A principios de los noventa, había esperanzas de que árabes y judíos llegaran a un acuerdo. Yaser Arafat pidió el abandono de la lucha armada y, al otro lado, el Primer Ministro, Rabin, habló por primera vez no sólo de la posibilidad de reconocer a un Estado palestino, sino renegociar fronteras.
En el resto del mundo, el mito de que la ONU creo dos repúblicas mediante la resolución de la Asamblea General de 1947, hace que a la mínima se oigan peticiones de mandatarios que instan a Israel a recuperar las extravagantes fronteras británicas. Claro está, si la solución pasa por dos Estados, mejor sería eso que nada, pero aquella partición ni entusiasmó ni entusiasma a ninguno de los dos bandos.
“A principios de los noventa, había esperanzas de que árabes y judíos llegaran a un acuerdo”
Los Acuerdos de Paz Oslo (1993) propiamente no fijan las fronteras de los dos futuros Estados. De hecho, la expresión «Estado Palestino» no se recoge en sus artículos. A esto se aferra como a clavo ardiente el ala intransigente de la política israelí.
Estos acuerdos reconocieron el autogobierno palestino en Gaza y Cisjordania. Cuestiones como la salud, la educación, la cultura, el turismo o la mayoría de impuestos se transfirieron a autoridades palestinas. Israel seguiría a cargo de la seguridad en ambas regiones, pero a principios del tercer milenio sus tropas se retirarían. La Autoridad Palestina por su parte de comprometía a celebrar elecciones libres. Ambas partes acordaron blindar la libertad de culto y la protección de los refugiados palestinos en territorio israelí y de los asentamientos hebreos en Cisjordania.
“Los Acuerdos de Paz de Oslo reconocieron el autogobierno palestino en Gaza y Cisjordania”
Ahora bien, junto a este contenido materializado en siete artículos, el tratado se acompañó de varias declaraciones solemnes conjuntas y unilaterales. No todas esas declaraciones fueron de consenso. Nadie renunciaba a Jerusalén como capital. Pero en su mayoría sintonizaban con el espíritu del acuerdo. En varias de esas declaraciones sí leemos el compromiso de Israel para facilitar el advenimiento de un Estado Palestino.
La principal fortaleza de los Acuerdos era su espíritu de primera piedra. Sus textos los describían como un punto de partida provisional que había de dar lugar a unas nuevas negociaciones a finales de la década.
“La principal fortaleza de los Acuerdos era su espíritu de primera piedra”
En 1994, se concedió el Nobel de la Paz a un triplete formado por Yaser Arafat, Rabin y Shimon Peres, su Ministro de Exteriores. Peres y Arafat quedan en la historia como dos caras de la misma moneada. En el primer gobierno de Rabin, formado poco después de la Guerra del Yom Kippur, Peres representaba el ala dura, el laborismo israelí intransigente a cualquier concesión a los árabes. Arafat había defendido y organizado la lucha armada contra Israel. Dos décadas después, ambos habían mudado sus antiguas posiciones convenciéndose en la defensa de una solución pacífica y negociada.
Todo saltó por los aires en noviembre de 1995. Un judío ultranacionalista asesinó al Primer Ministro Rabin. Aunque su inmediato sucesor, Shimon Peres, trató de mantener la misma línea. Tales intenciones apenas tardaron en verse sepultadas bajo un cúmulo de circunstancias.
En 1996, hartos de elecciones anticipadas y gobiernos breves, los israelíes aplaudieron la reforma constitucional que inauguró un sistema político único en la historia. Algunos lo han llamado semi-parlamentarismo, aunque nunca tuvo una denominación oficial.
“En 1994, se concedió el Nobel de la Paz a un triplete formado por Yaser Arafat, Rabin y Shimon Peres”
En resumidas cuentas, Israel era una república parlamentaria. Desde su fundación, el Presidente de la República carecía de poderes de gobierno. Estos se encomendaban al Primer Ministro quien es escogido por la Knesset a propuesta del Presidente. Pues bien, pese a mantener esta Jefatura de Estado ceremonial intacta, la reforma de 1996 dispuso que el Primer Ministro fuese elegido directamente por los electores.
Así se pretendía reforzar al candidato del partido más votado para facilitar la formación de gobierno. Además, a partir de entonces, si la Knesset aprobaba la censura del gobierno, no sólo el gabinete se vería obligado a dimitir. También habría que adelantar las elecciones parlamentarias.
“En 1995 un judío ultranacionalista asesinó al Primer Ministro Rabin”
Las encuestas vaticinaron que Shimon Peres ganaría las primeras elecciones a Primer Ministro, pero, contra pronóstico, resultó elegido Benjamín Netanyahu.
