A la hora de ponerme a dar cuenta de mi opinión a modo de reseña respecto a esta extraordinaria novela de la gijonense Begoña González, me he planteado varios caminos, esto es, formas de comunicar todo lo que me ha aportado la novela, por un lado y qué destacar de la misma. Y ello porque tanto la narrativa que emplea la autora, como la historia en sí narrada, la época, los acontecimientos, todo es susceptible de destacar, pero como hay que empezar por algo, principiaré por el título: El siglo.

Así, a primera vista, una vez que nuestro entendimiento lee “EL SIGLO” nos plantea la cuestión primordial cuál es, de qué siglo se trata. Giramos el volumen, y en la contraportada ya se nos afirma que nos lleva la trama a finales del siglo XV, concretamente a Toledo. Entenderemos fácilmente que la narración alcance los primeros años del XVI, dada la extensión de la novela. Así tendríamos ya acotada la duración temporal y por ende entendido el porqué del título, una centuria, unos 100 años más o menos. Nada más lejos de la realidad. Lo de los siglos sí, pero no así el título. Hemos de fijar nuestra atención en que la sinopsis refiere un monasterio, el Santi Spiritus, unos monjes que profesan en el mismo, y consecuentemente “recluidos” en aquél. He aquí la clave: en la vida conventual de los religiosos, en sus más diversos planos, estaba claramente establecida en su Regla, sus Estatutos, Preceptos, etc. la idea de vivir siempre en la observancia plena de sus leyes, alejándose de vivir en “el siglo”, es decir, de la vida material y sus placeres mundanos.  De alguna manera se trataba o podría decirse que asumían el exiliarse voluntariamente de la realidad mundana desde su ingreso en el cenobio renunciando al mundo por el claustro y no buscando en el claustro al mundo.

Todo lo contrario, o mejor dicho muy distinto este exilio, al que hubieron de experimentar los judíos, las familias sefardíes de Castilla que huyeron y se refugiaron en los Picos de Europa, tras el decreto de expulsión de los Reyes Católicos. Estas familias, los criptojudíos, en obligado exilio, hubieron de abandonar todo cuanto les sabía a vida, lo vivido, las tradiciones, sus casas, sus templos, sus familiares muertos y enterrados en aquellas tierras que dejaban precipitadamente, protagonizando un éxodo hasta lugares inhóspitos por lo de agreste y complicado del terreno, pero donde habrían de encontrar la solidaridad de las buenas gentes, la humanidad que lleva a las personas a ayudarse las unas a las otras.

Esta, sin duda, es una de las características a destacar de la ópera prima de Begoña González que nos ocupa y es que es un canto a la comprensión, un aria a compartir, un poema a la colectividad de los que poco tienen, un credo a los pueblos fraternos. En la lectura rápida, ágil y dinámica como lo es, encontrará el lector un catálogo de emociones que fluye del llanto a la risa y de esta a la rabia, la ira y casi la desesperación. Debe entenderse que tal es por impotencia dado que el lector, interactuante en otras circunstancias o de otra manera, ante los hechos narrados probados e insoslayables no puede por menos que dejarse llevar por el verbo de la autora para conocer el desenlace de determinados hechos. La autora ha llegado a decir en determinadas entrevistas y presentaciones de su novela que “mi objetivo principal era causar emoción, la misma que yo siento cuando encuentro documentos interesantes en los archivos, como las cartas de una madre dirigidas a un inquisidor para interceder por su hijo penitenciado ofreciéndose ella a ir a la hoguera”.

La profusa documentación que ha manejado Begoña González para la materialización de esta obra es más que evidente, aun cuando según ella misma la idea primigenia no partía de escribir una novela, sino que como parte de su trabajo como articulista ha dado con cuantiosos legajos e interesantes documentos hasta el punto que se planteó exclusivamente como reto personal, ensamblar todo ello junto con unos personajes, una trama, una acción y como resultado hoy los lectores no tenemos por menos que aplaudir grandemente aquel gesto para con la literatura, con la buena literatura, como es el de dar al mundo, alumbrar, una gesta de tan apreciado calibre como es EL SIGLO.

A todo esto, se preguntarán quienes tengan a bien posar sus ojos en estas reflexiones, que de qué va la novela. Siempre digo que para eso está la sinopsis, para ponernos un poco en camino y animarnos a introducirnos y dejarnos seducir por la lectura, placer similar al de viajar a otros tiempos, a otros espacios sin movernos del sillón. Pero sí, algo que no suponga desvelar o anticipar hechos que se narran si me atreveré a consignar en estas páginas.

