Navarra es sin duda uno de los territorios más históricos y con más encanto de todo el territorio españal. Naturaleza, gastronomia y arte se dan la mano en unos parajes que le proporciona a esta tierra ese particular carácter que también vincula a sus cordiales habitantes. Hagamos la maleta y vayámonos a conocer tres pueblos indispensables en nuestra visita al milenario Reino de Navarra.
Olite
La historia de Navarra, y por ende de España, pasa por Olite. Caserones de piedra con sus respectivos escudos de armas, galerías medievales y por supuesto su castillo-palacio recuerdan al viajero como durante la Baja Edad Media esta villafue una de las sedes favoritas de los reyes de Navarra, siendo a partir del siglo XV cuando el rey Carlos III «el Noble» y su esposa Leonor de Trastámara comenzaron la construcción del Palacio Real en Olite.
Su patrimonio histórico artístico la hace ser uno de los referentes del turismo navarro, donde quizás le debe su fama al citado Palacio Real, también conocido como Castillo de Olite debido a su aspecto similar a una construcción militar. Sede de los Reyes navarros hasta la conquista de Navarra y su incorporación a la Corona de Castilla (1512), esta considerado como uno de los castillos medievales más lujosos de Europa, aunque en realidad, se trata de dos palacios construidos uno junto a otro. Del palacio «viejo» (XII-XIII), actual Parador de Turismo, sólo quedan en pie los muros y las torres, mientras que el palacio «nuevo» (XIV-XV) es un magnífico representante del estilo gótico civil francés. Hay que señalar que en 1512, Navarra fue invadida y el palacio comenzó a deteriorarse, siendo el palacio solo utilizado de manera ocasional llegándose durante la Guerra de Independencia a incendiarse intencionadamente en un intento por evitar que las tropas francesas lo utilizaran con fines estratégicos perdiéndose todo el mobiliario. En 1937 dio comienzo la restauración del palacio, la cual continuó otros 30 años hasta ser finalmente completada. Se podría decir que hoy en día el Palacio Real de Olite es una sombra de su grandeza.
«Su patrimonio histórico artístico la hace ser uno de los referentes del turismo navarro, donde quizás le debe su fama al citado Palacio Real, también conocido como Castillo de Olite»
Pero no todo es pasado en Olite. Situada entre montañas y llanura, está considerada la capital del vino Por supuesto, no se puedes abandonar esta ciudad sin pasar por sus bodegas y degustar sus caldos. No en vano, Olite se considera la capital del vino. Y como curiosidad reseñar que en Olite se fundó la primera cooperativa de Navarra y tercera de España.
Ochagavía
Se podría decir que el pueblo de Ochagavía es la referencia de lo que un viajero puede esperar (y busca) del Pirineo Navarro. Rodeado de frondosos bosques de hayas y pinares, está situado en el extremo norte del valle de Salazar, junto a los límites de la selva de Irati, se podría decir que Ochagavía es un pueblo salido de un cuento.
Las primeras referencias históricas de Ochagavía se remontan al Siglo XI, y desde la Edad Media ha sido considerado el núcleo de población más importante del valle, y han sabido conservar ese sabor medieval. Calles empedradas, su puente de piedra y su iglesia de piedra hacen de este enclave navarro un verdadero placer para la vista. Con poco más de 500 habitantes, pocos pueblos se pueden encontrar mejor cuidados que Ochagavía. Hay que destacar la Iglesia de San Juan Evangelista, construida en el siglo XI, aunque posteriormente restaurada entre los Siglos XVI y XVII, y donde hay que resaltar sus magníficos retablos de estilo renacentista. Pero este pueblo no solo es qué tiene, sino como lo tiene. Sin duda un lugar para paladear y disfrutar.
«Calles empedradas, su puente de piedra y su iglesia de piedra hacen de este enclave navarro un verdadero placer para la vista. Con poco más de 500 habitantes, pocos pueblos se pueden encontrar mejor cuidados que Ochagavía»
Amaiur
Al abrigo del puerto de Otsondo y del macizo de Gorramendi, este enclave del valle del Baztan se podría considerar un ejemplo de lo que se denomina como pueblo-camino, ya que casi todas sus casas, casonas y palacios están alineados paralelamente a lo largo de su larga calle principal, una cuesta que viene del mismo monte y termina en falda del monte Gaztelu, a pies del camino que nos lleva hasta los restos del Castillo de Maya, donde todavía se realizan excavaciones arqueológicas.
Tiznado por el color bermellón de la piedra procedente de las canteras de Almándoz, Amaiur presenta una gran variedad en sus construcciones, donde destacan el Palacio Arretxea o la Casa Arriada, en el que se celebraban juntas en el siglo XVI. Pero sin duda uno de los rincones más emblemáticos de Amaiur es el molino rehabilitado situado a la entrada del pueblo, junto a la iglesia. En este molino, todavía en funcionamiento, el visitante podrá comprar harina de maíz o de trigo, y sobre todo degustar una de sus especialidades gastronómicas como es el talo, un plato típico de Navarra una especie de tortilla de maíz hecha a la plancha.