«Si se confirma que la alta magistratura prefiere defender a la banca que a las familias de España, las familias tendrán que salir a la calle». (Pablo Echenique, 5 de noviembre de 2018)

Un micrófono, cuatro cámaras y el show esta garantizado.

Del “¡quememos jueces!” al “¡violemos monjas!” hay un pasito, pequeñito, que si bien suena irónico cuando la voz instigadora es la de Echenique, no es si no tal vez un alarde más de democracia bolchevique que ya no nos sorprende a muchos. Resulta lamentable que así jalean a la gente, a la clase obrera, ¡a las familias!, fomentando y alentando una amenaza, ya no velada, a los jueces y Tribunales de cara a la postura que definitivamente tomen con relación al pago del AJD en los contratos de hipoteca.

«Del “¡quememos jueces!” al “¡violemos monjas!” hay un pasito, pequeñito, que si bien suena irónico cuando la voz instigadora es la de Echenique, no es si no tal vez un alarde más de democracia bolchevique que ya no nos sorprende a muchos»

Sin entrar en argumentos técnicos sobre la adecuación jurídica, o no, de la ya famosa sentencia, llegados a este punto no deja de resultar inquietante por altanera la idea que de la Justicia tienen desde el movimiento púrpura. Montesquieu se revolvería en su tumba si oyese una sola de las palabras que esta casta perroflautera vomita cada día a través de la caja tonta. Todos sabemos que la separación de poderes es la asignatura pendiente de muchos de los políticos. Y vale sí, también somos todos conscientes que eso de la separación de poderes es prácticamente papel mojado, una cuestión casi teórica y muy muy muy literaria. ¡Pero leches! dejemos el temita de las intrigas de palacio para las altas instancias en las conspiraciones pseudoalienígenas; o (hablando de alienígenas) para Villarejo, ya como se vaya viendo en cada cloaca.

Con pavor vemos como los dirigentes podemitus alardean de su postura manifiestamente contraria a la independencia del poder judicial, despreciando el cometido y objeto de dicho poder de una manera tan ruiz y mezquina. Por sorprendente que parezca, los Jueces no están para defender a una parte sobre otra, están para garantizar el cumplimiento de la Ley democráticamente (o casi democráticamente en algunos casos viendo la carrerilla que nos está tomando Pedrito) aprobada en las Cortes, donde el Pueblo (en mayúsculas porque no es su pueblo, ni es mi pueblo) ha redactado dichas leyes a través de sus representantes. El poder judicial es mero garante de ese compromiso con el Pueblo, el compromiso de resolver los conflictos usando y decidiendo sobre la adecuación de ese texto que le hemos redactado. Para que este poder sea independiente en el cometido de entender esta Ley, ha de ser sordo y ciego a las injerencias externas. Cuesta procesar de otra forma que no sea teniéndolo como una tomadura de pelo el hecho de que denuncien unas injerencias que bien acusan de los bancos, pero que ellos mismo promueven de la gente. Cuesta mascarlo, tragarlo y digerirlo. Se hace bola, sí.

«Con pavor vemos como los dirigentes podemitus alardean de su postura manifiestamente contraria a la independencia del poder judicial, despreciando el cometido y objeto de dicho poder de una manera tan ruiz y mezquina»

¿Es que acaso existe una injerencia buena y una injerencia mala? Bueno, me adelanto a la respuesta que me dieran pues posiblemente me revolviese las tripas. Porque no, ni los jueces del Supremo, ni el juez Llarena, ni la juez Alaya, ni ninguno, hayan tomado la decisión que tomen, deberían estar condicionados en su postura ni por lo que la calle brame, ni por lo que los bancos a hurtadillas y malévolamente exijan -inserte risa malvada-.

Sé que es difícil de entender, y por lo que puede apreciarse la masa gris de algún que otro político no está capacitada para asimilar la siguiente información, pero la Justicia no va de buenos y malos, de débiles y poderosos. La Justicia con mayúsculas no está aquí para satisfacer pretensiones sociales de grupo, ni está diseñada para desarrollar políticas de justicia social. La justicia social, no nos confundamos, poca cabida tiene en sede judicial, y no puede exigirse su creación y aplicación a los jueces. Los jueces, por sorprendente que parezca teniendo a Garzón por ahí deambulando y paseándose, no son políticos.

Y notición de los buenos, …

… agárrense a la silla podemites, peperis y pandilla, …

… no, ….

… ¡los jueces no tienen que hacer política!

Después del golpe mental, tranquilidad. Tener que aceptar la independencia judicial no significa que se tenga que estar de acuerdo. Podemos estar más o menos conformes con algunos pronunciamientos judiciales por algo llamado Libertad, también con mayúsculas. Pánico da el pensar que idea tendrán de la Libertad viendo el concepto que hacen de la Justicia, pero esa es otra historia y debe ser contada en otro momento…

Esa Libertad es lo que permite opinar sobre los pronunciamientos, no conculcar con ellos, y participar de los cauces establecidos para adecuar una legislación a lo que se considera justo. Esa Libertad lo que no permite es menoscabar la Justicia con manifestaciones en contra de los fallos tenidos conforme a la ley, no es el cauce, porque una Justicia que no es independiente no puede ser Justicia. La Justicia hace mucho que se sacó de las calles porque no era Justicia, era pura y simple quema de brujas.

Pero, oye, no te toca mañana a ti…

¿a quién no le apetece asistir de nuevo a linchamientos públicos?