La supuesta posición de fuerza del ganador de las elecciones a jefe de gobierno pronto se reveló como un mero espejismo. Netanyahu había derrotado a Peres, pero el Partido Laborista de Peres obtuvo más diputados que el Likud de Netanyahu. Durante los siguientes tres turbulentos años, no dejaron de multiplicarse los problemas para sostener su primer gobierno Mientras tanto, la agenda legislativa apenas avanzaba ante la dificultad para llegar a acuerdos en el parlamento.
“la reforma constitucional de 1996 inauguró el semi-parlamentarismo”
En las nuevas elecciones en 1999 las cosas no mejoraron. La coalición Laborista ganó las elecciones a Primer Ministro con Barak de candidato. También ganó en el parlamento, pero sin una mayoría clara. Con lo cual la agenda política interior y exterior seguía atascada.
Cuando Bill Clinton convocó a Arafat y Barak a Camp David, la residencia de verano del Presidente de EE.UU., para retomar las negociaciones como disponían los acuerdos de Oslo, el frágil gobierno de Barak se vio atado de pies y manos. Las negociaciones fracasaron y estalló la Segunda Intifada, o sea, protestas masivas tanto en Gaza como en Cisjordania contra las fuerzas de ocupación israelíes.
“Bill Clinton convocó a Arafat y Barak a Camp David”
En respuesta a la Intifada, el gobierno de Barak forzó el adelanto electoral. Como se esperaba, el candidato laborista esta vez fue abatido contundentemente por Ariel Sharon, el popular general candidato del Likud. Sin embargo, la política israelí volvía a darse con un canto en los dientes. A falta de una mayoría clara y con la Intifada en pleno estallido, Sharon formó un gobierno de unidad nacional.
Las primeras medidas de Sharon distaron de ser conciliadoras. Levantó una segunda barrera o muro para cercar Cisjordania y respondió con una violenta represión policial y militar. En el frente doméstico se acordó poner fin al semi-parlamentarismo, del que se dijo que tenía todos los defectos de la democracia presidencialista y parlamentaria, pero carecía de cualquiera de sus virtudes. A partir del 2003 se retornó a la elección indirecta del Primer Ministro.
“Las primeras medidas de Sharon distaron de ser conciliadoras.”
Pese a su imagen de gobernante de mano dura, lo cierto es que Sharon nunca cerró la puerta por completo a la negociación. Muchos esperaban bastante más de este general que había convencido a los colonos intransigentes de que convenía abandonar el Sinaí y devolverlo a Egipto dos décadas antes. Sin embargo, por convicción o por supervivencia política nunca se levantó de la mesa de negociaciones, ya que sus gobiernos de 2000 y 2003 se sostenían en gran medida por los laboristas.
En 2005, Shimon Peres hizo una oferta increíble a Sharon: unir fuerzas en las elecciones. Para entendernos, esto sería como si en España hoy, Pedro Sánchez ofreciera al PP no un gobierno de coalición, sino afrontar las elecciones en una lista conjunta. Así nació Kadima, un partido político donde confluyeron las alas moderadas del laborismo socialdemócrata y la derecha moderada.
“En 2005, Shimon Peres hizo una oferta increíble a Sharon: unir fuerzas en las elecciones”
Como plataforma, Kadima garantiza la reelección de Sharon. A cambio, Peres esperaba mantener el protagonismo de los acuerdos de paz en la agenda política. Por supuesto, ni todo el Likud ni todo el Laborismo quisieron entrar en Kadima. Ambos partidos presentaron sus candidaturas propias en noviembre de 2005, sufriendo un duro revés frente a Kadima. El Likud se acabaría recuperando, los laboristas no volvieron a levantar cabeza.
Ante un balance dispar entre la suerte de las izquierdas y las derechas hebreas, unido al fracaso de la vía pacífica, no faltan juicios muy críticos contra el acuerdo de Peres, quien había perdido la jefatura de su partido poco antes del advenimiento de Kadima. Para muchos, el ex Primer Ministro vendió su alma al diablo a cambio de nada. Esta opinión peca de simplismo maniqueo. En aquel momento, nadie sabía como saldrían las cosas. Peres no caminaba a ciegas. El 2005 también fue el año en que acabó la oficialmente la segunda Intifada.
