La democracia estadounidense tendrá sus defectos. ¿Qué sistema político no los tiene? Eso sí, puede enorgullecerse, con razón, de haber dado esquinazo al fraude electoral.
La andadura al sufragio universal, no ha sido fácil para ninguna sociedad. A menudo la democracia no sale bien a la primera. O se estanca en el sufragio censatario, postergando la universalización de este derecho. Incluso, se llegan a falsear sus resultados. La España del S XIX y principios del S XX ejemplifica bien cómo muchos países han puesto urnas, con los resultados fijados de antemano.
En Estados Unidos los pucherazos han sido un fenómeno inexistente, o como mucho marginal. Si nos ponemos a hurgar en su historia, seguro que encontramos alguna municipalidad, algún escaño en un parlamento estatal o en la Cámara de Representantes que en una ocasión se decidiera por soborno, la falsificación de votos o un sistema de recuento dudoso. Quizás, los años de la Reconstrucción, la década y media posterior a la Guerra Civil (1860-1865), sea donde daten más corruptelas de este estilo, pero incluso entonces, fueron casos aislados incapaces de condicionar la composición mayoritaria del parlamento o gobierno surgidos de las urnas.
«En Estados Unidos los pucherazos han sido un fenómeno inexistente, o como mucho marginal»
En tan noble historial, las presidenciales de 1876 constituyen una tétrica excepción. Polémicas de por sí, son una de las cinco elecciones presidenciales en que el candidato ganador en votos no obtuvo la Presidencia:
-en 1824 ya vimos que el Colegio Electoral no fue capaz de elegir Presidente y la decisión quedó en manos de la Cámara de Representantes.
-en 1888 Cleveland perdería su reelección frente al republicano Harrison. Sin embargo, cuatro años más tarde el demócrata lo derrotó, convirtiéndose en el único Presidente con dos mandatos no consecutivos.
-en el 2000, Gore ganador del voto popular perdió frente a G. W. Bush. A ellos dedicaremos el último post de este ciclo.
-por último, en 2016, Trump se convirtió en Presidente con más de 3 millones de votos menos que su rival demócrata, Hillary Clinton.
En 1876 la legalidad constitucional quedó más cuestionada que nunca frente a la legitimidad democrática. El candidato demócrata, Tilden no sólo tuvo más votos que su adversario, sino que superó el umbral de 50% de los votos, 50,97% para ser exactos. Pocos Presidentes han recogido más de la mitad del voto ciudadano.
Pese a ello, su rival, el republicano Hayes se convirtió en Presidente. Con sólo el 47% de los votos, obtuvo la mayoría absoluta de los delegados del Colegio Electoral.
¿Cómo puede pasar esto? Hasta la fecha, recordemos que la elección presidencial estadounidense es indirecta. No lo elige el conjunto del pueblo americano, sino los delegados del Colegio Electoral. Cada Estado tiene un número de delegados proporcional a su población. California, el más poblado, tiene 55 delegados, Alaska o Delaware sólo 3.
«En 1876 … Tilden no sólo tuvo más votos que su oponente, sino que superó el umbral de 50% de los votos… Pese a ello, su rival, el republicano Hayes se convirtió en Presidente»
En teoría, el sistema persigue que ningún Estado sea irrelevante, además de incentivar la participación. Salvo Nebraska y Maine, ningún Estado reparte sus delegados, lo que significa que un hipotético voto de diferencia haría caer los 55 delegados californianos de uno u otro lado.
La polémica se produce cuando en algunos Estados ganas de calle, como Hillary Clinton en California, mientras en otros pierdes por un estrecho margen. Entones puede ocurrir que, efectivamente, el candidato ganador en voto popular no vea esta mayoría reflejada en el Colegio Electoral, pues su rival ganó en más Estados.
