En España muchas personas creen que el Día de la Hispanidad se ideo bajo la dictadura franquista. De ahí, su denominación original fuera el Día de la Raza. La confusión es comprensible. Eso de Día de la Raza nos suena hoy bastante fascistoide. Pero nada más lejos de la realidad.

Desde el finales del S XIX, en España y varios países latinoamericanos, la oficialidad se gubernamental coqueteaba con elevar a festivo oficial el día del Descubrimiento de América. En 1916, Argentina inauguró el 12 de octubre como Día de la Raza Hispánica. De allí se expandió al resto de países hispanolusos.

«En 1916, Argentina inauguró el 12 de octubre como Día de la Raza Hispánica»

La iniciativa partió del propio Presidente Hipólito Yrigoyen. Para quienes no estén familiarizados con él, pocos gobernantes han estado tan alejados del fascismo. Es más, su segundo mandato presidencial, concluiría abruptamente en 1930, a causa de un golpe militar. Reformista comprometido contra la corrupción, fue el primer Presidente elegido por sufragio universal masculino. Entre sus grandes logros destacan la mejora del nivel de vida y condiciones laborales de los campesinos, la regularización del transporte público, las explotaciones petrolíferas y minerales, así como el desarrollo ferroviario.

Hipólito Yrigoyen
Hipólito Yrigoyen

A semejante hombre cuya llegada al poder puso fin a cuarenta años de hegemonía conservadora, masón para más señas, ¿le sonaba bien lo de “Día de la raza”? Lo cierto es que sí. En aquella época, el concepto de raza era bastante diferente a la concepción actual. Sí, desde luego se vinculaba al color de la piel, pero también era un sinónimo de nación, pueblo e inclusive clase social.

Como muchos masones, Yrigoyen eran internacionalista. Con seguridad, no en el sentido de una gran globalización mundial, proyecto prematuro a principios del siglo pasado, sino de hermanamiento entre naciones para promover la paz y la cooperación. Recordemos le tocó vivir la Primera Guerra Mundial de la que, no sin presiones, mantuvo apartado a su país.

La hispanidad para el mandatario argentino era un fundamento idóneo para estrechar lazos y desterrar las tensiones en Latinoamérica y la Península Ibérica. Su raza hispánica había de edificar un futuro de hermanos a partir de la conciencia de un pasado nacional y familiar común, que inspirara a otros pueblos.

No hace falta decir que el proyecto de Yrigoyen no tuvo el éxito que él ambicionaba. La apuesta política se quedó en mero folklore. En pocos años, el más rancio nacionalismo explotaba la festividad por fines claramente opuestos a los del líder argentino.

«existe cierta leyenda negra de la conquista, pero resulta peligrosísimo querer reemplazarla por una leyenda blanca»

¿Debe seguirse celebrando el Día de la Hispanidad? Personalmente, pienso que cada época tiene sus sensibilidades e inquietudes. Hoy hemos tomado conciencia de la realidad indígena y quisiera creer que también de la trata de africanos. Esta nueva sensibilidad se incomoda ante las consecuencias del descubrimiento. Y se bifurca en dos posturas: el absoluto rechazo o la búsqueda de un significado nuevo para la conmemoración. En ese sentido, cada vez son más los países latinoamericanos que han cedido a los pueblos indígenas el protagonismo en esta festividad.

Junto a estas nuevas sensibilidades, subsisten otras que reivindican el Descubrimiento como evento sin matices. Consideran que la conquista está salpicada por una leyenda negra, critican la inconsistencia de juzgar el pasado desde nuestra moral actual y reivindican la Conquista como punto de partida de nuestra unidad cultural.

Es verdad que existe cierta leyenda negra de la conquista, pero resulta peligrosísimo querer reemplazarla por una leyenda blanca, igual de infundada. Merece la pena preguntarse a quién benefician estos relatos apócrifos, porque las conspiranoias rara vez son inocentes.

«Hoy hemos tomado conciencia de la realidad indígena y quisiera creer que también de la trata de africanos»

La conquista tuvo cinco fases: 1ª) Colón en las Antillas, 2ª) Cortés en México, 3ª) Pizarro en el Perú, 4ª) Valdivia en Chile y una 6ª) que agruparía la consolidación y expansión de los Virreinatos.

Nunca se produjeron prácticas genocidas a gran escala, en términos análogos a la matanza de armenios, el Holocausto nazi, o la limpieza étnica en bosnia… ¿Por qué? Porque para un hombre medieval y renacentista sencillamente exterminar a toda una población carecía de sentido. Suponía permitir que un territorio se desertizara. Tampoco existía una especial conciencia de superioridad racial. En los S XV y S XVI lo fundamental era la religión. El racismo contra los indígenas precolombinos llegaría después. Esto explica en gran medida por qué el mestizaje se produjo tan rápido y con tanta extensión.

