Este relato ha resultado finalista del Concurso de Relatos Cortos «Piensa en algo bonito, sueña con Chequia»

 

Los secretos de familia pueden generar cierta ansiedad ya que, generalmente, parten de una situación que suele considerarse vergonzosa o dolorosa para la vida familiar y resulta ser el inicio de los pactos de silencio.

Cuando se esconde a alguien la información relacionada con su vida se le está quitando parte de su historia que le ayuda a formar su identidad, a formarse como persona. Por eso, cuando descubrí que aquel secreto guardaba relación con mi origen no pude más que lanzarme a descubrir la verdad.

Aquella carta, sellada hacía veinte años, y que encontré entre las pertenencias de mi abuela cuando decidimos poner la casa en venta tras su pérdida, me llevó ineludiblemente a este bello país en el corazón de Europa. Contenía un enigmático mensaje y una tarjeta con el teléfono de un taxikář con quien, entendí, debía contactar al llegar a la República Checa.

Cuando mi avión aterrizó de mañana en el aeropuerto de Praga ya presentía que mi vida iba a dar un giro inesperado. Allí me esperaba él, Čeněk -ese era su nombre-, que me llevaría a mi primer destino. Por un puñado de coronas convino en acompañarme durante mi recorrido.

El matasellos de la carta se localizaba en Český Krumlov. Y ésa fue mi primera escala. En ella el remitente mencionaba sus pintorescas calles con fachadas de colores entremezcladas con comercios tradicionales. El escrito dirigía mis pasos hacia el Palacio. El complejo palaciego, compuesto por 40 casas, se situaba en lo alto de un promontorio de un kilómetro de extensión. La búsqueda iba a ser difícil. Afortunadamente la carta hablaba de la existencia de unas escaleras para acceder a la Torre de Palacio.

Durante mi ascenso fui golpeando concienzudamente cada peldaño y ¡uno de ellos sonó a hueco!.Para mi sorpresa, tras levantar la madera que lo cubría, apareció una llave bastante mugrienta con un nombre grabado: Brno.

Presa de excitación descendí a toda prisa de la Torre y me volví a acomodar en el taxi. Estaba claro mi próximo destino: Brno.

Debimos llegar allí sobre las once ya que se oían a lo lejos las campanas de la catedral  de San Pablo y san Pedro.

No sabía por donde empezar…Recorrí sus pasadizos subterráneos pero allí no encontré ninguna pista, nada que me ayudase en mi búsqueda.

Un lugareño nos comentó la existencia de la fortaleza de Špilberk, antigua cárcel convertida en museo. Durante la visita guiada, concertada con intencionalidad, vislumbré un antiguo bargueño escondido en una esquina de una de las estancias. Aprovechando un descuido de la guía me acerqué a él y, disimuladamente, introduje la llave en la cerradura. Y, con gran sorpresa, se abrió. Allí encontré la mitad de un medallón. De su cadena colgaba una chapa con las iniciales KV seguidas del número 13.

Parecía que en este punto terminaba mi búsqueda. Aquello no tenía ningún sentido para mí. Cuando se lo expliqué a mi taxikář, me comentó que podría tratarse de Karlovy Vary y sus 13 fuentes medicinales.

En cuanto vimos despuntar el sol reanudamos la búsqueda. Llegamos a esta espléndida ciudad con sus famosas columnatas de finales del siglo XIX. Bajo estos grandes pabellones de arquitectura metálica, encontramos las fuentes de las que brotan las aguas medicinales. Fue una sensación maravillosa el poder beber directamente de una fuente agua gasificada de forma natural que sale caliente…. Nada destacable ni en la Columnata del Parque, ni en la Columnata del Molino, ni en la del Mercado… pero al llegar al Pabellón de las Fuentes Termales, en un hueco de los azulejos de este edificio que se notaba claramente despegado, encontré un compartimiento extraíble donde apareció   el otro trozo de medallón que, juntándolo al que ya estaba en mi poder, formaba el dibujo de un trozo de mapa. La unión de las dos piezas conformaba la figura de un reloj.

No podía irme de la ciudad sin visitar la iglesia ortodoxa de Pedro y Pablo en la parte alta de la ciudad.

Después de disfrutar de un relajante baño de sales minerales en su famoso Balneario, decidimos que lo mejor era pasar la noche allí. Mañana ya veríamos…

Tuvimos que comprar un mapa detallado de la República Checa para determinar a que sitio concreto pertenecía el pedazo de mapa hallado. Para entonces Čeněk se había convertido en una especie de confidente. Sin él mi búsqueda hubiese sido infructuosa.

¡¡Si!!… Poco antes de medianoche encontramos la solución. Pertenecía a un espacio cuyo punto central coincidía exactamente con la ciudad de Olomouc y ahí dirigiríamos nuestros pasos.

No obstante, decidimos hacer una pausa en nuestra búsqueda. Llevábamos ya varias jornadas sin descanso y un día de asueto nos vendría bien. Mi acompañante me llevó a Loštice a degustar uno de sus famosos quesos, una delicia picante, a partir de requesón modificado y con curación natural. Lo acompañamos con una  ‘rubia’, el ‘pan líquido’ más cotizado, de la región de Pilsen y aquello nos pareció un manjar de dioses.

Otro día despuntaba. Olomouc se presentaba como nuestro próximo destino.

Una vez allí lo que más nos llamó la atención fueron sus fuentes barrocas, dedicadas a César, Hércules, Júpiter, Neptuno, Mercurio y Tritón, Pero en ellas no había nada que nos ayudase en nuestra búsqueda.

Fue entonces cuando lo ví. Ahí tenía que estar la siguiente pista. No en vano el medallón tenía su forma. En la fachada noreste del ayuntamiento, se encontraba un peculiar reloj astronómico. El mediodía fue anunciado por un gallo de latón y figurines animados de varias figuras de proletariado que pasaron por delante de las ventanas del reloj durante siete minutos. El calendario bajo el reloj indicaba los días de los santos checos.

Estábamos en un callejón sin salida…Nada parecía tener sentido, pero en ese reloj parecía estar la clave.

En la República Checa, cada día corresponde a un nombre personal.  Antiguamente, los padres no elegían un nombre para sus hijos, el nombre que se ponía era el nombre del día en el que nacía. Estudiamos uno a uno cada día y encontramos que el 19 de Julio correspondía al nombre de Čeněk., mi  acompañante en este viaje. ¡Y mi cumpleaños!. Habíamos nacido el mismo día del año. Mi cabeza empezó a atar cabos. La respuesta no se hizo esperar. También coincidíamos en el año. Habíamos nacido exactamente el mismo día.

¡Se trataba de mi hermano!.

¡Mi mellizo!

De haber encontrado esa carta, mi madre podría haber vuelto a caer en el pozo. La aparición de mi padre -de quién yo desconocía absolutamente todo y de su hijo -del que ya había olvidado hasta su inocente cara-, de vuelta a su vida en forma de misiva, volvería a reavivar los recuerdos que la hicieron desembocar en una profunda depresión.

Cuando desapareció llevándose al niño pensó que su mundo dejaba de tener sentido.  Sólo mi presencia hizo que volviese la luz a su vida. Y ahora… Él volvía a aparecer en forma de fantasma del pasado anunciando su cercana muerte y arrepintiéndose de lo hecho. Mi abuela no lo podía permitir por lo que escondió la carta, asegurándose de que en un futuro su nieta, yo, pudiera encontrarla y volver a reunir las piezas que nunca debían haberse separado.