Me siento a escribir 24 horas antes de poder volver a hacer uno de mis placeres favoritos: ver fútbol de élite en la tele. Tras esta pausa forzada por el coronavirus, las competiciones profesionales quieren y necesitan volver a abrir sus puertas, y la que antes va a poder arrancar es la Bundesliga. Y debería ser motivo de alegría para todos los aficionados al deporte. Y lo es, sin duda alguna. Pero a la vez se plantean una serie de interrogantes que hace que, además de ilusión, quede en el ánimo una semilla de miedo. Miedo por ver si todo arranca con normalidad (ojalá), si no habrá un repunte de casos, si sabrán resolver los problemas que vayan surgiendo…todo ello problemas muy importantes que quedan demasiado fuera de mis capacidades y del control de cualquier persona. Este virus es así, en el deporte y en cualquier ámbito de la vida. Pero lo que da realmente miedo es qué deporte vamos a ver, cómo se va a jugar. Como deportista amateur que ha practicado un montón de deportes distintos, me gusta intentar meterme en la cabeza de los deportistas que veo del otro lado de la pantalla. Y con todas las precauciones que se deben tener, me pregunto si lo que vamos a ver se va a parecer a lo de antes.

«Me imagino volviendo a los partidos de liga local de fútbol 7 que, con un poco de suerte, volveré a jugar con mis compañeros en breve»

Parto de la base de un deportista absolutamente amateur. Me imagino volviendo a los partidos de liga local de fútbol 7 que, con un poco de suerte, volveré a jugar con mis compañeros en breve. Y tengo la sensación de que las primeras patadas al balón las vamos a dar como si el balón fuera cuadrado. Vamos a situarnos en el campo y no vamos a saber ni hacia dónde atacamos. Y eso a un nivel ínfimo. Pues eso, corregido y aumentamos infinidad de veces, es lo que les va a pasar a los profesionales. Sólo entrar a campos vacíos tiene que ser psicológicamente duro para ellos. El máximo público que he disfrutado yo viéndome jugar han sido pabellones de colegios de Valladolid y León llenos a reventar. Y se notó, vaya si se notó. Y fue en partidos buenos y malos. No quiero pensar lo que tiene que ser jugar ante gigantescas gradas vacías, en comparación con calderas rugientes en lo que pueden convertirse estadios de esas magnitudes llenos a reventar, gritando y jaleando. Y, claro, esos asientos vacíos inevitablemente les llevarán a pensar en la gente encerrada en sus casas, en por qué lo están o han estado, y de ahí a pensar en el virus y las precauciones lógicas a tomar hay un paso.

Y ahora ya me meto en las cabezas de los jugadores. Gente que lleva toda la vida dando la mano a rivales y árbitros al comienzo de cada partido. Que abrazan, tocan, besan…a sus compañeros en vestuarios y túneles de acceso al campo. Que chocan las manos amistosamente con compañeros y rivales antes de empezar a jugar. Pienso en el momento que un delantero y un defensa arranquen a por un balón dividido, ¿tendrán miedo de chocar como chocaban antes? ¿Saltarán a disputar con la misma fuerza esos balones aéreos que tanto se ven? Y ya si imagino una disputa en un córner….a ver si vemos esos marcajes pegajosos que tanta polémica desatan, o si los delanteros empezarán a tener pasillos claros hacia el remate porque el defensa ha tenido cierta prevención de situarse a distancia de no influencia del famosos COVID. Y esos porteros, tras tanto tiempo encerrados entre cuatro paredes, que vuelven a situarse debajo de esas enormes (sí, son enormes) porterías. Sé de buena tinta lo que cuesta volver a coger las sensaciones de distancia con tu hábitat, con el área…con la velocidad del balón…Y me imagino a un jugador recibiendo el balón de espalda, y pensando si tendrá a un jugador pegado como siempre, o si tendrá algo más de tiempo y espacio. Me imagino lo que puede pasar por la cabeza de los jugadores cuando haya un balón suelto en el área, y defensas y atacantes tengan que ir a muerte a por ese balón, porque ese gol o no pueda determinar el resultado final del partido. Y pienso en, simplemente, si los jugadores se seguirán ayudando a levantar unos a otros tras cada caída, tras cada entrada. Y quedará raro que no lo hagan. Y son hábitos muy difíciles de cambiar, porque es lo que llevan haciendo toda la vida.

«Lo mismo puede pasar con el balonmano. Con lo bonitas que son esas peleas en la línea entre pivotes, ese juego “subterráneo” que se da a poca distancia de la portería»

Todo el largo párrafo anterior referido a cualquier partido de fútbol. Y se ve lo complicado que puede ser volver a ver la misma intensidad, casi el mismo juego que veíamos antes. Pero si pienso en otros deportes, tampoco veo mucha tranquilidad en el horizonte. Veamos el baloncesto. Voy a poner el caso extremo de LeBron James y sus salvajes entradas a canasta aunque se le pongan los cinco rivales delante. ¿Va a seguir atreviéndose con tanta facilidad? ¿Sus rivales van a seguir poniéndose delante o les va a dar más respeto ese contacto? Digo el caso extremo porque habrá jugadores, como Curry, otro caso extremo, que seguirán tirando desde 9 metros y quizá les influya menos, pero desde luego a algunos jugadores más dados al contacto seguro que se les hace difícil volver a su juego. Lo mismo puede pasar con el balonmano. Con lo bonitas que son esas peleas en la línea entre pivotes, ese juego “subterráneo” que se da a poca distancia de la portería. A ver si ahora los pivotes ofensivos van a convertirse en máximos goleadores por esa prevención al contacto. E igual todos los deportes van a tener sus problemas. La natación compartiendo agua. La gimnasia compartiendo suelo, material. El atletismo con todos los atletas juntos. Y cualquier deporte que se nos pueda ocurrir tendrá sus problemas.

Y, al igual que en los deportes, que tal y como dice el adagio, es la más importante de las cosas menos importantes, me imagino toda la reubicación que vamos a tener todos que hacer tras esta pandemia. Física y mental. Cada trabajador. Cada pequeño negocio. Cada gran empresa. Todos vamos a tener miedo. Precaución. Situaciones duras. Y tendremos que superarlas. Y espero que el deporte sea, como ya lo era antes de toda esta situación, una válvula de escape. Que haga que se nos olviden un poco los problemas diarios. Que vuelva a entretenernos. Que vuelva a sacar lo mejor, y lo peor, de todos nosotros. Que sea una ruta de vuelta hacia lo que conocíamos como normalidad. Que nos ayude a salir del confinamiento. Lo que tengo claro es que mañana sábado 16 de mayo de 2020 me sentaré delante del televisor con una gran sonrisa, anticipando la pequeña alegría que va a suponer, para mí y otra mucha gente, volver a ver rodar el balón. Que comience el partido.