Estoy hecha un mar de dudas tras las palabras que pronunció en el programa de Risto Mejide, sobre el correcto uso de la partida económica destinada al Sistema Sanitario español. He pensado que, quizá usted, Sr Espada podría alumbrarnos con sus ideas e incluso resolver a algunas de mis inquietudes.
Y ahora, ¿qué debo pensar yo?
Menudo problema nos ha planteado descubriendo la causa de las pérdidas de la sanidad española e incluso aportando soluciones.
Vivo sin vivir en mi ante el pragmatismo socioeconómico que expone en el que ciertos cargos sanitarios no deben ser asumidos con los impuestos de aquellos, que según sus palabras, no tomaron una decisión que aunque les afecta, no les incumbe. Seguramente podrá enumerar alternativas donde invertir tal dispendio económico que tanto disgusto le provoca destinar a individuos «prescindibles». Y me pregunto ¿donde colocar dicha partida económica? ¿Quizá en sujetos como usted? ¿Esos que se consideran imprescindibles para el buen desarrollo de la raza humana?
Sin embargo, a mí esas personas me gustan. Sí, le parecerá extraño pero que le vamos a hacer, resulta que a mí no me molestan. Entonces, ¿ahora que hacemos con gente que piensa como yo?
Y ahora, ¿qué hacemos con los otros?
Desconozco si en sus disertaciones filosóficas usurpando el puesto del Dios Todopoderoso, ha tomado una decisión sobre aquellos que tienen una discapacidad adquirida en la edad adulta, aquellos que bajo su criterio «somos una carga económica» y sin embargo ya es tarde para eliminarnos. Bueno retiro esta última frase, no sea que con esto le de alguna idea un tanto añeja y encuentre la forma de llevarla a cabo pues antecedentes ya existen y ya sabemos que la Historia se repite, más que nada por la parte que me toca.
Y ahora, ¿qué hacemos con usted?
Sin buscarlo, ha caído en sus propios prejuicios. Voy a explicárselo con claridad meridiana. Resulta que usted cree que las imperfecciones humanas, comúnmente llamadas discapacidades, es mejor eliminarlas a tiempo. Ideas que plantea sin ningún pudor, es más me atrevería a decir sin ningún asomo de empatía. Sin embargo yo creo que los renglones torcidos de Dios están en el lugar donde nacen sus propuestas. Entonces, ante tal disyuntiva ¿quién tiene razón?
Para terminar le diré que le deseo una vida saludable en la que nunca sufra ningún problema, tanto usted como los suyos, pero de igual manera y con elmismo fervor le deseo que nadie olvide nunca las infames palabras que usted un día pronunció.