En algún lugar de Europa, una joven se sienta en la terraza de un bar, lleva una mochila grande, de esas que denotan un largo viaje, y pide algo del menú. El camarero, guiado por su acento le pregunta … «¿Americana?». La joven le corrige en un tono amable pero monótono que muestra una conversación que ha sucedido cien veces. “Canadiense, en realidad”. En este punto, el camarero no trata de ocultar su reacción y, por lo tanto, su percepción de que «canadiense» es una mejora. «¡Ah! ¡Los Americanos buenos!”, responde.

Esta interacción es algo que todos los canadienses que han viajado al extranjero han experimentado en algún momento. Los rumores dicen que incluso los estadounidenses están comprando chaquetas marca Canada Goose y banderas canadienses para sus mochilas con el objetivo de mejorar el trato que reciben en otros países. Y por culpa de ésto, la última tendencia entre los jóvenes canadienses que viajan es comprar su ropa y equipo de viaje en MEC, una tienda 100% canadiense, solo para miembros, donde se necesita una dirección física y una tarifa anual para comprar. De esa manera, pueden, más allá de toda duda, afirmar que no son, «los malos americanos». Hasta que lo son.

Fuera de Canadá, esta joven democracia es conocida por ser extremadamente activa en el Consejo de Seguridad y todo comité de paz de la ONU. Desde Palestina, hasta Angola y Sudamérica. Incluso en las partes más remotas del planeta, Canadá es conocido y percibido como la gran nación generosa que recibe tantos refugiados. Sin embargo, dentro de sus fronteras, la narrativa se divide entre la generación de los baby boomers, que nunca fueron educados en los efectos multigeneracionales del colonialismo y una generación más joven que, dependiendo de la provincia donde crecieron, podrían haber sido educados en la materia oscura que es la historia de Canadá. Es solo un subconjunto de estos adultos jóvenes de izquierdas los que realmente buscan dentro de sí mismos la raíz del «problema indígena» como lo han llamado los conservadores.

“Canadá se ríe del patriotismo de EE. UU., pero es imposible cruzar una calle sin ver el branding de la bandera canadiense o su característica hoja de arce en múltiples ocasiones. Incluso McDonalds cambió su logotipo para los canadienses“

Junto con Apple, Coca Cola o Tesla, Canadá es una de las marcas más grandes del mundo. Su bandera es conocida en todo el planeta. Canadá se ríe del patriotismo de EE. UU., pero es imposible cruzar una calle en la parte inglesa de Canadá, cualquier calle, sin ver el branding de una bandera canadiense o su característica hoja de arce en múltiples ocasiones. No tengo ningún dato para respaldar esto, pero apuesto a que cada canadiense está expuesto 10 veces más a la bandera que a cualquier otra marca. Incluso McDonalds (una marca menor) cambió su logotipo para los canadienses. ¿Pero por qué esta obsesión? (Aparte de los esfuerzos de cohesión de una nación multinacional adolescente.)

El problema

La gente habla sobre «el problema indígena» con la connotación colonialista negativa que conlleva. Yo lo llamaría “el problema colonialista”. Se habla de que los baby boomers nunca fueron educados sobre el tema… pero ¿Cuál es el tema? ¿Qué sucede? ¿No es Canadá una nación multicultural ejemplar, como cada primer ministro canadiense repite una y otra vez? ¿Es Canadá racista? ¿Acaso los canadienses no salvaron innumerables esclavos negros durante los días de los «underground railways” (ferrocarriles subterráneos) de Estados Unidos? ¿No es el colonialismo una cosa del pasado? No. O para contestar todas las preguntas, no, no lo es. Sí, lo es, a nivel institucional seguro y no, no es cosa del pasado. Continúe leyendo.

Canadá ha hecho grandes cosas. No es el propósito de este artículo enumerar esas cosas, principalmente porque el gran motor de relaciones públicas que es Canadá nos ha estado golpeando una y otra vez con estos hechos durante generaciones. Así que hablemos de los hechos de los que los principales medios no se hacen eco.

