Ha llegado la primavera y con ella las sandías, los melones, melocotones, etc.
Jamás le he dado un golpe a una sandía o apretado el culo de un melón. No, yo soy de esas urbanitas que cogen la fruta más bonita y ya voy contenta. Si no salen dulces, no hay problema. Básicamente compro fruta para dar un toque de color a mi cocina. También para sentirme buena madre, y para que la cajera y los de la cola no me miren mal. Suelo ir con el pequeño al súper, no todo pueden ser galletas y chocolate, o chocolate y galletas. Además, odio a esa buena gente que se las da de erudita de las verduras. ¡Les dan toques a las sandías pegadas a sus orejas! Menudo farol, más grande que la bandera de Piedras Negras de México.
¿Qué esperan oír, el mar? ¿A un Ompaa Lommpa que les dice desde dentro que la pieza está dulce? ¡Venga ya! La misma fiabilidad que los del CIS.
Y los que aprietan la base del melón… menudos fracasados. Más de una vez he visto a unos apretar un lado y a otros el otro lado. Ni puta idea tienen. Pero mira, no saben de nada y de esta manera aparentan como que saben de algo. «Los enterados de la fruta» Por no hablar de los que, en vez de presionar con el pulgar, lo hacen con el índice. ¿De qué van, de ascensoristas? No saben ponerse un supositorio y ahí están, intentado meter hacia dentro una punta más dura que un vasco de grafeno.
Hace un par de días, mientras ojeaba unos melocotones, se me acercó una abuela y me dijo «para saber si son dulces tienes que olerles el culo» ¡señora, que los del pasillo de al lado pueden oír y pensar que hablamos de hombres! Pero no le dije nada. Le sonreí y me puse a oler culos de melocotones… sí, soy débil, tengo respeto-miedo a las señoras mayores.
Luego me imaginé la de gente con gripe que se dedicaría a oler esos mismos melocotones. Maldita vieja. Por qué ha tenido que poner esa imagen de una posibilidad más que probable en mi cabeza. Ahora pelo toda la fruta. Sí, melocotones, sandías, melones…
Unos días después fui a otro supermercado y vi cuatro nectarinas en una cajita de plástico. Cómo me hubiera gustado cruzarme allí con doña olfato y decirle: «¡huela el culo a la cajita para ver si son dulces! Esto es el futuro señora, acostúmbrese o lo pasará mal». Te preguntan siempre el precio de las cosas porque no ven ya un pimiento pero el olfato mejor que un sabueso. Otro farol gordo, porque si así fuera no se tirarían esas ristras de pedos pensando que no huelen. Bien, otra imagen de puta madre para mi cabeza. Griposos y viejas flatulentas oliendo las uvas, los plátanos, los kiwis y demás vegetales que luego yo compro.
¡A la mierda la fruta! Galletas y chocolate, que no tienen culo.
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Si necesitas conocer a una persona sincera de verdad, Susana Gálvez NO es la mujer indicada. Su currículum es un papiro repleto de falsedades con el que consiguió trabajar en todo lo que se propuso. Cocinera, directora de cuentas, ama de casa, escritora... Las croquetas le salían de maravilla. Los resultados de las campañas publicitarias eran una locura. Como mamá, sus 7 chiquillos ya los querría en su familia la reina de Inglaterra para lavar su imagen. Lo de escribir ha sido ya... lo nunca visto. Nunca visto...