Imposible, tal vez, no, pero parece muy difícil que el catalán, el euskera, el gallego o cualquier lengua española minoritaria obtenga oficialidad en las instituciones europeas. El motivo es sencillo: se requiere la unanimidad de los veintisiete miembros para cambiar la política lingüística. Bastará un voto en contra para que la medida no prospere y ahora mismo el problema es encontrar un voto a favor, aparte del español.
La oferta de Pedro Sánchez, que España cubra los gastos derivados, no cambia nada. Aquí el aspecto económico y burocrático es bastante secundario. Los idiomas minoritarios están envueltos en tensiones políticas de las que casi ningún miembro de la UE se libra.
“parece muy difícil que cualquier lengua española minoritaria obtenga oficialidad en las instituciones europeas”
Si no me engaño, ningún Estado europeo es lingüísticamente homogéneo. Quizás microestados como Liechtenstein, San Marino o Mónaco supongan una excepción. Y en los dos últimos, encontramos, respectivamente, hablantes de emiliano –una lengua muy parecida al italiano- y de italiano o monegasco. En El Vaticano el latín convive en el italiano y otras lenguas frecuentes en los círculos diplomáticos.
Siguiendo con los países pequeños, en Malta hay dos lenguas oficiales, el inglés y el maltés, una lengua semítica como el árabe y el hebreo. En Luxemburgo conviven el alemán, el francés y el luxemburgués, una lengua germánica minoritaria. Las tres lenguas gozan de estatus oficial. Para el Gran Ducado fue un trago amargo que el luxemburgués sea la única lengua oficial en todo el territorio de un Estado miembro de la UE que no goza de oficialidad en la UE. Cierto que sus hablantes son muy pocos, pero abrir el melón del catalán, el vasco y el gallego hará sangrar de nuevo esa dolorosa herida en el pequeño país.
“el luxemburgués es la única lengua oficial en todo el territorio de un Estado miembro de la UE que no goza de oficialidad en la UE”
En Andorra, catalán, francés y castellano comparten el rango de idiomas cooficiales, si bien, se da preeminencia al catalán en términos protocolarios como lengua histórica del pequeño país. En Suiza, italiano, francés, alemán y romanche gozan de cooficialidad en todo el país.
A propósito, cuando hablamos de cooficialidad total o absoluta implica que hay dos o más lenguas oficiales al mismo nivel en todo el territorio de un país. Tanto en el ámbito institucional como en el administrativo, los ciudadanos pueden emplear indistintamente cualquiera de estos. Ergo el acceso a la función pública obliga a conocer las lenguas oficiales de manera solvente. Además, su aprendizaje es obligatorio en el sistema educativo reglado.
“En Suiza, italiano, francés, alemán y romanche gozan de cooficialidad en todo el país”
En Irlanda, la cooficialidad entre inglés y gaélico ha dado pie a no pocos debates. La peculiaridad de este caso es que el gaélico apenas tiene hablantes. Sin embargo, es obligatorio aprenderlo para ingresar en la función pública de la república.
Un caso aún más peculiar es el finlandés. Allí son lenguas cooficiales y de aprendizaje obligatorio el finés y el sueco, a pesar de que menos del 6% de su población tiene el sueco como lengua materna. Ojo, fuera de la escuela, cada municipalidad -una especie de comarca- decide si las administraciones de su región son totalmente bilingües, si favorece a alguno de los dos idiomas o prioriza exclusivamente a uno de ellos.
“En Finlandia son lenguas cooficiales y de aprendizaje obligatorio el finés y el sueco”
¿Por qué se da esta situación? Históricamente, Finlandia logró su independencia de Rusia en 1917, cuando Alemania derrotó al imperio eslavo en la Primera Guerra Mundial. Había un cierto deseo de cohesionar al país, evitando que, entre las comunidades suecas, concentradas en islas y zonas costeras, pudiera cundir un deseo de escindirse para reintegrarse en Suecia. Además, era conveniente, por no decir, desesperante, para Helsinki llevarse bien con países como Suecia y cualquier otro aliado internacional frente a la Rusia Soviética, cuyos deseos de reapropiarse de Finlandia llegaron al culmen con un intento fallido de invasión en 1939.