Canadá tiene un problema de racismo sistémico hacia todos los pueblos indígenas. Esto no es una cuestión de opinión, se basa 100% en datos. (Perdonen no obstante las fuentes en Inglés.) Según estadísticas gubernamentales de 2019, una persona indígena tiene cinco veces más probabilidades de ser asesinada. Las mujeres indígenas tienen cinco veces más probabilidades de desaparecer. Las mujeres indígenas son el 4% de la población canadiense y, sin embargo, cumplen el 33% de las condenas federales. Los habitantes indígenas en las ciudades tienen 8 veces más probabilidades de experimentar la mendicidad y la falta de vivienda , los jóvenes indígenas tienen cinco veces más probabilidades de suicidarse. La lista sigue y sigue.

Cuando se habla de la crisis de opioides que está arrasando américa, es especialmente perjudicial para los pueblos indígenas. En la provincia de Alberta, hogar de una considerable población indígena, los nativos tienen 3 veces más probabilidades de morir por opioides. ¿La causa? Durante los 5 años anteriores al estudio, las personas indígenas tenían el doble de probabilidades de que sus médicos les recetaran opioides. Además, el 61% de los fallecidos habían adquirido una receta de opioides en los últimos 30 días. Ojo al dato. Estas son personas que sin saberlo, desarrollaron una adicción a los opiáceos directamente a causa de los prejuicios raciales de los médicos.

Exclusión social, encarcelamiento, crímenes sin resolver… todo velado en el silenciamiento sistémico. Pero la gran máquina de relaciones públicas que es Canadá no dice nada de ésto.

Por supuesto, hablar de casos específicos llenaría -y ha llenado- innumerables enciclopedias. Sin embargo, este artículo no estaría completo sin uno de los mayores episodios ocultos de la historia de Canadá, un episodio tan oscuro que el lector normal no lo ubicaría en ninguna parte del mundo occidental. Y no es oscuro debido a los miles de indígenas afectados, creando efectivamente la causa más fuerte de trauma intergeneracional que este país ha conocido. Ni siquiera es tan oscuro debido a la duración de este proyecto de asimilación que duró décadas y décadas. Es tan oscuro porque sucedió, como quien dice, ayer.

Escuelas Residenciales

En 1996, Tom Cruise aceptaba misiones en «Misión imposible», Pokémon causaba sensación, Oprah lanzaba un club de lectura y yo tuve mi primer amor de verano… Mientras tanto, Canadá secuestraba a niños de cinco y seis años, arrancándolos de los brazos de sus padres, privándoles de cualquier tipo de identidad indígena, incluyendo su ropa, su pelo largo, su lenguaje, y manteniéndolos como rehenes, en escuelas internas, durante años.

Mientras estuvieron en estos internados del gobierno, los miles de niños indígenas sufrieron abusos físicos y mentales, experimentos médicos, abusos sexuales y enfermedades que no recibieron tratamiento y diezmaron a la población joven indígena durante décadas. ¿El objetivo? Un concepto genocida con un lavado de cara, llamado «Asimilación». En palabras de Sir John A. McDonalds, -uno de los antepasados ​​venerados de Canadá-, «sacar al indio del niño».

Indian School, Regina, Saskatchewan. Canada. Circa 1908

¿El lugar? Gordon Indian Residential School, en Saskatchewan; la última escuela residencial que cerró, increíblemente en 1996. Esta tortura inmoral y violación de los derechos humanos había estado funcionando desde 1880. Por lo tanto, no sorprende que la Presidenta del Tribunal Supremo de Canadá, Beverley McLachlin, haya llamado «genocidio cultural» a lo que Canadá hizo. Obsérvese el sufijo «cultural» para diluir el “genocidio”.

 

Sí. Genocidio.

Es imposible encontrar una sola palabra que encapsule mejor el sentimiento arruinado de una nación. Existen amplias razones para utilizar dicho término.

La definición de genocidio de las Naciones Unidas deja muy poco margen de error. La «Convención para la prevención y el castigo del crimen de genocidio» de 1948 ha sido ratificada por 149 estados (incluido Canadá desde 1952) y, sin embargo, además de los asesinatos en masa de un grupo étnico, también contempla dentro del genocidio las siguientes definiciones:

  • Medidas destinadas a obligar a los miembros de un grupo a abandonar su hogar.
  • Intentar renderizar un área étnicamente homogénea.
  • Causar graves daños corporales o mentales a los miembros de un grupo.
  • Imponer medidas destinadas a prevenir los nacimientos dentro de un grupo.
  • Transferir a la fuerza a los niños de un grupo a otro grupo.

