Ayuso es tonta, Ayuso es tonta, Ayuso es tonta. Sí, eso es lo que piensa alrededor de la mitad de la población de la Comunidad de Madrid y, muy probablemente, la mayoría de los españoles, sorprendidos por el surgimiento de esta nueva manera de hacer política, la cual se encuentra personificada en la figura de Isabel Díaz Ayuso.

El tándem Ximo Puig-Mónica Oltra, el meditabundo Íñigo Urkullu o incluso su propio compañero de partido, el gallego Alberto Núñez Feijóo, observan anonadados el panorama madrileño: ¿cómo una persona sin ninguna propuesta sólida, sin ningún programa electoral destacado, podría alcanzar la mayoría absoluta en un territorio como Madrid y en una situación política tan delicada y polarizada como la actual? ¿Acaso alguno de los madrileños que se preparan para acudir a las urnas este 4 de mayo sabe qué defiende exactamente Isabel Díaz Ayuso más allá de abrir todos los bares que pueda, aunque ello implique necesariamente un incremento de los contagios?

Pues bien, de nuevo y con toda probabilidad, nadie lo sabe. Pero eso no importa, porque Ayuso no es tonta, y no lo es precisamente porque conoce a fondo los dimes y diretes de la comunicación política. En estos mismos instantes en los que estás leyendo este artículo, probablemente hasta el mismísimo Iván Redondo se esté comiendo la cabeza, conocedor de la magistral jugada de la presidenta madrileña sobre el tablero político.

Díaz Ayuso es, consciente o inconscientemente, experta en framing: para entendernos, es el marco que puede crear un político para construir su propia realidad, sea verdadera o no. Es decir, es el decorado que hace que veas algo de una u otra manera. Un libro comprado en Amazon puede valer 20 euros, a los que sumaríamos 5 euros de gastos de envío: un marco estándar. Pero Amazon también puede vender el mismo libro por 25 euros y con envío gratis, es decir, una misma compra, pero dos marcos distintos.

De un modo parecido se utilizan los marcos en política. Cuando se empieza una campaña con un lema tan potente como «Comunismo o libertad» se crea también un marco igual de potente del que no nos damos cuenta, pero del que formamos parte todos. Es como el inicio de una batalla: si luchamos en un dominio neutral, se valorarán las propuestas y el programa electoral, donde claramente la izquierda lleva las de ganar; pero si entramos en la extensión de dominio del rival, siempre luchamos a la defensiva. Está claro que, jugando con ese lenguaje, todos preferiríamos la opción de ser libres.

Pero el problema es que, cuanto más te enfangas en una extensión de dominio ajena, más difícil es salir de ella. «De las cosas de Podemos no hablo», responde Ayuso cuando le preguntan sobre por qué ha ocultado una empresa en su declaración de bienes. Han intentado romper su dominio del marco, pero ella no se ha tambaleado ni por un segundo. Sabe que no necesita responder a esa pregunta, ya que su marco es más fuerte que el de sus rivales. Sus partidarios aplaudirán su respuesta porque no importa que no exista relación alguna entre pregunta y repuesta, siempre va a ganar si se encuentra en su propio dominio. Ayuso dirige, los demás se someten.

Tan solo unos días más tarde, la presidenta aseguraba que en Madrid se sufre, se paga mucho, el precio de las viviendas es alto y la vida es difícil, pero que al final del día «nos podemos ir a una terraza a tomarnos una cerveza». Creen que han roto su marco con sus críticas, pero de nuevo recupera su dominio: ¿a alguien le apetece una cerveza?

Los que aún no hemos entrado en el marco creado por Isabel Díaz Ayuso podríamos pensar que el debate electoral servirá para dejar en evidencia la falta de propuestas de la presidenta, pero también nos equivocaríamos. Ayuso no necesita ganar el debate, no necesita ni siquiera tratar de ser el foco de atención, porque sabe que los seis candidatos estarán, en la noche del 21 de abril, en su extensión de dominio. Con tan solo lanzar algún mensaje sobre bajar impuestos, abrir bares o derrotar al comunismo, tendrá unas elecciones a punto de caramelo, y es que, como ahora ya sabemos, cuando se juega a la ofensiva en un dominio que te pertenece, siempre ganas.

Ante una extensión de dominio tan potente como la que lleva años manteniendo la derecha en la Comunidad de Madrid, hay tan solo tres maneras de responder: entrando en el marco del rival, ignorándolo o creando uno nuevo aún más fuerte que el inicial, es decir, romper con su dominio.

Ángel Gabilondo e Iván Redondo son la clara representación de la primera opción. Si Ayuso exige abrir los barres, Gabilondo lo apoya para intentar ganar votos. Si Ayuso exige no subir impuestos, Gabilondo también cede. Pero es que, además, Gabilondo también se ofrece a pactar con la propia Ayuso. «Solo falta que acuda a los mítines del PP», comenta ella, jocosa. El socialista ha entrado de lleno en su marco esperando conseguir rédito electoral con los más desencantados con su gestión.

Pablo Iglesias, en cambio, ha decidido ignorarlo, dentro de lo que se puede ignorar algo en una campaña electoral. Iglesias se ha centrado en defender la participación del comunismo en la democracia y en buscar la movilización de los barrios más abstencionistas. Pero no llega a construir un marco que haga frente al de Ayuso, pues no hay nada detrás que lo consiga sostener más allá de su propio fondo político.

La tercera opción la ha acaparado Mónica García. Ha conseguido construir un marco propio muy potente: anestesióloga de profesión, luchando contra los recortes con la Marea Blanca y compaginando la política con el Hospital 12 de Octubre durante los meses más voraces de la pandemia. Con una oposición de Ángel Gabilondo inexistente y con Pablo Iglesias aún lejos de la política madrileña, la candidata de Más Madrid fue el azote del gobierno conservador de la CAM. Ahora, como líder del partido fundado por Íñigo Errejón, recorre los municipios de toda la región con un marco muy fortalecido: el de una candidata con experiencia política, pero también con visión social, con un pie en las calles y barrios del territorio al que se postula para representar y siendo la mejor posicionada para romper el marco dominante de Isabel Díaz Ayuso.

Teniendo tres maneras distintas de responder ante un marco tan potente, está por ver si una hipotética coalición de izquierdas consigue imponerse sobre la nueva realidad construida por el Partido Popular. A dos semanas de unas elecciones anticipadas trascendentales, los candidatos que buscan arrebatarle el poder a los populares deberán saber asestar golpes más allá de programas electorales o antecedentes políticos, golpes que puedan llegar a lo más profundo del marco creado por sus rivales y que, a menos que consigan derribarlo, augurará una más que probable continuación del dominio de la derecha en la capital de España.