Pocos lugares en Europa rezuman tanta historia como Armenia. Y es que este pequeño país, de poco menos de 30.000 km2 y orígenes bíblicos, ha sido cuna de unas civilizaciones más antiguas del mundo, siendo la primera nación en adoptar el cristianismo como religión oficial a comienzos del Siglo IV.

«Hablar de Armenia es hablar del monte Ararat, que es sin duda el verdadero emblema y corazón de esta fascinante exrepública soviética. Porque en Armenia todo es diferente. Sus gentes, su sabor, su historia y su belleza hacen de este pequeño rincón de Europa un verdadero tesoro»

Y hablar de Armenia es hablar del monte Ararat, que pese a que en estos momentos esta bajo la soberanía de su vecina Turquía, es sin duda el verdadero emblema y corazón de esta fascinante exrepública soviética. Porque en Armenia todo es diferente. Y es que sus gentes, su sabor, su historia y su belleza hacen de este pequeño rincón de Europa un verdadero tesoro. Y además pocas montañas en el mundo ofrecen una belleza y simbolismo comparable al monte Ararat. Porque de más 5.000 metros de altura y cubierto por nieves perpetuas, de este volcán inactivo (su última erupción data de 1840) se podría decir que es tres veces santo, ya que tanto el cristianismo, el judaísmo e incluso el islam le reconocen como el lugar de descanso del Arca de Noé. Pero al margen de su simbología y vínculos religiosos y culturales, el monte Ararat presenta una belleza sobrecogedora. Compuesto por dos picos diferentes, esta montaña se considera una de las más singulares de la Tierra por su amplia base y por la meseta de lava se extiende entre los dos pináculos.

Y a sus faldas y protegido, como queriendo permanecer en un segundo plano, se encuentra un pequeño, aunque valiosísimo monasterio, llamado Khor Virap, la gema de esa fantástica corona que es el Ararat. Renombrado centro de peregrinación recibe visitantes de todas partes del mundo, cuenta la leyenda que un humilde monje llamado Grigor Lusarovich fue encerrado en una mazmorra llena de serpientes y escorpiones durante trece años, debido a que su padre había matado a toda una familia en una conjura para arrebatarle el trono al Rey. Sin embargo, San Gregorio no murió y sobrevivió al cautiverio gracias a una señora que todos los días le deslizaba un poco de pan a través de una abertura. Al parecer ni una sola serpiente ni escorpión le picó en más de una década. Y tras estar encarcelado por varios años, fue requerido logro curar al Rey Tiriades III de una afección mental que padecía, al tener la hermana del rey una revelación en sueños que le indicó que la única persona capaz de devolverle la cordura al rey era el monje encarcelado. Gregorio logró curarle lo que hizo que el Monarca abrazara la Fe e instaurara el cristianismo como religión oficial, siendo el sacerdote nombrado Obispo de Cesarea de Capadocia, y mas tarde fuera canonizado como San Gregorio.

«El pozo donde estuvo prisionero San Gregorio, de una profundidad de 6 metros y 4 de diámetro aún se conserva, y puede ser visitado descendiendo por una angosta escalera de metal»

El primitivo monasterio fue levantado en el Siglo VII sobre el que fuera el calabozo donde San Gregorio padeció durante trece años, siendo más tarde destruido. En el año 1662 se erigió la actual Iglesia de la Santa Madre de Dios (San Astvatsatsin), de estilo armenio, construida en toba volcánica, como casi todas las construidas en Armenia. El pozo donde estuvo prisionero San Gregorio, de una profundidad de 6 metros y 4 de diámetro aún se conserva, y puede ser visitado descendiendo por una angosta escalera de metal. Una vez al año, conmemorando el día de la liberación de San Gregorio, se hace una suelta de palomas para ver si alguna de ellas se dirige hacia el Monte Ararat, rememorando la historia de Noé y su célebre arca.

Pero la magia del monasterio no se limita a su valor histórico o religioso, sino que en él se tienen las mejores vistas del Monte Ararat. Y es que extensos campos verdes y antiquísimos viñedos que se usan para destilar ese coñac armenio que tanto le gustaba a Churchill rodean los viejos edificios con el Río Arax (o Arakas) serpenteando perezosamente entre ellos.

Y es que Armenia es un lugar tan fascinante como desconocido. Por ahora.