Santo Padre, hay momentos en los que el silencio es tan resonante como el tañido de Il Campanone​ vaticano. Así sucede ahora, cuando dentro de su Iglesia se ha propuesto la tortura de inocentes y Usted nada ha dicho.

En las postrimerías de este atípico verano, entre mascarillas y cuarentenas, se ha hecho pública «La posición de la Conferencia Episcopal de Polonia sobre cuestiones LGBT+».

Aprobada en reunión plenaria de la Konferencji Episkopatu Polski  (KEP), desde el 28-8-2020 se puede consultar en la página web episcopal.

Se trata de un texto singular, propio de otras épocas, según el cual algunas personas hemos cometido la insolencia de hacernos visibles.​

  1. Los miembros LGBT+ generalmente trataban su vida íntima como un área protegida de privacidad. Hoy en día, no solo manifiestan públicamente su presencia en la vida social, sino que también exigen el cumplimiento de sus diversas demandas​.

Al parecer, manifestar nuestra presencia sin tapujos es un despropósito. Un desatino que, cualquier día, lo mismo nos lleva a creer que tenemos derecho a besarnos en plena calle, con nuestras parejas, como hacen las personas heterosexuales.

Cabe suponer que la KEP consideraría más adecuado que nos encerrásemos en casa, bien quietos y calladitos. O que por disimular, y con piadosa hipocresía, formásemos matrimonios heterosexuales o que, como mínimo, estuviésemos dispuestos a recibir vejaciones con los ojos bajos y sin rechistar. Pero va ser que no, Ilustrísimas. Ya no. Nunca más nos perderemos el respeto a nosotros mismos.

Con todo, Francisco, pese a lo distante que esté de la visión de la Conferencia, no deja de ser una opinión propia realizada dentro de su libertad de expresión y, cómo tal, respetable. Lo que es completamente inaceptable es el punto 38 del documento.​

  1. Ante los desafíos que plantean la ideología de género y los movimientos LGBT+, y especialmente teniendo en cuenta las dificultades, el sufrimiento y las lágrimas espirituales que experimentan estas personas, es necesario crear centros de asesoramiento (también con la ayuda de la Iglesia o sus estructuras) para ayudar a las personas que quieren recuperar su salud sexual y su orientación sexual natural​.

¿Crear centros para ayudar a las personas LGTB+? ¿Ayudar? ¿A qué?

Santidad, las personas LGTBI+ no necesitamos ayuda. Exigimos respeto, que es muy diferente, ​y reclamamos que ninguna institución, civil o religiosa, nos escupa a lacara o nos agreda.

Pero… vayamos por partes.

Dicen «recuperar su salud sexual». Sorprendente.

Que un grupo de personas como los señores obispos, que no tienen vida sexual (si exceptuamos los casos de abusos a menores o a monjas) y que tienen prohibida hasta la másturbación (de reconocidos beneficios)​ , se atrevan a hablar de salud sexual​ es una incoherencia. Y permita Usted que dude, con todo respeto, de la salud sexual de quienes han de retorcer, hasta su anulación, los deseos y derechos sexuales que todos tenemos, a Dios gracias.

Lo segundo que llama la atención es que hablen de «orientación sexual natural».

Natural deviene de naturaleza, Francisco. Naturaleza donde las orientaciones sexuales son diversas, pero todas naturales. Ser homosexual es una orientación sexual normal.

Absolutamente normal.​

En realidad, lo que la KEP pretende con ese lenguaje es argumentar su defensa de las terapias de conversión o de reorientación sexual. Un afán sólo justificable desde la más obcecada intolerancia.

Como sabe, en 1973 la Asociación de Psiquiatría Americana eliminó la homosexualidad de su manual sobre trastornos mentales.

La Organización Mundial de la Salud excluyó la homosexualidad de la Clasificación Internacional de Enfermedades en 1990 y en 2018 procedió a despatologizar las identidades trans.

Dicho de otra forma, en el colectivo LGTBI+ nada hay que tratar porque no hay ninguna patología. La diversidad no es una enfermedad.​

Lo que no evita que existan grupos que siguen tratando de insuflar en la sociedad que somos una dolencia que tiene cura. Eso sí, explicando que es por nuestro bien​. Estas camarillas han transformado su discurso y, como dice Iván Tagle, activista por los derechos humanos, «ahora se maquillan como grupos de superación personal o de autoapoyo». Pero, Santidad, cambiar el collar no cambia al perro.