Ya he dicho más arriba que comienza la trama en el siglo XV en Toledo en torno a la señalada fecha en que fue promulgado el Edicto de Granada por los Reyes Católicos por el que se decretaba la expulsión de los judíos de España con la finalidad de impedir que siguieran influyendo en los cristianos nuevos para que estos judaizaran. Una mujer, Emuna, madre de dos retoños que habrán de ser los protagonistas de la novela, cae en manos de la Inquisición, pero sus hijos serán recogidos en conventos y monasterios donde recibirán la enseñanza religiosa contraria a la de sus respectivas nacencias. Este aspecto, el de la religión, junto con el de los libros y el conocimiento en general, habrán de definir las sendas y el devenir de los vástagos de Emuna hasta quizá encontrarse en la edad adulta tras vivir una existencia convulsa en lo afectivo, en el trato con el mundo y principalmente en lo espiritual. Ambos padecerán cada uno por su lado la hostilidad, la violencia, la inflexibilidad de ciertas gentes, pero ambos encontrarán cómo escudarse ante tales ojerizas y por encima de todo frente al abismo de una memoria de la que tratarán de abstraerse, que les hace daño en lo más íntimo de su ser, en sus entrañas, en sus recuerdos.

Siendo muchos otros los personajes que aparecen a lo largo de las casi 800 páginas de EL SIGLO, es imprescindible citar casi como principales o protagonistas además de a Emuna y a sus hijos Harel y Amiel, al padre Flaino, escribano del Santi Spiritus, que podríamos calificar de muchas formas y que da mucho juego en la novela; la novicia Prisca de Salazar, una joven valiente obligada a desposarse con un noble asturiano, que nos hará llorar, que nos emocionará y nos tocará el alma; don Alvar de Aguilar, el señor de Ordiales, que guarda ciertos misterios según su proceder; Mathías, un ermitaño curandero del cuerpo y del alma; algún que otro innombrable no por dudas gramaticales, sino por no nombrarlo, el malo malísimo, vamos; y luego está Thomas el cura, Hernán, hijo de don Alvar, los frailes, el hospitalero, los pastores, los peregrinos, hasta los animales de montar algunos con nombre propio como Collar el caballo de Prisca.

Todos y cada uno de los personajes conforme van apareciendo en escena van quedando en la retina del lector y no exclusivamente por sus hechos, sino tanto o más por el grado de psicología de que la autora les dota. Con ello Begoña González nos trasmite qué emociones siente cada personaje, cómo y por qué actúa como lo hace, y dichas emociones las vive, siente y/o padece el lector a través de los muchos diálogos que la novela ofrece. Casi podría citarse otro personaje, que aun sin vida, juega un importante papel frente a las situaciones, al modo de vida, y al hecho mismo de la huida y esconderse y es el paisaje. Ese paisaje agreste, de montañas casi impracticables, de lluvia sempiterna, de inundaciones, pero un paisaje también de todos los tonos del verde: aceitunado, cetrino, esmeralda, lima, pera, menta, trébol, alga, albahaca, pino, salvia, jugoso, fresco. Y también un paisaje donde los grandes valles, los precipicios y los ocultos desfiladeros reflejan un modo de vida de los pobladores muy singular, de mucha dureza, de grandes esfuerzos, no exentas estas gentes por ello de gran humanidad, como son los pobladores asturianos de aquellos montes.

Para ir concluyendo, la lectura de EL SIGLO nos moverá, sin movernos de nuestro lugar de lectura y no solo porque nos espaciará a los años finales del siglo XV y los albores del XVI, sino que nos moverá por dentro ciertas fibras, las de la emoción desde luego, también las de gustar de la buena literatura apreciando cómo una nobel escritora nos habla al corazón con una historia muy humana donde aquella mujer, Emuna, perseguida y asediada, nos presenta una vida de denuncia, de lealtad, de odio, de valentía, de perdón también, de amor, sin duda. Una novela donde no cuenta el número de páginas, ni de capítulos, lo que cuenta es cómo la autora nos hace subir y bajar en emociones en anhelos y esperanzas como los protagonistas suben y bajan los riscos de las montañas. Cuenta lo que aprenderemos del mundo de los monjes entregados al estudio, la escritura y el conocimiento, la callada labor de los clérigos en iglesias y universidades; cuenta las condiciones míseras de siervos y campesinos expuestos al azar de las condiciones climáticas, al pago de los fuertes impuestos y a la extravagante avaricia de los terratenientes; cuenta que sabremos de los remedios curativos de la época y cuenta en fin que EL SIGLO, sino la novela de “el siglo”, si es una de las grandes novelas de este siglo.

NOTA: Esta novela EL SIGLO de Begoña González González ha sido premio ODILO en la XXIV de la Semana de la Novela Histórica de Cartagena.

EL SIGLO 

  • Autora: Begoña González
  • Editorial: VELASCO Ediciones
  • Nº.  Páginas: 780
  • Fecha lanzamiento: 5/6/2022
  • Género: narrativa histórica
  • Época de la novela: Siglos XV y XVI
  • Localización de los hechos: Toledo, Salamanca, Valladolid, montañas cantábricas
  • Leída: del 8 al 17 de mayo de 2023