La autonomía de las municipalidades en Finlandia nos sirve para diferenciar entre países con plena cooficialidad, de aquellos en que la cooficialidad no se extiende a todo el territorio. En este segundo grupo podríamos distinguir, a su vez, dos modelos: aquel propio de los Estados que reconocen un idioma cooficial en una determinada región o territorio, pero sin hacerlo extensivo a los órganos políticos nacionales, y aquellos que sí lo hacen. Desde hace pocas semanas, España y Dinamarca integran este último grupo lo integran.
“En Irlanda, la cooficialidad entre inglés y gaélico ha dado pie a no pocos debates”
Como sabemos, en España, cinco autonomías disponen de lengua cooficial: Galicia, País Vasco, Cataluña, Comunidad Valenciana y las Islas Baleares. En estas comunidades, hay un idioma que goza de igualdad con el español, lengua oficial en todo el país. Desde hace años, catalán, euskera y gallego han disfrutado de cierta cobertura en el senado y desde hace unas semanas se ha autorizado su uso en el congreso.
En Dinamarca, el feroés, idioma de las lenguas de las islas Feroe y el groenlandés, disfrutaban de un estatus similar al de la cooficialidad al de las autonomías españolas con lengua propia. Apenas unos días después de nuestra modificación del reglamento del Congreso, los daneses hicieron lo propio de modo que estos idiomas pueden emplearse junto al danés en el Folketing o parlamento danés.
“En Dinamarca [encontramos] el feroés, idioma de las lenguas de las islas Feroe y el groenlandés”
Bélgica es un caso singular. El país tiene varias lenguas oficiales, pero a diferencia de Suiza estas no lo son en todo el país, sino que el país se delimita en cuatro regiones lingüísticas. En el Valonia sólo es oficial el francés, en Flandes, sólo es oficial el flamenco -de la misma familia que el holandés-, en la región de Lieja y en los pueblos de Eupen y Sain-Vith es oficial el alemán. En Bruselas, como capital del reino federal, son cooficiales flamenco, francés y se da cierta cobertura al alemán.
Países Bajos sólo reconoce la cooficialidad del frisón en la región de Frisia. Este idioma, muy parecido al inglés se habla también en algunas localidades danesas e inglesas, pero sin ningún reconocimiento en estos países. En algunas de sus islas caribeñas, antiguas colonias, el reino holandés también reconoce cooficialidad del papiamento, una mezcla de portugués y español, con trazas de lenguas africanas, hablado en las islas holandesas de Aruba, Curazao o Bonaire.
“Países Bajos sólo reconoce la cooficialidad del frisón en la región de Frisia”
A partir de aquí pasamos a los casos de lenguas que, si bien no gozan de cooficialidad, ven reconocida cierta oficialidad y/o protección, sobre todo, a nivel regional o municipal. Este sería el, por ejemplo, del alemán en el sur de Dinamarca, o en los departamentos franceses de Alsacia y Lorena, donde también hay muchos hablantes alemanes. Algo parecido ocurre con las variantes escocesa y galesa del gaélico en esas regiones del Reino Unido.
En España, el catalán goza de cierto reconocimiento en las comarcas aragonesas fronterizas con el principado, la llamada Franja de Ponent. En la comarca pirenaica del Valle de Arán, el aranés u occitano goza de plena igualdad con el catalán y el castellano. Por supuesto, el aragonés o el asturiano han dado pasitos hacia la cooficialidad, resultando muy difícil ahondar en este proceso dada la baja cantidad de hablantes. En Navarra, la Ley Foral 18/1986, agrupó los municipios de la región en zona vascófona, zona mixta y zona no vascófona. Como se imagina, según la zona, el euskera goza de una mayor o menor cobertura oficial. También podemos citar el Bierzo, comarca leonesa donde se reconoce cierta oficialidad al gallego.
“En Navarra, la Ley Foral 18/1986, agrupó los municipios de la región en zona vascófona, zona mixta y zona no vascófona”
Francia tiene su propio puzle lingüístico, al margen de las zonas alemanas. La República gala reconoce ¡74 lenguas! Tengamos en cuenta que Francia no es únicamente la metrópolis europea, sino que una serie de territorios, las regiones de ultramar, que integran la Guayana Francesa en Sudamérica, la Nueva Caledonia, Thaití y cientos de islas en el pacífico, muchas de ellas con lenguas nativas.
