«Plato combinado número 5»

Mercedes sentía que el plato combinado número cinco había empezado a odiarla. Llevaba dos años seguidos pidiéndolo en el restaurante que había en la esquina de la calle, junto a su oficina. Eran dos huevos, chuleta de Sajonia, pimientos y patatas. Mercedes se dio cuenta de que el plato combinado empezó a odiarla porque la recibía con frialdad. Al principio pensó que sería cosa del cocinero, de las comandas, de los camareros. Después se dio cuenta de que era algo entre el plato combinado número cinco y ella. Esa frialdad fue solo el principio. Después vino el desdén: A veces el plato no traía las veintiocho patatas que solía, o los pimientos estaban poco hechos, o la yema de los huevos ya estaba estallada, quitándole a Mercedes ese placer secreto de reventar y mojar que siempre la había animado. Un día Mercedes vio que su compañera de trabajo pedía también el plato combinado número cinco. Su amado plato combinado. Más bello que nunca, las patatas más radiantes, los pimientos sonrientes, la chuleta de sajonia brillando como un lucero. Cuando Mercedes vio cómo su compañera se llevaba los huevos fritos a la boca sintió celos. 

Fue la primera persona a la que envenenó. La primera de muchas. Nadie comería su plato combinado número cinco. Nadie estropearía su amo