Más importante aún, la Corona española mostró escaso interés en la Conquista de América. Tanto Carlos V como Felipe II siempre se interesaron más por sus guerras en Europa. Las Indias les quedaban muy lejos. Pocos alicientes les suscitaron hasta que empezó a llegar el oro en abundancia.

«Nunca se produjeron prácticas genocidas a gran escala»

Cortés, Pizarro y Valdimia eran, en mayor o menor medida, buscadores de fortuna como lo eran sus hombres. Algunos cronistas han asegurado que conquistaron imperios de millones de hombres con apenas unos pocos centenares Obviamente esto no fue así, Ni siquiera el impacto psicológico de la pólvora y los caballos hubiesen permitido semejante proeza. Lo cierto es que todos los conquistadores españoles contaron con apoyo de pueblos indígenas que vieron en los españoles una forma de liberarse del yugo de otra potencia dominante.

Esta actitud de los indígenas fue reconocida y compensada por España. El caso más paradigmático lo encontramos en los tlaxaltecas, enemigos del imperio azteca y aliados convencidos de Cortés. Tras la caída de Tenochtichlan, se firmó un tratado entre la República de Tlaxcala y el Regente de Castilla, Fernando el Católico, acordando que aquella era aliada de Castilla y su independencia política debía ser respetada.

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Alianza entre Cortés y los Tlaxcaltecas, entre ambos, la famosa Malinche, intérprete del conquistador. Hoy Tlaxcala sigue existiendo como Estado de la Federación Mexicana.

No es menos cierto que el yugo español se hizo notar como se había hecho notar el de los antiguos señores. Además, si los pueblos aliados de los conquistadores fueron bien tratados, las campañas de castigo e intimidación contra sus enemigos y rebeldes destacaron por su brutalidad.

Sin embargo, la mayor parte de muertes, el genocidio de los indígenas, se debió a tres causas involuntarias: gripe, sarampión y sífilis. Ninguna de las tres era conocida en Latinoamérica. Dicho sea de paso, descubrir una tierra sin ETSs hizo creer a muchos españoles que habían dado sin duda con el paraíso terrenal.

La polémica entre fray Bartolomé De las Casas y Sepúlveda (1550-1851) ha sido injustamente desdibujada en nuestros días. Se dice que el objeto central de la polémica fue si los indios tenían alma, ya que en caso de no tenerla podían ser reducidos a la esclavitud. Totalmente falso.

«la mayor parte de muertes, el genocidio de los indígenas, se debió a tres causas involuntarias: gripe, sarampión y sífilis»

Isabel I despachó la cuestión del alma de los indígenas cuando declaró –sin preguntarles- que eran sus súbditos y que como tales gozaban de protección y derechos ante la Corona de Castilla. Únicamente los prisioneros de guerra –rebeldes incluidos- podían hacerse esclavos; la misma regla que en Europa. Hasta tal extremo se tomó en serio esta cuestión que cuando Colón, hombre tan avaro como oscuro, trató de enviar esclavos a Inglaterra para venderlos, la reina impuso su vuelta, corriendo con los gastos de su rescate la tesorería real, destituyó a Colón como Virrey de las Antillas y lo hizo volver a España literalmente cargado de cadenas.

En 1500 Cristóbal Colón regresa a España literalmente encadenado desde la isla La Española, por intentar vender a indígenas como esclavos.

La polémica entre De las Casas y Sepúlveda giró en torno al derecho de la Corona Española a adueñarse de las Indias. Carlos V había tenido un ataque de conciencia agravado por problemas de tesorería –ya os he dicho que las minas de oro tardaron en descubrirse- así que pidió a los sabios de su reino si sus deberes como sacrosanto príncipe cristiano le permitían ahorrarse los gastos de la ocupación de las Indias.

De rebote se abordaron dos temas: la encomienda y la mano de obra. Aunque los indios no podían esclavizarse, para su cristianización y aprendizaje de la agricultura Isabel I creó la encomienda. Al frente de estas explotaciones agrícolas se encontraba un encomendero designado por la corona. Este debía asegurar –directamente o por terceros- la evangelización de los indígenas encomendados y enseñarles técnicas de explotación de la tierra. Sobre la encomienda hay opiniones idealizadas, positivas y críticas. Sin duda, la llegada del trigo y los sistemas de cultivo europeo ayudaron a paliar el problema endémico de hambre que padecían los pueblos precolombinos –y que hacía tan oportuno, económicamente hablando, que los dioses facilitaran la reducción demográfica mediante una continua demanda de sacrificios. Sin embargo, también está sobradamente probado que muchos encomenderos abusaron de su posición y maltrataron a los indígenas a su cargo.

