Nunca el destino había sido tan justo e injusto a la vez. Nunca una persona había acallado los chistes y mofas en una situación tan crítica. Nunca una política, y más del PP, se había ganado a la gente a base de humanidad. Y todo ello se personifica en Isabel Díaz Ayuso, que comenzó siendo un títere de Esperanza Aguirre y que ha terminado siendo la Presidenta.

«Nunca una política, y más del PP, se había ganado a la gente a base de humanidad»

Ayuso necesitaba una ola así a la que subirse. Un momento clave de recuperación de popularidad. Un hecho que cambiara la dinámica a la que iba. La de la ridiculización, la del apedreamiento político, la de la lapidación machista por ser una mujer tonta a las órdenes de Aznar y que era amiga de Casado. Sin embargo, la injusticia ha querido que tenga que salir con el traje de luces en una avalancha de muertos por un virus casi imposible de frenar. Un toro bravo, enfadado e inteligente que aprende de cada movimiento para asestar esa cornada que acribille a los más débiles de físico y también a los más jóvenes de alma.

Ayuso ha podido con todo eso, y se llega a adivinar que podrá con más, pues es lo justo. Sobre todo porque no ha perdido el norte y porque se ha convertido en ciudadana. En una de a pie. También al tener que confinarse por recibir la visita del Covid-19, sin olvidar lo que representa y su capacidad de mando. Ayuso es el todo cuando ordena y el nada cuando habla con nosotros.

Pensar en sacar rédito político de esto sería inhumano. Diferente es hablar de un rédito individual, personal, contrario al anterior: completamente humano. Ayuso lo ha hecho, y lo mejor, muy probable es que haya surgido de manera espontánea y natural. Ahora la apreciamos, provoca el nacimiento de un orgullo intrínseco. Esa es nuestra Presidenta, esas son sus prioridades, esos son sus objetivos, esa es su persona.

«El hecho de encontrar un hueco para enviar un mensaje privado a un tuitero, porque su iniciativa es buena, profundiza en la figura política en una crisis»

Un simple tuit, cual susurro, sugiere un impulso de ánimo a todos sus ciudadanos. Porque ya son “sus” salvo aquellos tránsfugas del raciocinio que siguen anteponiendo lo ideológico a lo vital. El hecho de encontrar un hueco para enviar un mensaje privado a un tuitero, porque su iniciativa es buena, profundiza en la figura política en una crisis. Buscar la justicia en la injusticia, que es exactamente lo que ha tocado vivir a ella sin quererlo, está siendo la premisa de Isabel Díaz Ayuso.

Podrá salvar más o menos vidas, podrá reducir más o menos los daños económicos en la Comunidad, podrá equivocarse en algunas acciones o discursos. Pero nunca podrán echarla en cara no haber defendido una identidad: la del patriotismo lejos de banderas que piensa en los ricos, los pobres, los nacionales y los extranjeros que convierten a una región en el olimpo de la diversidad.

Ayuso, esa Presidenta que hablaba a los tuiteros sin cara. La que felicitaba a Margarita Robles por una conversación amena y cercana mientras caían soldados en las UCIs. La que, a base de acciones cambió el perfil político de alguien fácilmente criticable (también por uno mismo). Ayuso, queriendo o sin querer, ha logrado ser el estandarte de cómo hacer justicia de la injusticia. Y todo, sin pretenderlo.