Uno de los memes más populares en redes sociales tiene como protagonista a Leslie Nielsen que en la película Agárralo como puedas cuenta con una memorable escena en la que, mientras afirmaba que no pasaba nada, todo se desmoronaba detrás. Hace unos días, la Ministra de Asuntos Exteriores González Laya se vanagloriaba de la futura desaparición de la verja de Gibraltar, mientras horas después los casos de la COVID inglesa se disparaban en La Línea y provocaban el cierre perimetral del Campo de Gibraltar. Hay gente que no ha nacido para ser oportuna.

«El brexit es una lección política de primer orden. Si algo nos muestra, es el peligro que entraña un puñado de populistas en puestos decisivos en una coyuntura singular»

El brexit es una lección política de primer orden. Si algo nos muestra, es el peligro que entraña un puñado de populistas en puestos decisivos en una coyuntura singular.  Una minoría de arribistas logró convencer a sus conciudadanos para que votasen contra sus intereses mezclando técnicas de big data con retórica supremacista y algunas mentiras, cuanto más gordas mejor. Algunos comportamientos y argumentos recuerdan mucho al personaje de Miss Havisham de la magistral novela de Dickens Grandes esperanzas. Una mujer que habita una mansión arruinada que viste el mismo traje de boda con el que fue abandonada en el altar. La retórica de un imperio decimonónico ha servido para mantener una red de paraísos fiscales vinculada a la city londinense, cuyo coste paga el contribuyente británico. Conservar una colonia no tiene demasiado sentido para la mayoría, a menos que se haga por otras razones. Como dice un amigo, veremos qué sucede el día en que se filtren los ‘papeles de Gibraltar’. Si es que salen, claro.

Como buena parte de los analistas han señalado, activaron el procedimiento de salida sin un plan y negociaron sin entender la situación en la que se encontraban. El resultado es aun una incógnita. Parece que no se trata de un acuerdo positivo para ninguna de las partes. Se entiende que la más débil será la más perjudicada. Al fin y al cabo, una salida ventajosa de Gran Bretaña equivaldría para la UE a apretar el botón de su autodestrucción.

Contrasta la paciencia de la UE en el brexit con su posición autoritaria, con tintes racistas, en el caso de Grecia. Tampoco se pueden olvidar las acciones que, año tras año, incrementan la brecha entre la inmensa mayoría de la ciudadanía europea y sus instituciones. ¿Qué sentido tiene la UE sin una sólida identidad social? Sin embargo, no cabe duda de que la UE sigue siendo un proyecto atractivo. La trama de intereses de diferentes actores en la esfera global y la necesidad creciente de generar entes fuertes sujetos a controles democráticos, que contrarresten la influencia de grandes corporaciones, hace de la UE algo que aun puede valer la pena. Y Gibraltar es el perfecto ejemplo de sus ventajas.

«Se ha repetido interesadamente que los ciudadanos de Gibraltar no querían abandonar la UE. De ser así, no es comprensible que su Gobierno  rechace la opción de una cosoberanía transitoria»

Se ha repetido interesadamente que los ciudadanos de Gibraltar no querían abandonar la UE. De ser realmente así, no es comprensible que su Gobierno local y estatal rechace la opción de una cosoberanía transitoria entre Gran Bretaña y España. Los ciudadanos gibraltareños verían como todos sus problemas se solucionan. Sin embargo, no se acepta una salida tan racional como justa. Su estatus como colonia la convierte en una pintoresca anomalía en la Europa del siglo XXI. Curiosamente, una parte de su población vive en territorio español, expulsados por los altos precios del peñón, propiciados por los que viven en Sotogrande y pretenden convertir Gibraltar en el ‘Mónaco del spanglish’.

El principio de acuerdo entre España y Gran Bretaña sobre Gibraltar ha generado tanto el aplauso como la crítica. La cuestión es que jurídicamente es una declaración de intenciones, sin un texto que nos ayude a realizar un análisis serio. Si nos atenemos a las declaraciones de uno y otro lado, llama la atención que se repita la idea de “prosperidad compartida”, algo que contrasta con la realidad. Después de todos estos años la prosperidad del peñón ha sido inversamente proporcional a la situación de La Línea. Sin embargo, Gibraltar es claramente dependiente de España, que le suministra infraestructuras decisivas para mantener su nivel socioeconómico, justo lo contrario de lo que pregonan los voceros del Gobierno gibraltareño de ambos lados de la verja. Desgraciadamente, los políticos que llevan décadas rigiendo el destino de la roca se han mostrado siempre hostiles al Campo de Gibraltar y a España, en general. Han lanzado bloques de hormigón para arruinar el sustento de familias humildes de pescadores, defendido la inapropiada reparación de submarinos nucleares contra el bienestar de sus propios ciudadanos o apoyado a los secesionistas catalanes en sus esperpénticas visitas de al peñón, por no hablar de otros asuntos vinculados con el sector bancario o fiscal. Cualquier cosa con tal de hacerse notar en la prensa local, preservar los intereses de una minoría y demostrar su asco por el vecino. En el acuerdo no se intuye nada que haga referencia a estas cuestiones básicas que suponen la ruina para sectores del Campo de Gibraltar, como el gremio de estanqueros por el contrabando de tabaco. Tampoco se hace una referencia al tratamiento fiscal que deben tener los ciudadanos gibraltareños que viven en el Campo de Gibraltar. Lo único que parecería acordado es que el control migratorio del puerto y aeropuerto gibraltareño lo llevará a cabo el cuerpo de control migratorio de la UE (Frontex).

«Queda aun mucho que negociar. González Laya va de derrota en derrota hasta la insignificancia total»

Los signos de que la diplomacia española vaya a aprovechar esta coyuntura son inexistentes. Queda aun mucho que negociar. González Laya va de derrota en derrota hasta la insignificancia total. No es demasiado sorprendente que el equipo negociador español haya ignorado a personalidades y expertos del propio Campo de Gibraltar. Tampoco lo es que haya evitado que el Campo de Gibraltar tenga representación en la negociación a la altura de Gibraltar. Lo que resulta asombroso es la falta de compromiso real con la comarca, con sus infraestructuras, junto con la dejadez gubernamental ante el unilateralismo gibraltareño. Se deben generar las condiciones adecuadas para que La Línea pueda competir en pie de igualdad con sus vecinos y deje de aspirar a ser su atento y servil criado. No parece que España tenga buenos estrategas, si tu baza principal es el control que puedes ejercer sobre la verja y desistes de ella desde el inicio.

Fue Charles Dickens el que dijo que forjamos las cadenas que llevamos durante nuestra vida. Es obvio que para los gibraltareños sería una ventaja ser españoles y, por tanto, ciudadanos de la UE. Es evidente que para el contribuyente británico supondría un ahorro. ¿Lo permitirá un puñado de políticos gibraltareños? ¿O tendremos una nueva ración de supremacismo, mentiras y ventajismo con la aquiescencia del Gobierno español de turno?