“no faltan juicios muy críticos contra el acuerdo de Peres, quien había perdido la jefatura de su partido poco antes del advenimiento de Kadima”
Un año antes, Arafat había fallecido en un hospital francés, a causa de una larga enfermedad de apariencia desconocida. El informe de la autopsia apunta a que fue envenenado. El señalamiento del Mosad como verdugo no carece de fundamento, aunque los entresijos del gobierno palestino hacen que no podamos descartar un intento de eliminar a un líder que muchos consideraban amortizado.
Su sucesor al frente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abass carecía del carisma y apoyo popular de Arafat.
Por desgracia, apenas dos meses después de las elecciones, a principios de enero, un aneurisma cerebral dejó a Ariel Sharon en coma. Aunque no murió hasta 2014, sin conciencia Sharon no podía ejercer como Primer Ministro. Le sucedió un personaje que despertaba pocas simpatías, Ehud Olmert, quien se mantuvo en el poder hasta 2009.
“Arafat había fallecido en un hospital francés, la autopsia apunta a que fue envenenado”
Olmert quedará en la historia como el primer Primer Ministro que entró en la cárcel por corrupción urbanística. Netanyahu va camino de convertirse en el segundo. Durante su mandato, Kadima purgó de un modo u otro a los elementos de izquierdas. En 2007 convirtió a Peres en Presidente de la República. Si el anciano político esperaba usar la Jefatura de Estado para impulsar la paz, ahí sí que Peres se comportó como un ingenuo. Pese a su destacada posición ceremonial, al saltar a la presidencia, su agenda negociadora saltó del gobierno.
Olmert inauguró lo que podríamos llamar estrategia de la expulsión. En cierto modo, Ariel Sharon ya la había iniciado. Esta consiste en la intención –por supuesto nunca oficialmente admitida– de hacer tan insoportables las condiciones de vida de los palestinos que estos se acabaran marchando y toda la franja de tierra palestina se quedara para ella. Netanyahu, quien ha gobernando el país de forma casi ininterrumpida desde 2009 ha afianzado esta estrategia.
“un aneurisma cerebral dejó a Ariel Sharon en coma”
En 2006, los palestinos celebraron, por primera vez, elecciones libres. Al Fatah, el partido de Arafat y Abas, tuvo que cumplir así con una condición impuesta por la comunidad internacional para mantener cierto apoyo a la causa palestina. Aquellas elecciones las ganó Hamas por una considerable mayoría.
Al Fatah no admitió la derrota y tomó el control de Cisjordania por la fuerza. Hamas se apoderó del gobierno de Gaza. Durante dos años se libró una especie de guerra civil terrorista entre palestinos de uno y otro bando.
“En 2006, los palestinos celebraron, por primera vez, elecciones libres”
Semejante panorama proporcionó al gobierno israelí a la enésima excusa para paralizar las negociaciones. ¿Existe desde 2006 una autoridad palestina legítima? ¿Cuál? ¿El grupo terrorista que ganó las elecciones? ¿O el partido que se aferró al poder antidemocráticamente?
La conveniencia de Hamas para los intereses de los israelíes ha propagado teorías conspirativas sobre su origen. Cuando se dice que la CIA creó a Al Qaeda, en el mejor de los casos, se incurre en una elefantiásica simplificación. Decir que Israel creó a Hamas sencillamente es mentira, si bien, podría haber financiado a la rama política del grupo para las elecciones de 2006.
“Al Fatah no admitió la derrota y tomó el control de Cisjordania por la fuerza. Hamas se apoderó del gobierno de Gaza”
Hamas pertenece al salfaismo y pretende crear un emirato islamista en Palestina. Surge como vástago de los Hermanos Musulmanes egipcios. Ha sido financiado por grandes fortunas anónimas del Arabia Saudita, Qatar o Emiratos Árabes, con una connivencia mayor o menor de sus gobiernos.
Su nacimiento se remonta a 1987 por Ahmed Yasín y Ábdel Aziz ar-Rantisi. La figura de Yasín sin duda es enigmática. Ciego y tetrapléjico, este jeque de buena familia recibió una excelente formación en la Universidad Egipcia de Al Alzhar. Pese a su estado logró congregar a un gran número de seguidores. Aziz ar-Rantisi fue su brazo ejecutor.
“Hamas pertenece al salfaismo y pretende crear un emirato islamista en Palestina”
En 2004, con apenas un es de diferencia, ambos fueron abatidos por las fuerzas israelíes –algo que seguramente también tuvo presente Peres en su oferta a Sharon. Su suceso, Khamel Meshal se acercó a Hezbolá, a pesar de que este grupo libanés pertenece al islam chií, cuyo líder por excelencia es el ayatolá Jamenei de Irán. Una grieta empezó a abrirse entre Hamas y los gobiernos sunitas de la Península Arábiga. El sucesor de Meshal, actual líder de Hamas desde 2017, Ismail Haniya, ha ahondado en este acercamiento al grupo radical chií.