 

¿Por qué es esto importante ahora?

Porque, como puede imaginar el lector, Canadá hizo cada una de estas cosas. En algunos casos todavía lo hace.

“Siempre me pareció interesante que los activistas y los luchadores por la libertad sean acusados ​​de falta de patriotismo. Como si el patriotismo consistiera en no proteger a los ciudadanos, repitiendo los mismos viejos dogmas sobre cuán grande es el país de uno, mientras barre todo lo demás bajo la alfombra”

El nacionalismo de hoy aquí, como de costumbre, se muestra miope, y cuando se lo aborda con la palabra genocidio, el buen corazón del nacionalismo late más cerca de la bandera que del sentido común. En mi humilde opinión, la historia es a veces un juego sin sombras de gris, donde se simpatiza con estas prácticas o se las condena. Y si se condena, tenemos que evitar repetirlas.

Siempre me pareció interesante que, sin importar en qué parte del mundo, los activistas, denunciantes y los luchadores por la libertad sean acusados ​​de falta de patriotismo. Como si el patriotismo consistiera en no proteger ciudadanos, repitiendo los mismos viejos dogmas sobre cuán grande es el país de uno, mientras barre todo lo demás debajo de la alfombra. Presente y pasado. ¿Qué patriotismo es ese?

Todo esto es importante hoy porque en este mismo momento, está sucediendo de nuevo. El pasado jueves, la RCMP (la policía montada, nacional de Canadá) comenzó una operación con helicópteros, equipo táctico y francotiradores. Esta operación cuasi militar tiene el objetivo de sacar a un pueblo indígena de sus tierras. El colonialismo en su forma más pura. ¿La razón? Coastal GasLink, una compañía privada de petróleo y gas, comenzó a construir un oleoducto que cruzaría territorios indígenas no cedidos. (“No cedidos” es un término legal canadiense que reconoce que no hay tratado entre los pueblos indígenas y el gobierno central, y que las tierras pertenecen a este pueblo.) La historia completa es bastante compleja, pero la clave para entender el conflicto es que, en la corta historia de este país, el colonialismo eliminó gradualmente la autonomía indígena, los recursos, la forma de gobierno y las leyes nativas; los jefes hereditarios fueron reemplazados por políticos, que en un acto de aleatoriedad deben ser reelegidos cada dos años y en un movimiento de lavado de cara, estos políticos fueron llamados «jefes elegidos». Porque chico, nos encanta la democracia. Excepto cuando el RCMP autoriza a los operativos a usar fuerza letal para sacarles de sus tierras, en ese caso amamos la fuerza letal. Viva el patriotismo y “Oh Canadá!”, como reza su himno.

Protesta contra los oleoductos (pipelines) ilegales en terreno wet’suwet’en. Feb 2020

El problema es que la mayoría de los pueblos indígenas, incluidos los jefes hereditarios de wet’suwet’en, no están de acuerdo, y protestan pacíficamente bloqueando la construcción del oleoducto. Es necesario saber que, el reclamo de sus tierras por parte de los jefes hereditarios está respaldado por una decisión del Tribunal Supremo de Canadá, en 1997; que reafirmó (corrigiendo un fallo anterior) el derecho de wet’suwet’en a su propia tierra; por otro lado, los «consejos elegidos» o “jefes elegidos”, los cargos políticos creados por los colonialistas para gobernar territorios indígenas, puede que tengan jurisdicción legal sobre las tierras de la reserva; Digo «puede que tengan» porque deben consultar a los jefes hereditarios, pero en cualquier caso su jurisdicción sólo y únicamente aplica a las tierras de la reserva, y no al área adyacente al oleoducto, que se encuentra bajo en territorio wet’suwet’en, y por lo tanto, bajo el control de su jefes hereditarios.