El país no reconoce cooficialidad a ningún otro idioma aparte del francés, de modo que ninguna goza de plena igualdad. Sin embargo, hay diferencias. Las lenguas indígenas han adquirido una cobertura notable en sus territorios de ultramar. El corso está bastante protegido en Córcega. Por el contrario, el bretón, el normando, el vasco o el catalán su reconocimiento institucional apenas se limita a reconocer su existencia.
“La República gala reconoce ¡74 lenguas!”
En Italia, el sardo, el brecciano, el emiliano gozan de una muy escasa cobertura de uso a nivel regional-municipal. Su bajo número de hablantes no favorece lo contrario. En cambio, el catalán, hablado en la localidad sardina del Alguer no goza de ninguna protección.
Visto en perspectiva, no deja de resultar paradójico que algunos eurodiputados catalanes independentistas, a modo de protesta, prefieran hablar en inglés, francés o italiano, en lugar de español, dentro de la eurocámara. Ya vemos que ni Francia, ni Italia ni el Reino Unido son tan amables como España con sus lenguas minoritarias
“En Italia, el sardo, el brecciano, el emiliano gozan de una muy escasa cobertura de uso a nivel regional-municipal”
Por último, encontramos aquellos lugares donde se hablan varias lenguas, pero sin que esto se traduzca en el menor reconocimiento oficial, ni siquiera a efectos de señalar su existencia. Casi todos los países Balcánicos y el norte de Grecia ilustran esta situación. A modo de ejemplos, en Transilvania existen un importante número de hablantes de magiar o húngaro y lenguas derivadas de este. En sur oeste de Eslovaquia también advertimos la presencia de una numerosa comunidad magiar.
Mutatis mutandis, lo mismo puede decirse del turco, que con tres millones de hablantes ha llegado a ser la segunda lengua nativa de los alemanes, sobre todo en Berlín y regiones de alrededor desde principios del siglo pasado. Sin duda, en las próximas décadas, los movimientos migratorios añadirán complejidad al mapa lingüístico europeo.
“Alemania cuenta con tres millones de turco hablantes”
En Estonia, Letonia y Lituania se ha condicionado cualquier reconocimiento del ruso a que la Rusia haga lo propio con las comunidades lingüísticas de estonianos, lituanos y letones que hay en su territorio. Me temo que antes las ranas aprenderán a resolver quebrados.
Si nos centramos únicamente en la UE, desde el punto de vista político, la tensión político-lingüística surge en torno a los idiomas que carecen de un Estado miembro donde sean oficiales ya que, con la mencionada excepción del luxemburgués, eso las priva de oficialidad en la UE. En los países escandinavos, las comunidades inuit y otros pueblos lapones tienen idiomas propios. Una de las más habladas es el Sámi, con hablantes en Suecia, Noruega, Rusia y Finlandia.
“En los países escandinavos, las comunidades inuit y otros pueblos lapones tienen idiomas propios. Una de las más habladas es el Sámi”
Ya hemos mencionado el frisón, hablado en las costas danesas, inglesas y la frisia holandesa. En el oeste de los Cárpatos, encontramos el Rusyn, una lengua eslava que tiene hablantes en Ucrania, Hungría y, sobre todo, Eslovaquia, uno de los primeros países en mostrar su oposición a la oficialidad del catalán.
Si de repente un Estado empieza a pedir el reconocimiento de sus lenguas minoritarias en la UE, se pueden dar dos situaciones complicadas. El primero es evidente, otras lenguas como el Sámi o el Rusyn pueden reivindicar el mismo estatus. Por otro lado, en países con un fuerte nacionalismo como Francia ver que de repente algunos de sus eurodiputados empiezan a usar el catalán o el vasco puede sentar como una patada en el mejor de los casos.
“En el oeste de los Cárpatos, encontramos el Rusyn, una lengua eslava que tiene hablantes en Ucrania, Hungría y, sobre todo, Eslovaquia”
De ahí que vea rayando en lo imposible la cooficialidad del catalán, el vasco o el gallego en la UE. Insisto en que basta un voto en contra de los veintisiete para que se rechace.