«Aunque los indios no podían esclavizarse, para su cristianización y aprendizaje de la agricultura Isabel I creó la encomienda«

Por denuncias contra las encomiendas se había hecho famoso Bartolomé De las Casas, que proponía abandonar las Indias, manteniendo en ellas sólo colonias comerciales bajo soberanía indígena –Sepúlveda defendía los derechos de la Corona sobre aquellas tierras. Sin embargo, este ferviente defensor de los indios no tuvo reparos en apoyar el tráfico de africanos para proveer de mano de obra las Indias. Y es que como tantos filántropos de su época tenía por seguro que los negros no tenían alma.

La polémica se zanjó sin una victoria clara de ninguno de los dos contendientes, por más de que De las Casas dedicara el resto de su vida a propagar el rumor de que él había vencido. Poco después, el oro peruano permitió al rey-emperador resolver sus dudas acerca de sus derechos para hacerse soberano del Nuevo Mundo.

Finalmente, Felipe II pondría fin a las encomienda en 1573. Desde entonces se dejó a las comunidades indígenas en zonas interiores y el mundo colonizador habitó los grandes núcleos urbanos. A la larga, esto se tradujo en que los nativos, incapaces de disponer ciudades, fueron perdiendo su legado cultural, tradiciones, idioma y se vieron fragmentados en un sinfín de aldehuelas, condenados al subdesarrollo tecnológico y productivo.

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Fray Bartolomé de las Casas (izquierda), ferviente defensor de los indígenas, y Sepúlveda (derecha), no contrario a los indígenas pero defensor de la Corona.

Con la independencia, su situación lejos de mejorar empeoró. En México, por ejemplo, el primer genocidio moderno de indígenas, entendido como matanzas sistemáticas para lograr su exterminio o abandono forzoso de una región tendría lugar bajo la presidencia de Porfirio Díaz –irónicamente él era hijo de una indígena. ¿Por qué? Esas tierras tenían petróleo, o eso se creía. Episodios similares se pueden documentar en Ecuador, Perú, Guatemala, Nicaragua y Argentina entre otros.

Algunos supuestos defensores de los indígenas no lo han sido más que de boquilla. El ex Presidente de Bolivia, Evo Morales, bien podía jurar sus mandatos ante la Pachamama y darle otra bandera al país. Sus expropiaciones de territorios ricos de los indígenas en grafeno y gas con mano de hierro superaron cualquier precedente costándole hasta cuatro marchas de protesta, como nunca antes se habían visto, desde las regiones indígenas hasta Sucre y La Paz.

«Algunos supuestos defensores de los indígenas no lo han sido más que de boquilla»

Más reciente es el episodio de López Obrador. Cuando el Presidente de México exigió a Felipe VI de España que se disculpara por los males de la conquista contra el pueblo indígena, varios líderes de la comunidad indígena le recriminaron su hipocresía. Entre ellos, Marichuy, primera precandidata indígena a la presidencia del país y coportavoz del Congreso Nacional Indígena, replicó a López Obrador “lo que debe hacer es dejar de despojar la tierra de las comunidades [indígenas]”. En su siguiente rueda de prensa –diaria- el Presidente cuestionó que ella y otros representantes electos de la comunidad indígena representaran a los indígenas y no a “oscuros intereses”. Es que a ver ¿quiénes son los líderes de las comunidades indígenas para hablar en nombre de las comunidades indígenas?

Esto no quita que diversos mandatarios latinoamericanos han tratado de mejorar sinceramente el nivel de vida de los indígenas, como serían los casos de Lula y en menor medida, Michelle Bachelet y Cristina Fernández de Kirchner.

«Marichuy a López Obrador: lo que debe hacer es dejar de despojar la tierra de las comunidades [indígenas]”

El nacionalismo y, en general, el sentimentalismo son armas interesantes de la mala política. Simplifican los hechos, desdibujan presente, pasado y futuro. Aunque finjan lo contrario, lejos de dar voz a los oprimidos, los silencian con su retórica. El nacionalismo español se sirve del 12 de octubre para idealizar un pasado imperial que conduce a reivindicar ciertos episodios políticos no precisamente democráticos. No pocos gobernantes latinoamericanos ocultan su maltrato o negligencia hacia sus ciudadanos indígenas, erigiéndose en supuestos defensores de la independencia de sus países frente al imperialismo pasado y conquistadores del futuro cada aniversario del Descubrimiento.