Como se ve, no es muy frecuente que se dé este escenario, cinco veces en más de 200 años. Sin embargo, en 1876, al margen del resultado democráticamente inverosímil y una campaña electoral especialmente agresiva en los diarios –twitter de la época- incluso para los estándares estadounidenses, la mayoría de historiadores consideran probado que en esta ocasión varios Estados sureños (Florida, Luisiana y Carolina del Sur) falsearon sus resultados para darle la victoria a Hayes, con una pequeña condición…
Pocas veces los norteamericanos han ido a votar en un momento de tanta apatía política como en 1876. La cosa venía de lejos.
«la mayoría de historiadores consideran probado que en esta ocasión varios Estados sureños (Florida, Luisiana y Carolina del Sur) falsearon sus resultados para darle la victoria a Hayes»
El asesinato de Lincoln, en 1865, había elevado a Presidente a Andrew Johnson. El honesto Abraham, primer Presidente Republicano, ofreció a este demócrata sureño ser su Vicepresidente, en su reelección de 1864. Ante la inminente derrota de los Estados Confederados y el fin de la guerra civil, el Presidente ambicionaba una candidatura de unidad entre ambos partidos, entre norte y sur.
Johnson tenía poco que ver con su culto y sensible predecesor. Las malas lenguas decían que no sabía leer y escribir. Falso, se alfabetizó de adulto, aunque, en efecto, poco o nada sabía de cómo manejar una administración. Aunque contrario a la secesión, era profundamente racista y convenido partidario de la esclavitud.
Sus cuatro largos y penosos de presidente fueron de permanente guerra con un Congreso de mayorías republicanas. El Presidente vetaba por sistema todas las leyes que aprobaban congresistas y senadores. El veto presidencial es duro de sortear, pero no imposible: se necesitan 2/3 del Congreso y del Senado. Jackson vio superados el 52% de sus vetos, más que ningún otro presidente.
También fue el primer inquilino de La Casa Blanca que sufrió un impeachment, por no ejecutar debidamente las leyes del Congreso. A diferencia de Bill Clinton y Trump, cuyos impeachments apenas tenían posibilidades de prosperar, él salvó la cabeza por un voto.
«Johnson tenía poco que ver con su culto y sensible predecesor … era profundamente racista y convenido partidario de la esclavitud»
Su sucesor fue el general Ulysses Grant, héroe de la Guerra de Secesión y candidato republicano. Aunque era un firme convencido de la abolición de la esclavitud y mejorar la vida de los afroamericanos, Grant carecía de perspectiva para dirigir una Administración. Su sentido de la lealtad militar prevaleció sobre el de la ética de gestor político, de modo que se puso a repartir empleos entre veteranos de guerra, los cuáles a menudo eran sueldos sin funciones o funciones para las que el seleccionado estaba manifiestamente falto de cualificaciones.
El final de su presidencia se vio manchado por diversos escándalos de corrupción. El más famoso fue el del Whisky Ring, en que los destiladores sobornaron a oficiales públicos para evadir el pago de impuestos.
Durante los recuentos de 1876 que distaban de la inmediatez actual, los sureños vieron una oportunidad de liberarse de un gobierno federal que se inmiscuyera en los derechos de los negros. Entonces el partido demócrata de origen meridional sostenía que la cuestión racial era un tema interno de cada Estado. Faltaba convencer a los republicanos…
«Durante los recuentos de 1876 … los sureños vieron una oportunidad de liberarse de un gobierno federal que se inmiscuyera en los derechos de los negros»
Algunos gobernadores del Sur, supervisores del recuento, plantearon a Hayes que si quería ser Presidente, el partido de Lincoln debían desentenderse de la suerte de los afroamericanos, nominar jueces para el Tribunal Supremo defensores de la idea de que la cuestión racial era un problema de cada Estado, no de la Nación y retirar a las tropas estacionadas en los Estados del Sur desde que terminara la Guerra Civil en 1865.
Así apareció el Compromiso de 1877 que simbólicamente marca el inicio de la carta blanca a la segregación racial de los Estados del sur. Poco a poco, a lo largo de más de un siglo, los partidos se intercambiarían los papeles y los demócratas acabarían como verdadera fuerza política comprometida con la igualdad racial, mientras que el partido de Lincoln ha acabado a acogiendo a grupos supremacistas en su ala extremista.