La persistencia de Hamas en la lucha armada ha facilitado la política de hostigamiento contra los palestinos de los últimos gobiernos de Israel. El lanzamiento de cohetes Katyusha ha causado terror entre los hebreos y propiciado a la opinión pública de Israel en favor de soluciones que, en definitiva, conducen a la limpieza étnica a través de una mezcla de migración forzosa y matanzas.
“Una grieta empezó a abrirse entre Hamas y los gobiernos sunitas de la Península Arábiga”
Como parte de esta invitación forzosa a los palestinos a marcharse vemos los ataques perpetrados contra Gaza en 2012 y otros episodios aislados de ataques. No sólo las armas, también la proliferación de asentamientos hebreos en Cisjordania forma parte de esta estrategia.
Pero el golpe mortal a la causa palestina se ha dado en el campo diplomático. En 2020, Sudán, Marruecos, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos reconocieron a Israel y normalizaron relaciones con él, junto a Egipto y Jordania. Este año se esperaba que Arabia Saudita diera el paso. Si eso ocurría, sería el fin de los palestinos.
“En 2020, Sudán, Marruecos, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos reconocieron a Israel”
Hamas ve como hace tiempo su lista de aliados decrece. Ya no es sólo su acercamiento al islam chií. Las élites árabes tienen ganas de comerciar con Israel y beneficiarse de sus avances tecnológicos. A ojos de estos grupos los palestinos son un estorbo que obstruye sus intereses financieros, ante la impopularidad que despierta entre los árabes el acercamiento a Israel. Egipto y Jordania temen el éxodo palestino a sus territorios, de ahí la dureza con que tratan a los refugiados de Cisjordania y Gaza que ya habitan sus territorios.
Para colmo, los jóvenes palestinos, especialmente aquellos que consiguen ir a estudiar a El Cairo y Aman, cada vez muestran mayor propensión a migrar. ¿Qué les ofrecen los territorios palestinos salvo peligro y la frustración de malvivir de los subsidios internacionales?
“Las élites árabes tienen ganas de comerciar con Israel y beneficiarse de sus avances tecnológicos”
Hace tres semanas, estas presiones internas y externas decidieron a Hamas a perpetrar al ataque terrorista más sangriento de Israel en toda su historia. Pese a lograr uno de sus objetivos, la monarquía Saud ha paralizado el reconocimiento del Estado judío, lo cierto es que a la postre los resultados se le vuelven en contra. Ya no es sólo la matanza de su gente y de muchos de sus altos líderes, pese a haber lanzado cohetes contra Israel en las últimas semanas, Hezbollah se ha distanciado también de Hamas.
Netanyahu, por su parte, acosado desde hace años por sus propios escándalos de corrupción sabe que si deja de ser Primer Ministro, seguramente, irá a la cárcel. Así que se aferra al cargo con uñas y dientes. Mediante la mano dura contra los palestinos espera recuperar su desaparecida popularidad. A juzgar por las encuestas no obtiene los resultados que esperaba. En Israel vuelve a ganar popularidad el deseo de una solución negociada al conflicto y, sobre todo, los ciudadanos culpan a Netanyahu de no hacer todo lo posible para rescatar a los rehenes que Hamas tiene en su poder.
“Hace tres semanas, estas presiones internas y externas decidieron a Hamas a perpetrar al ataque terrorista más sangriento de Israel en toda su historia”
Nos queda una última reflexión por hacer antes de cerrar nuestra historia. ¿Por qué prestamos tanta atención a las matanzas de palestinos? Occidente y los países musulmanes vienen asistiendo impasibles a la persecución de la minoría tamil en Sri Lanka, la limpieza étnica rohingya en Myanmar o la brutal represión uigures en China. Menciono estos tres casos porque se trata de etnias musulmanas. Un joven periodista yemení nos interpeló la semana pasada a preguntarnos porque nunca nos hemos manifestado por árabes masacrados por ISIS-DAESH o por dictadores árabes.
Muchos israelíes no vacilarían en afirmar que esta diferencia de trato se explica por el antisemitismo. Quizás en parte sea así, pero creo que hay otros muchos factores, desde el azaroso capricho de las audiencias a la proximidad geográfica que deberían tenerse en cuenta. Pero, especialmente, me temo que es forzoso admitir que la complejidad de un conflicto tan largo y doloroso no se proyecta únicamente en las perspectivas de los bandos enfrentados. También afecta al juicio y sentimientos de quienes lo atestiguamos.