A veces uno se lleva sorpresas. Llega un domingo y… hop, nada de resaca. Lunes sonriente. Unos derechos de autor que ya pensabas perdidos. Incluso aquella moza tan majilla, que te ha escrito un whatsapp. Esas cosas. Sorpresas.
Con la literatura pues también. Solo que estas son sorpresas cool, porque los que leemos tenemos ese toque, así como de estar siempre un poco por encima de todo, como de coger los libros con solo una mano mientras la otra sostiene una taza de té verde recién traído de Ceilán. Que ya no sé ni siquiera si sigue existiendo, Ceilán. En fin, ustedes me entienden.
Me ha sucedido recientemente con “El antimonio”, de Leonardo Sciascia, traducida ahora por la Editorial Altamarea. A mí me encanta Sciascia, como seguramente comprenderá cualquiera que me haya leído algo y sepa cómo de grande es mi fascinación por Sicilia (y por Italia en general, y por los canoli, pero ese es otro tema). Me jactaba (yo soy muy de jactarme) de haberme papado toda su producción traducida, ¿eh? Novelas, cuentos cortos, artículos, hasta cosita a medio camino entre todo lo anterior. Pero, claro, con esto de “El antimonio” no contaba.
«Ahí está la gracia del asunto. En recuperar clásicos de los clásicos que igual por no ser tan clásicos pues pasaron desapercibidos»
Ahí está la gracia del asunto. En recuperar clásicos de los clásicos que igual por no ser tan clásicos pues pasaron desapercibidos. Es que Sciascia escribió mucho, hombre, no tanto como Georges Simenon, pero no estuvo mal. Y eso, que aun quedan por ahí joyitas para deleitarnos los fanses más irredentos. Como esta, vaya.
En pocas palabras, “El antimonio” es una novela sobre la guerra. Pero no sobre cualquier guerra, sino sobre la guerra civil española. Ya ven, nos pilla cercuca. Es que aquí tuvieron los italianos bastante chicha, ¿eh? Por Cantabria aun se acuerdan de ellos, no les digo más. No les digo tampoco cómo se acuerdan, porque este es un medio cultural, educado y educante. La gracia del asunto es que está narrado en primera persona, y por un siciliano que tiene poquito de fascista, que anda por la Península entre obligado y empujado a bayoneta limpia. Antiguo minero, por más señas. Vamos, que al tío se le pasa el ardor guerrero en cuanto pone los bigotes a congelar allá por Teruel. Grosso modo, no quiero destriparles el asunto. Si solo fuera una novela de aventuras pues tendría un pase. Si, además, resulta que Sciascia se pone a reflexionar sobre el auténtico alma de la guerra (sea eso lo que sea) pues entenderán ustedes que la cosa asciende varios peldaños. Añadan lingotazos de humor típicos en el de Sicilia y… apuesta segura. En serio.
Joyita recuperada con edición, además, muy agradable. En tacto, en tamaño, traducción orgánica, aspecto sobrio pero con su puntito de elegancia minimalista. Vamos, que me ha gustado mucho. Gracias por hacerlo, amigos.