como se ve, la constitución es incluso más personalista que una carta magna presidencialista. No en vano, muchos constitucionalistas acusan sin rodeos a su impulsor, Charles De Gaulle de haberse hecho una constitución a medida, durante el momento álgido de la crisis social que Francia atravesaba por la guerra de la independencia de Argelia.

“muchos constitucionalistas acusan sin rodeos a su impulsor, Charles De Gaulle de haberse hecho una constitución a medida”

El profesor Loewenstein pronosticó que la constitución de 1958 desaparecería en el momento en que De Gaulle dejara el poder. Pero ya se sabe que si algo abunda en Francia desde Napoleón son políticos ególatras. Por lo que nunca ha habido dificultades para encontrar aspirantes a la presidencia ingeniada por el general.

Sin embargo, hubo un escenario que De Gaulle no contempló: una Asamblea Nacional con mayoría opuesta al Presidente, es decir, la situación a la que Macron se ve ahora abocado.

“un escenario que De Gaulle no contempló: una Asamblea Nacional con mayoría opuesta al Presidente”

Cuando esto ocurre, como hemos comentado, el Presidente debe resignarse a aceptar las leyes que le apruebe el Parlamento, o bien disolver la Asamblea Nacional. No obstante, si echa mano de este recurso, tendrá que convivir con los diputados surgidos de las urnas durante al menos un año. Ahora bien, tiene otro as en la manga.

El Parlamento francés es bicameral. La cámara baja o Asamblea Nacional es la única elegida directamente por los votantes. El senado, en cambio, se elige de manera indirecta, cuando se celebran elecciones municipales y departamentales (regionales). Si ambas cámaras no se ponen de acuerdo, el gobierno puede activar un procedimiento para que prevalezca el parecer de la Asamblea Nacional.

“El Parlamento francés es bicameral. La cámara baja o Asamblea Nacional es la única elegida directamente por los votantes. El senado, en cambio, se elige de manera indirecta”

Esta facultad permitiría al Presidente condicionar la agenda política de la mayoría en la Asamblea Nacional. Sin embargo, Macron carece de mayoría tanto en la Asamblea Nacional como en el senado. Ergo, el gobierno podría ser irrelevante para aprobar leyes, en caso de que ambas cámaras pactaran una ley en su contra.

Además, hay otro problema: el Primer Ministro y el gobierno francés están sujetos a un sistema de doble confianza. Sí, el Presidente puede nombrar y cesar al jefe del Gobierno a su antojo, pero el gabinete también está obligado a dimitir si la mayoría de la Asamblea Nacional le niega su confianza en un voto de censura.

“el Primer Ministro y el gobierno francés están sujetos a un sistema de doble confianza del Presidente y de la Asamblea Nacional”

Por tanto, aunque el Presidente es libre para elegir a su Primer Ministro, en la práctica, debe tener en cuenta el color de la mayoría parlamentaria.

Los franceses conocieron, por primera vez, una mayoría parlamentaria divorciada del Presidente en 1986, bajo la presidencia de Mitterrand, líder del Partido Socialista y primer Jefe de Estado de izquierdas de la Quinta República. Entonces el mandato presidencial duraba siete años, no cinco como ahora. Por tanto, siempre había comicios parlamentarios más o menos en el quinto año de mandato presidencial.

Durante la campaña electoral de 1986, las derechas vieron venir la victoria electoral. Algunos de sus portavoces manifestaron que exigirían la dimisión de Mitterrand si obtenían mayoría en la Asamblea Nacional. Sin embargo, Chirac, el líder de la coalición conservadora se apresuró a enfriar esos ánimos. El Presidente no podía ser destituido, la nueva mayoría parlamentaria y Mitterrand tendrían que cohabitar.

“la nueva mayoría parlamentaria y Mitterrand tendrían que cohabitar

Esta palabra, “cohabitación”, definiría ese periodo. Cuando se confirmó la victoria de las derechas, se esperaba que Mitterrand propusiera un gobierno de coalición a Chirac, en el que se integrarían ministros de derechas, pero para sorpresa de todo el mundo, el Presidente hizo una exhibición de audacia: invitó a Chirac a formar gobierno como Primer Ministro.

Chirac ocuparía el cargo hasta 1988 cuando Presidente y Primer Ministro se enfrentaron en unas elecciones presidenciales, de las que resultó reelegido Mitterrand. Por cierto, el debate electoral no tuvo desperdicio. Mitterrand sacó de sus casillas a Chirac insistiendo en llamarle “Monsieur Premier Minister” en lugar de “Monsieur Chirac”.

“1988 Presidente y Primer Ministro se enfrentaron en unas elecciones presidenciales”

Recién reelegido, Mitterrand disolvió la Asamblea Nacional y esta vez sí, las izquierdas obtuvieron mayoría absoluta. En 1993, sin embargo, las legislativas dieron de nuevo la mayoría a las derechas que dio lugar a una nueva cohabitación entre el Presidente socialista y un Primer Ministro de derechas, Édouard Balladur.

En 1995 Chirac conseguía por fin llegar al Elisio. Dos años después, las izquierdas le imponen ahora a un Presidente de derechas, a un Primer Ministro de izquierdas, Lionel Jospin, su antiguo rival en las presidenciales de 1995. Esta cohabitación se prolongaría hasta 2002.

“1997: un Presidente de derechas, a un Primer Ministro de izquierdas”

Ese año se reformó la constitución para acortar el mandato presidencial. Desde entonces, las elecciones a la Asamblea Nacional se celebran pocos meses después de la elección presidencial. Así se aseguraba al Presidente la mayoría absoluta del parlamento, lo que permitía esquivar las incómodas cohabitaciones, al menos, hasta ahora.

¿Cómo funcionaría una cohabitación entre Macron y un Primer Ministro de otro partido? En estos ejecutivos bicéfalos, el jefe de gobierno y los ministros tienen la última palabra en política interior, mientras el Presidente conserva la primacía en defensa y política exterior. Ahora bien, el Primer Ministro tampoco puede abusar imponiendo al Jefe del Estado una agenda doméstica que le sea odiosa, ya que este le destituirá. Tampoco puede el Presidente imponer su agenda al gobierno o al parlamento, pues sin ellos no puede aprobar nuevas leyes.

“En estos ejecutivos bicéfalos, el jefe de gobierno y los ministros tienen la última palabra en política interior, mientras el Presidente conserva la primacía en defensa y política exterior”

Vemos pues a nuestros vecinos galos abocados a un escenario sumamente complejo. No debería extrañarnos que algunos políticos veteranos hayan aconsejado a Macron no perder el tiempo y disolver la nueva Asamblea Nacional, es decir, una repetición electoral.