Ayuso ríe. Ríe, pero no con la primera acepción de la RAE, la que todos conocemos, sino con la quinta, la de «despreciar a alguien o algo». Hoy Ayuso ríe porque ha ganado. Ha sido una victoria simbólica, no solo porque se van a celebrar nuevas elecciones en menos de dos años, sino porque simplemente ha mantenido algo que ya tenía: la presidencia de la Comunidad de Madrid. Pero no se ríe únicamente por su triunfo en votos, sino porque ha logrado su objetivo: dividir por completo a los madrileños.
«Pero no se ríe únicamente por su triunfo en votos, sino porque ha logrado su objetivo: dividir por completo a los madrileños.»
En 2019, la Comunidad de Madrid ejerció como una suerte de ariete de proyección nacional cuyo único propósito del 2020 fue dividirnos como ciudadanos. En estas elecciones, este ariete se ha magnificado. ¿Que no nos dejan pasar de fase? Madrileñofobia. ¿Que nos han dejado pasar de fase y ahora nos dan libertad total? Dejación de funciones para con las autonomías. ¿Que se decreta un toque de queda para controlar la pandemia? El gobierno quiere destruir todos los negocios. ¿Que hay que contrastar opiniones en democracia? «Comunismo o libertad». Y así con todo.
Si Pablo Casado, a estas horas de la noche, aún se considera líder de facto del Partido Popular, Isabel Díaz Ayuso es la que, si no antes, ahora ya ejerce como verdadera líder. «El 4 de mayo nos vemos en las urnas», espetaba la madrileña «mirándole a los ojos» al presidente del gobierno. Ayuso le ha ganado, Casado no. Una vez más, el líder de facto quedaba relegado a un segundo plano por la líder verdadera. Pero una vez más, el líder de facto intenta marcar la autoridad con su delfín asegurando que «la victoria de Isabel Díaz Ayuso va a ser clave para que yo sea presidente». Sin embargo, no son a él, sino a ella a quien los madrileños le han otorgado la arrolladora victoria en la batalla por Madrid. Las diferencias entre los dos espíritus azules son notorias, si bien, el aparato del Partido Popular ha fiado su futuro nacional a retener la Puerta del Sol. Y lo han conseguido. A partir de hoy comienza la agónica y lenta muerte política de Pablo Casado. Una frase de la serie de televisión estadounidense American Horror Story encaja a la perfección aquí: «Dicen que cuando una nueva Suprema empieza a florecer, la antigua Suprema empieza a desvanecerse».
La izquierda vive hoy, para regocijo de ya oficialmente una mayoría de madrileños, la sexta acepción de «reír», que si bien hace referencia a la tela, es cuanto menos simbólicamente visual: «empezar a romperse». Intentaron reír con la misma acepción que Ayuso, pero ella se les adelantó y rió la última. Su unidad no les ha servido para movilizar a su electorado. Su idea de imitar la crispación, al igual que sus rivales, tampoco.
«La certeza de fiar todo a la única carta de una participación histórica para sumar no les ha valido»
La certeza de fiar todo a la única carta de una participación histórica para sumar no les ha valido. Efectivamente, se trata de una participación histórica, de hecho la más alta de la historia democrática en la Comunidad de Madrid. Pero no, no han sumado. Sus pírricos resultados han demostrado, una vez más en lo que llevamos siglo, que no ilusionan.
La que sí que ha calado entre los madrileños es la vida «a la madrileña». En palabras de la propia Ayuso, las distancias serán muy grandes, tendremos que seguir pagando mucho y el precio de la vivienda seguirá siendo muy complejo, pero ahora ya tenemos asegurado, como mínimo para otros dos años más, que después de un día sufriendo, todos podremos ir a tomarnos una cerveza con los nuestros. «A la madrileña».
Sin embargo, mañana será otro día. Madrid nunca será una ciudad triste ni mortecina. En la capital de España convivimos multitud de sensibilidades, de nacionalidades, de religiones, de sexualidades y de entidades. Y lo hacemos porque podemos, independientemente de lo que hagan nuestros políticos, de que se sigan atacando, insultando y de que sigan crispándonos. Y ni Isabel Díaz Ayuso, ni Pablo Iglesias, y ni mucho menos Rocío Monasterio, podrán hacer nada para evitarlo. No, ninguno de nuestros representantes políticos podrá hacer nada para que sigamos conviviendo en esta región tan maravillosa.
Y mañana será otro día porque nadie duda de que Matadero volverá a abrir sus puertas, de que el Retiro y la Gran Vía se volverán a llenar de gente, de que en Parque Sur se seguirá yendo a comprar como de costumbre y, por supuesto, de que la vida en Madrid seguirá inundando nuestras calles. Madrid siempre ha brillado con luz propia y siempre lo seguirá haciendo. Esa es, precisamente, nuestra auténtica libertad.