El grupo de expertos de la ONU concluyó, en 2015, que las «terapias» que buscan​ modificar la orientación sexual o identidad de género de jóvenes LGBTI+ carecen de ética y de base científica, mantienen el estigma, suponen una tortura e inducen al suicidio. Porque, con excesiva frecuencia, se aplican a adolescentes, a menores de edad que ven en la muerte el único camino para salir de ese infierno.​

Estas razones han hecho que el Parlamento Europeo las condene o que el​           Congreso de Ciudad de México las considere delito por «atentar contra el libre desarrollo de la personalidad e identidad sexual».​

A mayores, su prohibición se está generalizando. En España las terapias están prohibidas por ley en Madrid, Andalucía, Aragón, etc. Reino Unido, Alemania, Brasil, Ecuador, China, Sudáfrica… las prohíben.

Pero usted tolera que el episcopado polaco las aliente. ¿Cómo es posible?

Santidad, ser homosexual, como ser una persona trans, no es una opción. Simplemente se es. Como se es heterosexual. Como se es de piel oscura o clara. Como se es Rh negativo o positivo.

Por el contrario, la homofobia sí es una opción. Como opción es el sacerdocio. Como opción es ser racista o antisemita o machista. Como opción es ser bueno o ser malo.

Puedo entender que nos consideren pecadores. La Iglesia tiene todo el derecho a definir cuanto pecado estime conveniente.

Entiendo que, en cuanto pecadores, se nos deniegue el perdón divino, la entrada en el cielo o la administración de los sacramentos. Lo entiendo, lo respeto.

Lo que no es entendíble, ni respetable, es que pretendan curarnos​​, de una inexistente enfermedad, y que para ello se solicite la creación de lugares de tortura, pues no otra cosa son esos centros de asesoramiento (también con la ayuda de la Iglesia…)​ de los que habla la KEP.

Francisco, ¿sabe quién impulsa hoy estas terapias? Los fanáticos religiosos y los prejuicios. No hay más. Nadie, desde el conocimiento, lo hace. Nadie.​

El texto de la Conferencia resulta, por ello, especialmente triste, pues triste es ver que se ha elaborado cuando ya se conocía el Informe Práctica de las llamadas “terapias de conversión«, presentado, semanas antes, en el Consejo General de la Asamblea de Derechos Humanos de la ONU.

Le animo, Santidad, a que lo lea y revise. Evidentemente, los obispos de Polonia no lo han visto o no lo han querido ver.

Hágalo Usted y, entre tanto, permita que deje constancia de la primera conclusión del informe, recogida en el punto 83. -Que, cosas de la vida, es la imagen en espejo del punto 38 de la KEP-.

Dice

  1. Las “terapias de conversión”, que se basan en la noción errónea y nociva de que la diversidad sexual y de género son trastornos que se deben corregir, son discriminatorias por naturaleza. Además, las acciones destinadas a someter a las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero o de género diverso a “terapias de conversión” son, por su propia naturaleza, crueles, inhumanas y degradantes y entrañan un riesgo considerable de tortura.

Crueles. Inhumanas. Degradantes.​ Francisco, llegados a este punto, Usted, cabeza visible de la Iglesia, no puede mirar para otro lado. Debe decidir de parte de quien está. Si con los que animan a la tortura y violentan la dignidad humana o a favor de los principios éticos de igualdad, respeto y diversidad.

Permitir o alentar esas prácticas es una violación de los Derechos Humanos.​ Su silencio, Santidad, ¿implica aquiescencia? ¿La Iglesia Católica está de acuerdo con lo que propone la Conferencia Episcopal Polaca? La tortura, física o psicológica de estas terapias, ¿tendrá un valedor seguro en la Santa Madre Iglesia? ¿Cree el obispo de Roma que las personas #LGBTI+ estamos enfermas y necesitadas de sanación?

 

Piénselo, Francisco, piénselo.

Millones estamos esperando su respuesta.​