INERCIA

Desde el otro lado de la ventana le veo llegar. Esta vez lo tengo decidido. Llevo toda la tarde pensando en el momento en que se lo diga y en la cara que pondrá.

—Hola, cariño— saludo.

No me mira. Se quita los zapatos, se tumba en el sofá, enciende la televisión. Lo mismo durante veintitrés años.

—Un vaso de agua— pide.

Es una inercia inevitable.

—¿Qué quieres de cena, cariño? —pregunto.

Para entonces ya se me ha olvidado qué le iba a decir, se me ha olvidado que soy capaz de pensar, se me olvida incluso que, debajo de la cama, me esperaban las maletas.

EL PRIMER BESO

Aunque soy de los más antiguos, es la primera vez que me ocurre algo así. Es cierto que las mujeres se enamoran de mí al instante. Sueñan conmigo… Desean que llegue el momento de tenerme entre sus manos… De acariciarme, aunque sea a escondidas, como dos furtivos. Las emociono, las excito, les hago sentir cosas extraordinarias… Nunca quieren alejarse de mi lado. Pero esto no me había pasado antes. Es la primera vez que alguien, cuando todo ha terminado, con una mirada que no había visto jamás, repasa las letras de mi portada con sus dedos y se despide de mí con un beso…

Compartir
Artículo anteriorMadrid; estampa tumultuosa
Artículo siguienteEl reencuentro
Una terapeuta ocupacional que hace sus pinitos en el mundo literario es como me podría describir. Desde Madrid llegue a Sevilla para dedicarme a trabajar con personas mayores, y fue en esta ciudad andaluza donde empecé a encontrar la inspiración y la motivación para lanzarme a escribir: mi propio blog "Entre mis palabras y las tuyas", colaboraciones en revistas literarias y mis primeras publicaciones de relatos conforman mi recorrido en el mundo literario.