Permítanme explicar esto sin ningún nivel de incertidumbre. Los jefes hereditarios no son un grupo de opositores descontentos; representan el sistema de leyes y gobierno en Wet’suwet’en. Tanto es así, que eran la parte demandante en el caso legal Delgamuukw contra British Columbia, ante el Tribunal Supremo de Canadá, donde ganaron. Eran estos jefes hereditarios y no los “consejos elegidos” los representantes del pueblo. El Tribunal Supremo fue muy claro, la Corona debe comprometerse a pactar directamente con el grupo indígena cuyos derechos están en juego. Mientras tanto, Justin Trudeau, el primer ministro liberal con tatuajes indígenas y chico guapo del cartel de Canadá, así como John Horgan, el primer ministro del partido NDP (supuestamente de izquierdas) de British Columbia se niegan a reunirse con los jefes hereditarios, en una violación directa del fallo del Tribunal Supremo de Canadá. La corona y los jefes hereditarios no pueden ser sustituidos por una empresa privada que hable con un consejo electo, punto. No en vano, académicos de universidades a lo largo de todo Canadá han firmado y enviado una carta abierta indicando todo lo anterior.

Y aquí estamos, con la policía ignorando el fallo del Tribunal Supremo, ocupando tierras indígenas sobre las que no tienen jurisdicción y destruyendo propiedad privada que ni siquiera está obstruyendo las excavadoras. Colonialismo. Colonialismo. Colonialismo.

Este ataque no cívico e ilegal está siendo condenado por la Comisión de Derechos Humanos de British Columbia, la Asociación de Libertades Civiles, y el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación Racial.

 

Lo que puede hacer usted

Si hay un lado positivo de esta tragedia, es que estos problemas ya no se mantienen en la oscuridad. Como ciudadanos, residentes o defensores de los derechos humanos, nuestro deber es primero informarnos y luego informar a los demás. Compartir la explotación y la violación de los derechos indígenas dónde y cuándo suceden.

Lea sobre Louis Riel y el “Indian Act” documento racista y patriarcal donde los haya. Lea sobre la Asociación de Mujeres de Canadá y el problema que combaten hoy, donde las mujeres indígenas siguen siendo esterilizadas sin consentimiento, lea sobre el “barrido de los 60” (“1960’s scoop”) donde durante 30 años, y hasta los años 80, el gobierno «barría» (de ahí el término) niños indígenas a diestro y siniestro para ponerlos en adopción, en instalaciones de seguridad o en hogares de acogida blancos en Canadá, los Estados Unidos y otros lugares. En los años 80…

Lea sobre Pamela George, y indígena secuestrada, violada, brutalmente golpeada y asesinada por dos hombres blancos, “Se lo merecía. Ella era india ”, dijo uno de ellos. Pero no fueron condenados por homicidio, sino por un crimen menor, dada la condición de trabajadora sexual de Pamela y tras  3 años de prisión estaban fuera. Era 1995. Lea sobre los “tours de las estrellas” (startlight tours) también llamados “las muertes por congelación de Saskatchewan” en la década de los 2000, donde miembros del cuerpo de policía arrestaban indígenas, conducían fuera de la ciudad y les quitaban la ropa, dejándolos desnudos en la nieve para «encontrar su camino de vuelta a casa». Hay evidencia documentada de estos casos desde 1976. Lea sobre Richard Cardinal, uno de los niños indígenas secuestrados a la edad de 4 años por el gobierno, y colocado en 28 hogares de acogida y casas grupales donde en algunas, fue abusado, hasta que se suicidó a los 17 años. Lea sobre Phyllis Jack Webstad, superviviente de una de las escuelas residenciales, ella inspiró “el día de las camisetas naranjas” que celebra hoy todo Canadá. Lea sobre la «carretera de las lágrimas» (the highway of tears) y todos los asesinatos y desapariciones indígenas no resueltos que la policía  podría estar investigando este fin de semana, en lugar de ocupar territorio indígenas. Vea la charla TED de Riley Yesno sobre la «amabilidad» del gobierno canadiense, cuando se le pregunta a la gente no blanca.

Todos sabemos las cosas buenas que Canadá ha hecho y sigue haciendo (por ejemplo, desafiar recientemente a Arabia Saudita en materia de derechos humanos), pero las felicitaciones a uno mismo y las pequeñas palmaditas en la espalda no ayudan a nadie, especialmente a los canadienses. Nosotros, tanto los canadienses como los que vivimos aquí ahora, necesitamos comenzar a tener conversaciones difíciles, de las que nos hacen llorar y aceptar la culpa, de las que construyen los pilares del amor fraternal y la empatía. Las conversaciones que convierten el conservador «problema indígena» en “el problema colonialista” y “las naciones indígenas” unas naciones aliadas, explotadas, que estaban aquí mucho antes que nosotros y espero, nos sobrevivan a todos.