¿Cuántos de los asaltantes de ayer al Capitolio habrán tuitteado con el hastag Law&Order cuando las protestas del black lifes matter? Sería interesante saberlo y -¿por qué negarlo?- gracioso. Los disturbios de ayer en el interior del Capitolio tuvieron más de frivolidades de hinchas que de golpe de Estado premeditado. No pretendo restarle importancias. A veces, las frivolidades cuestan vidas y años de cárcel, concretamente, hasta diez años prevé la sección 2383 del Capítulo 115 del Código Penal Federal de Estados Unidos, para quien participe o auxilie a una rebelión o insurrección contra la autoridad o las leyes del país.
Bueno, eso se lo dejamos a los jueces y al jurado popular, tan a menudo imprevisibles en Estados Unidos desde la fundación del país.
¿Qué ocurrió ayer? O más bien ¿por qué ayer ocurrió lo que ocurrió en el Capitolio? Este miércoles, el Congreso cumplía con un trámite, contar los votos electorales.
«Los disturbios de ayer en el interior del Capitolio tuvieron más de frivolidades de hinchas que de golpe de Estado premeditado»
Desde los orígenes de la república estadounidense, la tradición marcaba que el Vicepresidente, quien simultáneamente es Presidente del Senado, comunicaba a las cámaras los votos del Colegio Electoral.
La XV Enmienda Constitucional (1804) es famosa por establecer que los delegados del Colegio Electoral votan por separado al Presidente y al Vicepresidente. De ese modo se abolía el sistema de que el VP fuera la segunda persona en votos en el Colegio, es decir, el rival del ganador. Otra cosa que hizo fue oficializar el rol del VP en el cargo de leer los resultados del Colegio Electoral ante las cámaras del Congreso.
En 1887 se aprobó la Electoral Count Act o Ley de Recuento Electoral, todavía en vigor. Como su nombre indica, esta Ley regula el recuento de los votos del Colegio Electoral ante el Congreso por el Vicepresidente. ¿En serio? ¿Una ley para regular que el VP abre un sobre y lee los resultados? ¿Qué es la ley? ¿Un manual de instrucciones para un VP inusualmente torpe? La cosa iba más por otros derroteros.
En 1876, los estadounidenses asistieron a sus elecciones presidenciales más corruptas y fraudulentas de su historia con diferencia. Varios Estados cambiaron el sentido de sus votos Electorales –los votos que cada Estado tiene para elegir al Presidente- después de haberlos enviado al Congreso. Y los historiadores coinciden en que no fueron precisamente los recuentos del voto popular los que motivaron las modificaciones.
«¿por qué ayer ocurrió lo que ocurrió en el Capitolio? Este miércoles, el Congreso cumplía con un trámite, contar los votos electorales»
Como la XV Enmienda, la aportación principal de la ley de 1887 no tenía nada que ver con el VP, sino el safe harbor o “puerto seguro”. Cada Estado tiene el deber de fijar una fecha en su ley electoral después de la cual los resultados electorales –aunque aparezcan nuevas pruebas de fraude- ya no pueden anularse o corregirse. De ese modo, se evitaba que lo de 1876 se repitiera.
Por suerte lo de 1876 fue un borrón en un historial limpio y la ley de 1887 fue cogiendo polvo a pesar de que técnicamente se le ha dado uso elección presidencial tras elección presidencial. Pero este 2020, a Trump se le ocurrió que el rol del VP podía ir más allá de hacer de notario: Pence podía cambiar o, al menos anular, los resultados del Colegio Electoral. Y tuiteó sobre ellos desde que fracasaron sus intentos judiciales, 62 intentos en total, creo, da dar la vuelta a las elecciones.
Un congresista por Texas, Louis Gohmert, presentó un recurso ante un tribunal del Quinto Circuito –tribunales de alto rango- para que declarará que Pence tenía ese poder. Tengamos en cuenta que Gohmert es republicano del ala más radical y conservadora, el Tea Party. Había preguntado al Departamento –nuestro ministerio- de Justicia si Pence tenía ese poder. El departamento le contestó que en todo caso las cámaras podrían cambiar los resultados pero no el VP.
«este 2020, a Trump se le ocurrió que el rol del VP podía ir más allá de hacer de notario: Pence podía cambiar o, al menos anular, los resultados del Colegio Electoral»
Imaginamos que Gohmert creía que le hacía un favor a Trump cuando fue a los tribunales, pero el caso Gohmert, et al v. Pence se saldaba el pasado de 27 de diciembre: NO, al Presidente y al Vicepresidente los eligen los Estados a través del Colegio Electoral. Ni el VP ni siquiera senadores y congresistas pueden anular.
De hecho los tres jueces del quinto circuito le vinieron a preguntar a Gohmert que si no sabía leer. Claro que lo hicieron jurídicamente, le dijeron que su pregunta carecía de fundamento. Vamos que lo tienes escrito en la ley, léela: el Congreso no puede cambiar los resultados, únicamente puede devolver los votos cuestionados al Gobernador del Estado si estos no hubiesen llegado debidamente certificados, o si los delegados del Colegio Electoral no reunieran los requisitos para tal puesto, hubiese errores aritméticos o bien se constara alguna irregularidad en la votación. Pero ojo, esta devolución debe hacerla el Congreso, ambas cámaras, no el VP.
Además, la Ley de 1887 añade que si el Gobernador confirmara el primer voto y el Congreso se lo devolviera una o varias veces, habrá que considerar válido el resultado que el Gobernador hubiese enviado antes del día de puerto seguro establecido por la ley electoral de su Estado. En resumen, que si hay fraude, hay que plantearlo ante los tribunales del Estado, no en el Congreso ni ante el Gobernador.
«el Congreso no puede cambiar los resultados, únicamente puede devolver los votos cuestionados al Gobernador del Estado si estos no hubiesen llegado debidamente certificados»
Pese a ello Trump que había convocado una manifestación protesta contra la confirmación de los resultados electorales, siguió incendiando las redes con el mensaje de que Pence podía anular los resultados, que la constitución le daba ese poder. La tensión ha ido subiendo y todo estalló, cuando, después de unos días amagando con qué haría, el VP confirmó que cumpliría con su rol constitucional. El Presidente le acusó de cobarde y traidor. Parece que fue la gota que colmó el vaso. Entonces empezó el asalto al edificio del Capitolio.
Por supuesto esto no es cosa de un día, el detonante final. La comunicación de los resultados fue la última chispa. Trump pasará a la historia como el Presidente de lo que despectivamente se llama la White Trash, la basura blanca, las clases blancas que viven en condiciones de pobreza y marginalidad. Pero no como un portavoz de sus intereses sino un manipulador de las esperanzas y necesidades de este grupo social vulnerable, a la vez flirteaba con extremistas y radicalizaba a las clases medias. Un coctel demasiado peligroso. Aún gracias que no han sucedido cosas peores…