«Creced y multiplicaos», más que una frase bíblica, es un arrollador impulso cobijado en las cadenas de los ácidos nucleicos, del ADN y ARN.

Para extenderse y evolucionar, los ácidos son capaces de reinventarse. Las mutaciones, en cuanto novedosas formas de expresión vital, son el instrumento por el que la existencia ha ido progresando en la Tierra y puede que fuera de ella.

Las mutaciones no son ni buenas ni malas. Son precisas. Para proseguir, para crecer, para vivir. Sin ellas, los humanos no existiríamos, pero son ellas también las que pueden poner en jaque nuestro estilo de vida, nuestra forma de ser y, en definitiva, nuestra propia existencia dado que, con frecuencia, están en la base de la enfermedad.

A lo largo de las eras, bacterias y virus han ido cambiando, apareciendo, desapareciendo, integrándose en otros seres. Sin las bacterias que viven en nuestro aparato digestivo no sobreviviríamos, pero las mismas pueden generar la mayor de las infecciones y llevarnos a la muerte.

Los virus ofrecen un perfil más agresivo y no es casual que virus signifique toxina, veneno. Sin embargo, las investigaciones han ido descubriendo otras propiedades y se ha visto que algunos pueden ayudar al desarrollo intestinal o, incorporados en nuestro ADN, participar en el crecimiento del sistema nervioso.

Bacterias, virus y otros, colaboran al desarrollo de la vida aunque, de vez en cuando, mutados o sin mutar, se desbocan y generan epidemias al practicar en demasía lo de creced y multiplicaos.

Virales o bacterianas, las epidemias han sido compañeras de la vida humana y, a poco que busquemos, encontraremos constancia y memoria de ellas.

La Peste Antonina o Plaga de Galeno (165-180 d. C.), debida al virus de la viruela (o, menos probablemente, del sarampión), fue una pandemia que afectó al Imperio Romano y causó en torno a 5 millones de víctimas. Para su propagación fue decisiva la unificación del territorio mediante los diferentes mecanismos de conexión imperial -la gran red viaria, terrestre y naval; el comercio a gran escala-, lo que contribuyó a una rápida difusión de la enfermedad, tal cual como pasaría hoy en día con una crisis similar a gran escala. (Andres Saez. La peste Antonina: una peste global en el siglo II d.C. Rev. chil. infectol. vol.33 no.2 Santiago abr. 2016). Profético.

Desde Galeno a nuestros días, las epidemias han ido surgiendo y segando vidas a su paso. La Gripe Rusa -1889/1890-, se extendió por toda Europa, ocasionando en torno a 1 millón de muertes. Más grave fue la Gripe Española de 1918, que acabó con entre 20 y 50 millones de personas.

Ya en este siglo, la epidemia de SARS de 2003; la de Ébola de 2014 o la más reciente Gripe Aviar H5N1, son ejemplos de los estragos que los virus ocasionan.

El último en llegar ha sido COVID-19, un nuevo tipo de coronavirus, que ya es pandemia, según certificó la OMS el pasado 11 de marzo.

Y aquí estamos, viviendo otra vez una situación que, como la Plaga de Galeno, se nutre de nuestro estilo de vida para medrar y extenderse.

España ha pasado por esto otras veces. Por ejemplo en 1649, durante la Epidemia de Sevilla, causante de la muerte de unas 60.000 personas. Comenzó a primeros de abril y su agresividad fue tan palmaria que el 21 de mayo se decretaba la prohibición de entrada en Madrid de personas y bienes procedentes de la ciudad andaluza. Una cuarentena social que, salvando las distancias de tiempo y forma, es similar a la que vivimos hoy.

Controlar la expansión de una epidemia pasa por restringir la movilidad de las personas, animales o cosas, que actúen como vectores de infección. Es algo esencial y el retraso en la toma de decisiones en este sentido puede hacer fracasar las políticas de contención si, cuando se decide, la propagación ya es explosiva.

El coronavirus se encuentra en fase de progresión geométrica y frenar su replicación es esencial. No tanto para no caer enfermos, que también, sino, fundamentalmente, para dar tiempo a los servicios sanitarios a atender a todos los pacientes. De Covid-19 y de otras patologías que, aun cuando lo parezca, no han desaparecido con la llegada de la epidemia. No olvidemos que, entre las consecuencias conocidas de estas crisis, está la posible muerte de personas aquejadas de otras afecciones -infartos, accidentes de tráfico, hemorragias cerebrales, etc.-, en caso de no recibir la adecuada atención médica. Una atención que, ahora, se ve mermada por la saturación de las estructuras de salud.

Ningún sistema sanitario es ilimitado. Pero, como ciudadanía, tenemos la capacidad de cambiar el curso de la enfermedad. Todos juntos. En una respuesta unitaria y haciendo que #YoMeQuedoEnCasa sea una idea de vida, no una frase en redes sociales.

El aislamiento, junto con el lavado de manos y demás medidas ya conocidas, es una herramienta muy efectiva para frenar el aumento de los casos y cortar la transmisión entre personas. Aislarnos es solidaridad. Es la mejor forma de trabajar juntos, de remar en la misma dirección.

Y, mientras derrotamos al virus, quedémonos con lo bueno que ha traído.

Con esos millones de personas, aplaudiendo desde balcones y terrazas de toda España, a quienes luchan contra el sufrimiento y la muerte. Con esos cientos de jóvenes, ofreciéndose a hacer la compra o ayudar a las personas mayores o con movilidad reducida. Con los profesionales sanitarios, pediatras, oftalmólogos, ginecólogos, dermatólogos, etc., ofreciendo consultas telemáticas para que no haya que acudir a Urgencias si no es esencial. Con la corriente de altruismo y solidaridad, que entre nosotros, nos sale tan natural como el respirar pues, no en vano, somos líderes mundiales en donaciones.

Todos sabemos que la clase política española es manifiestamente mejorable; que está más pendiente de si lo que hace da o quita votos; que le preocupa más el control del poder, en sus reinos de taifas, que las personas. Pero la sociedad española no es así. Nosotros, españolas y  españoles de todas las edades, ideas, razas y colores, formamos un pueblo del que podemos estar orgullosos. Muy orgullosos.

De modo que ¡adelante!, resistamos. Porque, sin ninguna duda, #TodoVaASalirBien.