Las crisis de gran envergadura rara vez se dejan reducir a contornos concretos. Como gotas de agua vertidas en un sólido poroso, estas se extienden hasta alcanzar la totalidad de su extensión. En este mismo sentido, más allá de un primer estrato sanitario, la crisis provocada por el COVID-19 ya ha permeado y seguirá permeando los ámbitos político, económico, militar, axiológico y conductual; y, si ampliamos el prisma, también ha impactado en la gobernanza y en el institucionalismo global, en las relaciones internacionales y en la geopolítica. Desde este último enfoque, resulta un pregunta ineludible si, bien la actual pandemia dará lugar a un cambio de paradigma, bien, no será sino un catalizador de patrones que hace tiempo se atisban de forma más o menos visible, o bien, ambas dimensiones están llamadas a conjugarse.

«…más allá de un primer estrato sanitario, la crisis provocada por el COVID-19 ya ha permeado y seguirá permeando los ámbitos político, económico, militar, axiológico y conductual»

China, epicentro de la pandemia, ha evidenciado su capacidad organizativa, su disciplina social y los vastos medios tecnológicos y materiales con los que cuenta, con los que pretende erigirse como el gran granero del resto del globo. Asimismo, a pesar de que el COVID-19 acentuará el menor ritmo de crecimiento económico que la potencia asiática ha computado en los últimos tiempos, su rápida y eficaz lectura de la crisis mitigará el descalabro. Por su parte, una de sus respuestas más acertadas y visibles, el envío de ayuda humanitaria a países como Italia, más allá de una muestra de solidaridad no es sino una estrategia geopolítica en aras de alcanzar un mayor protagonismo y desbancar la tradicional hegemonía transatlántica. Veremos actuaciones similares en Latinoamérica y África, ahondando en una consolidación de la revolucionaria Nueva Ruta de la Seda. No obstante, para aquellos que han redescubierto en el autoritarismo la nueva panacea, no hay que obviar las voces que han puesto de manifiesto la opacidad del régimen de Xi Jinping, no solo respecto de las cifras, sino también respecto de la represión y censura a la que se han visto sometidos, entre otros, su personal sanitario, y que, sin duda, ha desperdiciado un tiempo muy valioso cuando la extensión del virus más fácilmente podría haber sido abatido.

«…el envío de ayuda humanitaria de China a países como Italia, más allá de una muestra de solidaridad no es sino una estrategia geopolítica en aras de alcanzar un mayor protagonismo y desbancar la tradicional hegemonía transatlántica»

En el otro extremo, EEUU, con un sistema sanitario con importantes deficiencias y una respuesta inicialmente titubeante, no ha acudido al auxilio de sus tradicionales aliados, dejando un vacío que no ha sido desperdiciado por su rival asiático. Así, el coronavirus no ha hecho sino avivar la pugna económica, tecnológica y militar entre las dos superpotencias. Sin embargo, no hay que subestimar la capacidad del régimen americano que cuenta, además de con un poder militar y tecnológico indiscutible, con herramientas tan poderosas como el dólar o el dinamismo de la política monetaria de la Reserva Federal. Igualmente, Donald Trump es bien conocedor de que en el plano interno este es el momento para poner toda la carne en el asador, pues de cómo gestione la crisis actual dependerá en gran medida el resultado de las inminentes presidenciales. Ello explicaría, en parte, la decisión de adoptar una política aún más aislacionista de la que nos tiene acostumbrado. Si bien, quizás el mundo haya cambiado demasiado, cuando, de ocurrir, mire a su alrededor.

«EEUU, con un sistema sanitario con importantes deficiencias y una respuesta inicialmente titubeante, no ha acudido al auxilio de sus tradicionales aliados, dejando un vacío que no ha sido desperdiciado por su rival asiático»

El tercer vértice lo ocupa la Unión Europa. Organización que pese al anuncio anticipado y reiterado de su muerte, ha sobrevivido a las últimas crisis y también lo hará en esta. No obstante, nuevamente, parece perder una oportunidad de reforma y reposicionamiento en el orden global, dejando de lado sus valores fundacionales y repitiendo una imperdonable inacción ante las aparentes insalvables divisiones entre un sur, deudor y esta vez, además, con mayor afectación por la pandemia, y un norte, acreedor, que no está dispuesto a avanzar al estadio de las medidas fiscales. Inacción supranacional, que con honrosas excepciones, entre las que se encuentra la proactiva política monetaria del BCE, viene a ser suplida por una respuesta westfaliana con demasiados episodios de cacofonía entre sus Estados Miembros.

«La unión Europea nuevamente parece perder una oportunidad de reposicionamiento en el orden global, dejando de lado sus valores fundacionales y repitiendo una inacción ante las aparentes insalvables divisiones entre sur y norte»

Ante los retazos expuestos, parece que la pandemia provocada por el COVID-19 no ha hecho sino exacerbar tensiones preexistentes en un escenario de alta competición geoestratégica entre China y EEUU, donde los errores cometidos serán, si cabe, más rentabilizados por la parte contraria que sus propios éxitos. Y si bien parece que el régimen chino ha superado el primer round, la partida no acaba sino de empezar. Asímismo, más allá de tales actores principales, como mar de fondo habrá que atender a cuestiones no menos transcendentales, entre las que se encuentran, el despertar o no de la UE, la evidenciación de la crisis de gobernanza global, el descubrimiento y rentabilización de una vacuna, el impacto de la pandemia en países con estructuras gubernamentales frágiles, su incidencia en los flujos migratorios globales y en la actividad de grupos terroristas, así como el posicionamiento y su impacto en potencia regionales como los BRICS o los MINT. Todo ello vislumbra un periodo de incertidumbre, donde la certeza más palmaria es el arranque de un nuevo devenir en nuestra Historia más reciente y que toma como eje de partida la catalización de procesos preexistentes.